Domingo 13 de enero de 2019 – Solemnidad del Bautismo del Señor.
La vida pública de nuestro Señor está inaugurada por su bautismo en el Jordán por manos de san Juan Bautista. “Un multitud de pecadores, publicanos y soldados, fariseos y saduceos y prostitutas viene a hacerse bautizar por él.”
Es en ese momento que Jesús se aparece causando la duda de Juan, sin embargo Jesús insiste para que se cumpla toda justicia “Entonces el Espíritu Santo en forma de paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo proclama que Él es ‘mi hijo amado’.
Es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios.
Jesús, el Emmanuel “Dios con Nosotros”, se deja contar entre los pecadores. En este acontecimiento, el Divino Maestro nos da una lección de humildad, ya que Él siendo Dios y el todo santo camina en medio de los pecadores, en su amor misericordioso Cristo no teme “contaminarse” por los demás, antes bien se une a ellos para amarlos, y amandoles será que luego les invitará a la conversión.
El Hijo de Dios, bajando al río no será purificado por sus aguas ¿qué tendrían que limpiar al cordero sin macha? al contrario, serán las aguas las que serán transformadas por la gracia haciéndolas capaces no sólo de lavar sino de dar una vida nueva a la que hemos tenido la dicha de acceder por el Bautismo.
También aquí Jesús nos da una lección de obediencia, nos enseña para que vino a este mundo, para hacer la voluntad del Padre como dice la carta a los Hebreos “He aquí que yo vengo para hacer tu voluntad”.
Por eso es que dirá a san Juan Bautista que hay que llevar a cabo este bautizo “para que se cumpla toda justicia”. Y en la obediencia de Cristo, la antigua desobediencia del pecado de Adán fue sanada, obediencia que lo llevo hasta la muerte “y muerte en cruz para salvarnos”.
A la luz de estos hechos dirá el Papa Emérito Benedicto XVI “se realiza la profecía de Isaías que hemos escuchado en la primera Lectura: el Señor Dios viene con poder para destruir las obras del pecado y su brazo ejerce el dominio para desarmar al Maligno;
pero tengamos presente que este brazo es el brazo extendido en la cruz y que el poder de Cristo es el poder de Aquél que sufre por nosotros: este es el poder de Dios, distinto del poder del mundo; así viene Dios con poder para destruir el pecado.
Verdaderamente Jesús actúa como el Pastor bueno que apacienta el rebaño y lo reúne para que no esté disperso (cf. Is 40, 10-11), y ofrece su propia vida para que tenga vida.
Por su muerte redentora libera al hombre del dominio del pecado y le reconcilia con el Padre; por su resurrección salva al hombre de la muerte eterna y le hace victorioso sobre el Maligno”
Todos los cristianos estamos llamados a sumergirnos con Nuestro Señor en las aguas del Bautismo, muriendo al hombre viejo, y levantarnos nuevamente, lavados del pecado, a la vida nueva de los hijos de Dios.
El Bautismo de Cristo revela su misión y su dignidad ante el Pueblo de Israel, se trata del Mesías, Aquel que anunciaron los profetas, llega el cumplimiento de las promesas hechas desde tiempos antiguos, Dios llega a salvar a su Pueblo, es más, llega a renovar a su Pueblo y hacerlo crecer reuniendo en él a todas las naciones.
Escuchemos las palabras de uno de los obispos de la antigüedad cristiana, san Gregorio Nacianceno, y que se encienda nuestro corazón en una renovada fidelidad al Señor, dice el santo:
“Honremos hoy, por nuestra parte, el bautismo de Cristo, y celebremos con toda honestidad su fiesta… Ojalá que ustedes estén ya purificados, y se purifiquen de nuevo. Nada hay que agrade tanto a Dios como el arrepentimiento y la salvación del hombre, en cuyo beneficio se han pronunciado todas las palabras y revelado todos los misterios. Sean «como fuentes de luz en el mundo» (Flp 2,15), para que se conviertan en una fuerza vivificadora para todos los hombres. Sean como lumbreras perfectas que secundan la gran Luz, sean iniciados a la vida de la luz que está en los cielos; sean iluminados con más pureza y claridad por la Trinidad.”
IMG: «Bautismo del Señor» de Guido Reni