XXI Domingo TO- Ciclo C
Is 66, 18-21; Sal 116; Hb 12, 5-7.11-13; +Lc 13, 22-30
El santo Evangelio que contemplamos este domingo comienza por una pregunta que ha llevado en ocasiones a la angustia de algunas personas, ha llevado a los teólogos a discurrir por muchas vías para poder dar alguna explicación, pero lo más importante es la respuesta que da Cristo y el efecto que tiene en la vida del que está dispuesto a escucharlo.
Pareciera que nuestro Señor no da una respuesta a la inquietud de aquel hombre, no cuántos ni siquiera dice si son muchos o son pocos. Quizás si se hubiera inclinado por una respuesta afirmativa a la pregunta de aquel hombre muchos desesperarían o si hubiera dada una positiva muchos se dejarían llevar por la presunción y no se esmerarían en el seguimiento de Cristo, ciertamente la respuesta del Divino Maestro nos muestra como su sabiduría es mayor que la de Salomón, Jesús nos hace poner la mirada en algo que es mucho más importante para nosotros aquí y ahora que conocer un número, Él nos interpela y nos invita poner un vivo interés en nuestra propia salvación.
En la respuesta del Señor encontramos 4 puntos a destacar: la salvación exige esfuerzo “esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta”; se excluyen de la salvación “aquellos que obran el mal” y en el Reino entran aquellos que son como los patriarcas y profetas, que hicieron en el bien, que hicieron la voluntad del Señor; y la posibilidad de salvación para los gentiles “vendrán muchos de oriente y del poniente, del norte y del sur y participarán en el banquete del Reino de Dios” y de condenación para los judíos (los que seguían al Señor para aprender de Él en su mayoría pertenecían al pueblo elegido ¿cómo habrían acogido aquellas palabras “no sé quienes son uds” “entonces llorarán y se desesperarán” “ustedes se vean echados fuera”?
El anuncio del Evangelio a todo el mundo nos lleva a replantearnos nuestra historia, para verla a la luz de la Historia de la Salvación, porque así como el Señor hizo alianza con el antiguo pueblo de Israel, también ha hecho una alianza con nosotros, al haber dado su vida por nosotros en la Cruz nos abrió las puertas del Reino, ¿estoy caminando hacia él? Por amor nos ha otorgado su gracia para peregrinar hacia la patria celeste ¿estoy haciendo uso de ella? O mejor dicho ¿estoy viviendo según la gracia de Dios que me fue dada para mi salvación y la de aquellos que se convierten en compañeros de viaje por el camino?
Ante la cuestión de sí son muchos o son poco debemos caminar con confianza sabiendo que tenemos difetentes motivos que nos alientan a ello:
- Podemos confiar en la misericordia de Dios, santo Tomás de Aquino diría que Dios recompensa siempre al justo más de lo que merece y castiga siempre al culpable menos de lo que merece. Incluso el purgatorio es señal de ese amor misericordioso de Dios.
- Podeos confiar en la justicia de Dios: que no sólo hemos de considerar en su aspecto vindicativo (castigo del culpable, o premio del justo) sino en su aspecto distributivo Dios da a todos las gracias que necesitan para llegar a la comunión plena con Él. Santa Teresita decía “ser justo no es sólo mostrar severidad con los culpables; es asimismo reconocer las intenciones buenas y premiar la virtud” y recordaba el salmo que dice “es compasivo y lleno de dulzura, tardo en castigar y pródigo de misericordias. Porque conoce nuestra flaqueza y se acuerda de que no somos más que polvo” (Sal 102)
- La voluntad salvífica universal de Dios que hemos escuchado en el profeta Isaías y en el Evangelio “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”, aunque no podemos negar que si alguien muere obstinado en el pecado mortal negándose a la misericordia de Dios sufrirá la condenación.
- Los auxilios de nuestra Buena Madre, que intercede por nosotros, como mediadora de todas las gracias, como auxilio del cristiano, como refugio de los pecadores o consuelos de los afligidos, y en modo semejante contamos con la ayuda de los santos.
- El Señor nos ofrece su gracia a través de su Iglesia en los santos sacramentos particularmente la santísima Eucaristía y la Reconciliación a los cuales podemos y estamos invitados a acudir frecuentemente, especialmente en el Domingo día del Señor. Pero también los otros sacramentos, en las aguas del Bautismo hemos renacido a la vida de la gracia y podemos hacer frecuentemente memoria de él para que nuestra fe no venga a menos; hemos recibido el don del Espíritu Santo en la confirmación para lanzarnos en este combate espiritual contra el pecado, el mundo, el demonio y la carne. Los esposos cristianos, obtienen de su unión matrimonio tantos beneficios de todos los actos de amor que tienen el uno con el otro, sea que vayan en la línea de la ternura o de la corrección, del sacrificio o del gozo, marido y mujer son el uno para el otro camino al cielo. Ante los peligros graves de salud y la avanzada edad el Señor nos ofrece la santa Unción de los enfermos, para que libres de nuestros pecados, alcancemos la salvación y seamos confortados en la enfermedad. Y ¿qué no decir del sacramento del Orden? El sacramento de la misión apostólica a través del cual nos llegan todos los demás sacramentos.
- La Sagrada Escritura, que nos recuerda las promesas de Dios y nos enseña el camino de la vida.
- La vida de oración personal y comunitaria en la cual nos unimos a la voz de la Esposa da del Cordero, aquella por la que dio la vida.
- El Magisterio de la Iglesia, que en la voz del Papa y de los obispos en comunión con el son faro que alumbra el camino al puerto seguro, iluminando la realidad a cada paso de la historia.
¿ Son muchos o pocos los que se salvan? Pues no podemos contestar a ciencia cierta, lo que si podemos es caminar en fe y esperanza, creyendo y confiando en que nuestro buen Padre Dios ha dispuesto todo para que podamos un día llegar de nuevo a su casa, llegar a nuestro verdadero hogar ¿te animas a emprender el camino?