Hombres del Espíritu

Martes – XXII semana del TO – año par

• 1Co 2, 10b-16. El hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios; en cambio, el hombre espiritual lo juzga todo.
• Sal 144. El Señor es justo en todos sus caminos.
• Lc 4, 31-37. Sé quién eres: el Santo de Dios.

San Pablo ha venido exponiendo desde el inicio de su carta como la fe de los cristianos, que los apóstoles y otros misioneros han ido predicando,, no se base en categorías meramente humanas, no tiene un fundamento en las grandes dotes de la retórica de los oradores o en la complejidad del conocimiento que quieren transmitir, antes bien tiene su eje central en el anuncio de Cristo Crucificado, necedad para los griegos y escándalo para los judíos.

Y es que la buena nueva del Evangelio del Señor nos transmite la sabiduría divina, esa Palabra que Dios mismo nos ha revelado nos habla al corazón y nos llama a la conversión, es una Palabra que viene animada por su Espíritu Santo, recordemos que en el libro del génesis se nos narra que cuando Dios decía algo aquello se realizaba, justo como vemos también hoy en el pasaje del santo Evangelio que se ha proclamado.

El Espíritu Santo se nos presenta con tres características: viene del Padre, es un don suyo, es aquel con lo sondea todo, es omnisciente y por lo tanto es también divino, es decir, es Dios esto mismo quedaría resumido en aquella afirmación de nuestro Credo “Procede del Padre y del Hijo y con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria”

Pero no sólo se nos dice eso, el apóstol va más allá y contrapone el Espíritu Santo al espíritu del mundo, y en este punto reflexionemos que importante era para la comunidad de Corinto recordar esto, san Pablo llegará a decir que por este Espíritu ellos han adquirido “la mente de Cristo”. En medio de una sociedad que anunciaba un mensaje diferente a nivel religioso y cultural, era imperativo recordarle a los cristianos que ellos no son como los demás, que no puede vivir de cualquier manera, que han sido redimidos para llevar una vida según la vocación altísima de hijos de Dios a la que han sido llamados por las aguas del bautismo. Han de vivir conforme al Espíritu Santo que habita en ellos, que les anima y les conduce hacia su fin último que es la gloria eterna.

¿Acaso no nos sentimos también en ocasiones así nosotros? El mundo te anuncia una catequesis que dice si te insultan, insulta más fuerte; si te maltratan, pues luego tu se lo cobras o te desquitas con otros; dime cuanto tienes y te diré cuanto vales; dime cuanto produces y te diré cuanto vales; dime cuantos placeres puedes darte y te diré cuanto éxito tienes; dale culto a tu cuerpo prepara tu figura para poder seducir y darte a una vida hedonista. La catequesis del mundo se introduce poco a poco, te dice has trabajado toda la semana ¿para qué vas a gastar tiempo en una reunión de comunidad o en ir a Misa? O ahora que hemos tenido que recurrir a los medios digitales para mantener encendida la lámpara de la fe te dice “Por videoconferencia no es lo mismo mejor no participes, mira mejor videos virales en internet” etc. Todo esto va haciendo mella hasta el punto en que también a nosotros nos parece que que vivimos en medio de un sociedad pagana enmascarada por un cristianismo light.

Los cristianos hemos de ver el mundo con las categorías del Evangelio animados por el Espíritu Santo, que disipa toda tiniebla, es Él quien nos impulso a la abnegación, a tomar nuestra cruz de cada día, a no dejarnos llevar ni por las seducciones del mundo ni por las debilidades de la carne, Él nos amonesta cuando nos desviamos del buen camino, y nos ánima cuando el fantasma del desaliento se asoma. El Espíritu Santo nos recuerda que tenemos un Padre Bueno que vela por nosotros y que nos dejará caer en la tentación. El Espíritu Santo es aquel que busca reanimar a los matrimonios en medio de la dificultades, que busca sembrar paz entre las familias que están en conflicto, que busca dar confianza y valor al que siente que ya no puede más, es el que busca sostiene la oración de tantos padres de familia por sus hijos, es el que te anima cada mañana a ir al trabajo no sólo para ganar el pan de cada día sino también para que desarrolles las gracias que Dios ha puesto en ti, es él que te invita a estar ahí para tus amigos, aunque sea con una llamada por teléfono, es el que te exhorta a reconciliarte con aquellas personas a las que pudiste haber ofendido más allá si los consideras superiores o subordinados  como en las relaciones padres-hijos, maestros-alumnos, jefe-empleados, etc.

Es el Espíritu Santo el que te lleva a ver como tu vida no es indiferente en este mundo y como tu cuentas para que el Evangelio llegue a toda la tierra, pero también te recuerda que no es tus fuerzas que habrás de lograr esto, que todo es acción de su gracia, es Él quien tiene la iniciativa, es el quien te va configurando con Cristo, es el quien te santifica. Y a veces te llevará como aquel que no ve por donde camina, y te dirá “déjate llevar” que yo sé los planes que tengo para ti. Basta ver la curación realizada por Jesús en el Evangelio, ¿aquel hombre esperaba ser liberado en ese momento del espíritu inmundo? Y sin embargo el Señor se apiadó de Él y transformó su vida, y tan importante ha sido aquel hombre en la evangelización, que aunque ya pasaron dos mil años aún se sigue contando su historia.

Por eso despierta hermano, despierta hermana, y estate antento al paso de tu Señor, el te habla y toca tu corazón, y te llama a que redobles tu fuerzas en este combate espiritual, discierne su voz y síguele, no te dejes seducir por las palabras aparentemente bonitas de la catequesis del mundo ni te dejes desanimar por los enemigos de la fe, nada contracorriente, que el Espíritu Santo te dará la gracia, te dará su vida divina, te dará tu fuerza para que no desfallezcas

«El que está despierto juzga rectamente tanto de que él está despierto como de que otro duerme; pero el dormido no tiene un juicio recto ni de sí mismo ni del que está despierto (…). Y según esto dice el Apóstol que el hombre espiritual juzga de todo: porque el hombre que tiene el entendimiento iluminado y el afecto ordenado por el Espíritu Santo, juzga rectamente de las cosas particulares que tienen relación con la salvación. El que no es espiritual tiene el entendimiento oscurecido y el afecto desordenado para los bienes espirituales, y por tanto el hombre espiritual no puede ser juzgado por el no espiritual, como tampoco el despierto por el dormido» (Sto. Tomás de Aquino, Super   1   Corinthios, ad loc.).

IMG: «San Pablo predicando en Éfeso» de Eustache Le Sueuer