Unidos a Cristo en su Cruz

Sábado – V semana de Pascua

• Hch 16, 1-10. Pasa a Macedonia y ayúdanos.
• Sal 99. Aclama al Señor, tierra entera.
• Jn 15, 18-21. No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo

En el discurso de despedida de Jesús, nos encontramos con este texto, en el cual, podemos ver como el Señor no oculta a sus discípulos que habrán de pasar por diferentes pruebas, es más, Él les anuncia que serán perseguidos, que habrán de sufrir por causa del Reino.

Todo discípulo, siendo fiel al Señor, será signo de contradicción en el mundo, no porque busque maliciosamente llevar la contraria a todo lo que ve, no porque viva como un resentido o un inadaptado social, no porque busque llamar la atención, sino porque, al dar testimonio de la alegría y la vida verdadera que vienen del encuentro con Cristo, denunciará con su sola existencia que hay uno que busca engañar al hombre haciéndole perder su vida.

Será como un rayo de luz que atraviesa la ventana de una habitación oscura y comenzará a disipar toda tiniebla y quedarán al descubiertos los hijos de las tinieblas. El discípulo será transfigurado por la acción de la gracia, y el Señor comenzará a brillar en su vida, de tal manera que cuando le persiguen, le acusan o atacan, no es a él al que buscan hacer daño sino a Cristo.

El filón del martirio es una de aquellas características que marcan un punto importante en la vida de todo cristiano, sufrir a causa de una vida justa es simplemente identificarse con Jesús en cruz, y nunca estamos más unidos a Cristo como cuando estamos crucificados con Él.

En esos momentos de cruz, de cansancio o quizás simplemente de dificultad es bueno que reconozcamos la enseñanzas de los apóstoles que nos dicen: que «si con Él morimos, viviremos con Él» , sólo fiándonos de la Palabra del Señor podremos resistir en medio de las ocasiones en que nos toque asumir, por un momento, algo de los sufrimientos redentores de Jesús en el Calvario, poniendo nuestra esperanza en el cielo, en que el bien siempre triunfará sobre el mal, en que el Señor es infinitamente misericordioso e infinitamente justo, como lo decía el versículo del aleluya “Sin han resucitado con Cristo busquen las cosas del cielo, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios” (Col 3, 1)

Y para ir tras esa patria beata a la que tanto anhelamos, la Iglesia nos propone siempre grandes modelos de santidad, esos campeones de la fe que supieron beber del manantial de la vida. Los santos de nuestra devoción y nuestro patronos, aquellos de los que llevamos algún nombre, deberían ser para nosotros ejemplos de como la fe se vive incluso cuando ello significa ir contracorriente.

Que el Señor nos conceda la gracia en este día de entrar en su Palabra para que ella transforme nuestra historia y que por ella podamos nosotros ser fuertes en medio de las contrariedades a las que nos vemos sometidos en este mundo, para que todo nuestro ser y obrar sea una alabanza para gloria del Padre.

Img: Pintura de san Beda el Venerable de James Doyle Penrose