Vigilancia, una nueva mirada

Hemos comenzado el día de ayer la meditación del Evangelio de san Lucas, lo hemos hecho a partir del capítulo 4, con los inicios de la predicación de Jesús en Nazareth, así como las últimas semanas caminamos con el Señor escuchando sus palabras a través de san Mateo, ahora volvemos a emprender el camino como discípulos que contemplan continuamente las enseñanzas de su Maestro. Realizamos el mismo movimiento de un águila se encuentra de cacería, sobrevuela sobre su presa numerosas veces, viéndola desde diferentes ángulos, conociéndola cada vez mejor, para captar mejor la realidad sobre la cual habrá de lanzarse.

Si ayer Jesús se proclamaba a sí mismo como el cumplimiento de la profecía de Isaías, ahora vemos como esa palabra se ejecuta, se operativiza, se hace vida, pues al expulsar al espíritu inmundo que atormentaba a este hombre, está liberando al hombre cautivo. Su palabra es la “dabar Yahvé” como se dice en hebreo, la Palabra de Dios, que como en el Génesis realiza, pone en acto, ejecuta, todo lo que dice, escuchamos en el AT en el inicio “dijo Dios” y todo lo que el Señor pronunció por su boca se realizó. San Ambrosio, un padre de la Iglesia que hizo un precioso comentario al evangelio de san Lucas, nos dirá que de este modo vemos como Cristo comienza la nueva creación justo donde terminó la anterior, en el día sábado.

Cristo ha venido a hacer de nuestra historia una historia de salvación, venciendo a las fuerzas del enemigo, nos rescata para sí, como dice una oración de la Misa “porque no vivamos ya para nosotros mismos, sino para Él, que por nosotros murió resucito”. Ciertamente en este pasaje del Evangelio contemplamos un exorcismo realizado por el Señor, pero sabemos también que la acción del enemigo se realiza de muchas maneras, de modo ordinario, a través de la seducción al pecado ¿De qué trampas y artimañas del enemigo de ha librado el Señor? ¿De cuáles te querrá librar? A veces puede ser del engaño de creer que no podemos combatir contra “X” o “Y” pecado, haciéndote notar tu debilidad humana te hará pensar que es imposible salir de ahí; o quizás si has comenzado un camino de conversión sincera al Señor buscará restregarte en la cara tu pasado, para que pongas tu mirada en la miseria de tu pecado, y así desanimarte en tu buen propósito; quizás buscará seducirte a través de los ídolos del placer, del dinero y fama como fuentes de falsa felicidad, pero cuya búsqueda voraz termina por consumir al hombre, y podríamos mencionar muchas más ocasiones, pero una cosa es segura, todas llevarán a la turbación del corazón, en este punto podemos elegir dos caminos: por un lado, el de aquel que duerme su consciencia, entregándose al sueño como decía san Pablo en la primera lectura, y se deja llevar por el engaño prefieriéndo una vida de pecado; o el otro el de aquel que despierto clama a Cristo y pone en el su mirada y confianza.

Si optamos por el segundo camino, el camino de la vida, descubriremos cómo aunque es cierto que somos débiles, no vencemos por nuestras fuerzas, sino porque luchamos en el nombre de Cristo, y si a veces tropezamos o caemos, confiamos en que el nos dará su gracia para lanzarnos con nuevo y mayor empeño en el combate espiritual; si optamos por esta vía, aunque contemplemos nuestra pasado, y admitíamos nuestros errores, veremos no tanto nuestra miseria sino la misericordia del Señor que se dignó dar su vida por nosotros en la Cruz para purificarnos y llevarnos hacia Él. Si optamos por esta vía aunque se nos presenten ídolos con sus seducciones, nosotros sabremos tener puesta la mirada en la meta del cielo hacia el cual peregrinamos, y nos preguntaremos ¿de qué aprovecha esto para la vida eterna? Y con Cristo triunfaremos sobre ellos, sirviéndonos de las creaturas tanto cuanto nos acercan a Dios y alejándonos de ellas tanto cuanto nos alejen de Él.

San Gregorio magno, cuya memoria celebramos hoy, hacía siempre constantes llamados a la vigilancia, para cuidar de no desviarnos del camino justo, para esto es importante recordar frecuentemente la promesa del cielo y del triunfo definitivo de Cristo sobre las fuerzas del mal cuando venga de nuevo con gloria y majestad, ya escribía él en alguna ocasión “somos arrastrados hacia los bienes superiores cuando el Espíritu no toca con su soplo” y “con el amor de la celeste patria, que Él inflama se imprime en nuestro corazón como la huella del paso de Dios”

Que el Señor nos conceda la gracia de perseverar en la fidelidad a su Palabra, meditándola asiduamente, así atentos y vigilantes podremos contemplar su paso por nuestra historia y la historia de nuestro pueblo, y las maravillas que hace en la vida de aquellos que se abren a la acción de su gracia. Así sea

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