Lunes – XII semana del TO – Año par
• 1Co 2, 1-5. Os anuncié a Cristo crucificado.
• Sal 118. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
• Lc 4, 16-30. Me ha enviado a evangelizar a los pobres… Ningún profeta es aceptado en su pueblo.
En la meditación continuada que venimos haciendo de la primera carta de san Pablo a los corintios, vemos ahora como la victoria de la sabiduría divina sobre la humana se manifestado en Cristo crucificado, Él es el mensaje central del apóstol. En medio de las desavenencias que vivía la comunidad portuaria de Corinto san Pablo les recuerda que su predicación no ha sido con la gran elocuencia o con elucubraciones complejas, antes bien, su mensaje es sencillo, Cristo crucificado, el Hijo de Dios que asumió nuestra naturaleza humana encarnándose en el seno de María santísima y que fue inmolado en el madero de la cruz para la salvación de la humanidad.
“El Crucificado desvela, por una parte, la debilidad del hombre; y, por otra, el verdadero poder de Dios, es decir, la gratuidad del amor: precisamente esta gratuidad total del amor es la verdadera sabiduría. San Pablo lo experimentó incluso en su carne, como lo testimonia en varios pasajes de su itinerario espiritual, que se han convertido en puntos de referencia precisos para todo discípulo de Jesús: «Él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza»» (2Co 12, 9); y también: «Ha escogido Dios lo débil del mundo para confundir lo fuerte» (1Co 1, 28). El Apóstol se identifica hasta tal punto con Cristo que también él, aun en medio de numerosas pruebas, vive en la fe del Hijo de Dios que lo amó y se entregó por sus pecados y por los de todos (cf. Ga 1, 4; 2, 20). Este dato autobiográfico del Apóstol es paradigmático para todos nosotros.” Benedicto XVI, Catequesis, 29 de octubre de 2008
Es Dios quien ha tomado la iniciativa de salir a nuestro encuentro, es Él que viendo nuestra miseria ha venido a socorrernos con su misericordia, es Él quien con su poder se ha coronado de gloria y esplendor. La fuerza del cristiana radica en reconocer su debilidad y dejarse socorrer por Aquel que ha salido a su encuentro. La cruz es escuela de humildad, la cual nos abre las puertas a la vida de la gracia.
Tan necesaria es que cuando esta ausente el hombre pone un obstáculo en su relación con Dios, basta ver como Jesús no obró grandes signos y prodigios en Nazaret como lo hiciese en Cafarnaúm. El afán desordenado de propia excelencia nos lleva a ponernos en un lugar que no nos corresponde, nos lleva a querer ocupar el lugar de Dios. El texto que hemos escuchado de san Lucas es para nosotros una gran lección para abrirnos a las bendiciones de Dios en nuestra vida.
Jesús estaba anunciando como la Buena Nueva se comenzaba a cumplir, las palabras del profeta se haría vida en Él, muchos le admiraron, pero la admiración no se transforma siempre en seguimiento, en ocasiones se vuelve envidia, que no es otra cosa sino la tristeza generada por el bien ajeno, esta es la trampa de aquel que con mirada estrecha no es capaz de ver que el bien del otro es bien para sí mismo. Aquellos que en la sinagoga pudieron haber descubierto la bondad de Dios que envió a su Hijo Único para salvarnos se encerraron en su propia manera de ver el mundo y no supieron reconocer el paso de Dios por su historia.
Roguemos al Señor en este día nos conceda la gracia de un corazón humilde, que sepa leer la realidad con ojos de fe, para que sepamos aprovechar las grandes bondad y beneficios que proporciona a aquellos que abrazan el mensaje de la Cruz.
IMG: «Cristo predicando» de Rembrandt