Inmaculado Corazón de María

Sábado posterior al Sagrado Corazón de Jesús

Memoria

-2Cro 24, 17-25. Zacarías, a quien matasteis entre el santuario y el altar.

-Sal 88. Le mantendré eternamente mi favor.

†Lc 2, 41-51. Conservaba todo esto en su corazón.

La Iglesia ha tenido a bien proponernos la celebración de esta memoria litúrgica el día posterior al Sagrado Corazón de Jesús, es en este sentido que hemos también de profundizar en este misterio, el corazón de María nos habla de una cosa en particular, del amor con el que se ha sentido amada la humanidad en Jesucristo. El amor del Corazón de Jesús ha hecho latir el corazón de María al ritmo de la misericordia.

«La Virgen conservaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2, 19 y 51): toda su historia puede resumirse en estas pocas palabras. Fue en su corazón donde ella vivió, y con tal profundidad que no la puede seguir ninguna mirada humana. Cuando leo en el Evangelio que María corrió con toda diligencia a las montañas de Judea (Lc. 1, 39) para ir a cumplir su oficio de caridad con su prima Isabel, la veo caminar tan bella, tan serena, tan majestuosa, tan recogida dentro con el Verbo de Dios… Como la de Él, su oración fue siempre: «Ecce, ¡heme aquí!» ¿Quién? «La sierva del Señor» (Lc 1, 38), la última de sus criaturas. Ella, ¡su madre! Ella fue tan verdadera en su humildad porque siempre estuvo olvidada, ignorante, libre de sí misma. Por eso podía cantar: El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas; desde ahora me llamarán feliz todas las generaciones (Lc. 1, 48, 49).»[1]

Recordemos que en sentido bíblico el corazón designa a la misma persona en su dimensión más íntima y única, es como el centro de su vida interior, de su memoria, intelecto y voluntad. En este sentido el contemplar el corazón Inmaculado de María es para nosotros contemplar el corazón del hombre que ha hecho suyo el amor del Corazón de Jesús, un amor que nos manifiesta la correspondencia más pura y perfecta de la voluntad del hombre a la voluntad de Dios, en una palabra, al meditar María los acontecimientos de la vida de su Hijo en su interior, ella, la humilde esclava del Señor, la mujer del “Sí” a la voluntad de Dios, nos enseña el camino que lleva nos lleva al cielo, nos enseña a entrar en la obediencia de la fe, que llegará hasta acompañar a Jesucristo en el madero la cruz. El Inmaculado Corazón de María es modelo del corazón del cristiano que, libre de las ataduras del pecado, es capaz de acoger con plena docilidad la palabra que se hace vida, que se hace carne, que se hace hombre, la palabra que transforma totalmente la propia existencia poniéndola en relación a Cristo.

El Corazón de la santísima Virgen, recibe numerosos apelativos es la mansión del Verbo y santuario del Espíritu santo porque en ella habita el mismo Señor “El corazón de María, en perfecta sintonía con su Hijo divino, es templo del Espíritu de verdad (Jn 14,17), donde cada palabra y cada acontecimiento son conservados en la fe, en la esperanza y en la caridad.” (Benedicto XVI,  30/05/2009), inmaculado, porque ha sido preservado de la mancha del pecado, sabio, porque ha meditado en su interior los grandes acontecimientos de la historia de la salvación, nuevo, porque ha recibido la novedad de la gracia merecida por Cristo, humilde, porque ha seguido el Corazón de Jesús manso y humilde, sencillo, porque en ella no hay doblez está toda entregada al Señor, firme, en el seguimiento de la palabra de Dios no obstante las dificultades martiriales del camino, dispuesto, ya que desde el anuncio del ángel hasta la espera de la venida del Espíritu Santo ella supo dejarse conducir por la gracia de Dios.[2]

«Entre las fiestas de la Virgen María, la de su corazón es como el corazón y la reina de otras, porque el corazón es la sede del amor y de la caridad. ¿Cuál es el sujeto de esta solemnidad? Es el corazón de la Hija única y bien amada del Padre eterno; es el corazón de la Madre de Dios; es el corazón de la Esposa del Santo Espíritu; es el corazón de la buenísima Madre de todos los fieles. Es un corazón totalmente abrasado por amor hacia Dios, totalmente inflamado de caridad hacia nosotros.

Es todo amor a Dios, porque jamás amó nada más que a Dios, y lo que Dios quiso que amara en él y por él. Es todo amor, porque la bienaventurada Virgen siempre amó a Dios con todo su corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas (Mc 12,30).

Es todo amor porque no sólo siempre quiso todo lo que Dios quería y jamás quiso nada de lo que no quería, sino que siempre puso toda su alegría en la voluntad de Dios. Es todo amor para con nosotros.

Ella nos ama con el mismo amor con que ama a Dios, porque es a Dios a quien mira y ama en nosotros. Y nos ama con el mismo amor con el que ama al Hombre Dios, que es su hijo Jesús. Porque sabe que es nuestro maestro, nuestra cabeza, y que nosotros somos sus miembros (Col 2,19) y por consiguiente que somos sólo uno con él.»[3]

Roguemos al Señor nos conceda la gracia de aprender de nuestra Buena Madre a acoger su don en nuestros corazones, para que nuestras almas puedan decir con valentía como ella “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”

IMG: «Inmaculado Corazón de María» vitral de la Capilla Nuestra Señora del Monte en Nueva Jersey

 

[1] Santa Isabel de la Trinidad, Último retiro, día decimoquinto

[2] Cf. Misal de la Virgen

[3] San Juan Eudes, Corazón admirable IX, 4