Anunciando la llegada del Señor

19 de diciembre – novena de Navidad

Jc 13, 2-7. 24-25a. El nacimiento de Sansón es anunciado por ángel
Sal 70. Que mi boca, Señor, no deje de alabarte
Lc 1, 5-25. El nacimiento de Juan es anunciado por un ángel

Las lecturas de este día nos presentan dos hechos portentosos, muy similares entre ellos, la concepción milagrosa de Sansón y de san Juan Bautista, es un hecho sobrenatural no sólo por la intervención directa del Altísimo que anuncia su obra através de un mensajero suyo (recordemos que éste es el significado original de la palabra “ángel”) sino que también la concepción ocurre venciendo la esterilidad de dos mujeres, la madre de Sansón e Isabel.

Asimismo, se ve un diálogo entre los futuros padres de estos niños con el ángel, si bien en ellos encontramos matices diferentes. Por un lado, Manoj no se mostró incrédulo, sino que pidió una nueva intervención del ángel para saber como educar al niño que nacería puesto que sería un hombre enviado por Dios, reconoce que junto a su esposa han sido elegidos como padres de uno que sería don del Altísimo para su Pueblo.

Por otro lado, Zacarías, no obstante ser un sacerdote del Templo, enfrentó gran dificultad en creer en la acción de Dios, aun a pesar que seguramente tendría conocimiento de cómo el Señor había obrado en el pasado en el caso de la madre de Sansón y de Ana, la madre de Samuel (otro caso similar de milagro que sana la esterilidad), por eso queda mudo, podríamos pensar como en el silencio que le  fue impuesto pudo contemplar las maravillas que el Señor estaba obrando através de su familia con el nacimiento de esto niño, de modo este período fue más que castigo, medicina para su incredulidad, por ello prorrupirá en alabanzas al nacimiento de san Juan Bautista.

Otro hecho a notar es la diferencia de la intervención angélica, en el primero el ángel se aparece y se rehúsa a decir su nombre, diciendo que es “misterioso”, ello hace destacar la trascendencia no sólo de su ser, sino también de la acción de Dios que es sobrenatural. En el caso de Zacarías, el ángel da a conocer su nombre, estamos ya en el preámbulo de una una nueva fase de la historia, pues el Verbo está por encarnarse en el seno de María santísima, con este hecho se nos manfiesta la cercanía de Dios al hombre, entra en nuestra historia. Esto no significa que deje de ser Grande, Soberano y Trascendente, antes bien porque Él es así el hecho de la Encarnación significa tanto para la humanidad, pues la eleva hacia Sí.

Recordemos que Jesús nos hace posible ser partícipes de la misma vida divina, al unir en sí la naturaleza divina y la naturaleza humana. Así nos llenamos de gozo en el Señor, puesto que nos haces capaces de tan grandes dones, ciertamente es un misterio sublime que la creatura sea enaltecida de tal manera por el Creador, ni siquiera los ángeles, con toda su pureza y bondad, participan de tal modo de la divinidad de Dios al punto de ser llamado hijos de Dios; por eso ellos se alegran por nosotros y con nosotros, por ello cantan con gozo “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” al nacimiento del Hijo de Dios en el portal de Belén.

También podemos meditar sobre el rol que tendrían los niños que habrían de nacer, por un lado Sansón será un consagrado del Señor, el cual, vencerá a los filisteos que atacaban al Pueblo elegido por Dios, será su defensor; por otro lado, san Juan Bautista será el precursor de Jesucristo llamado a vencer también los enemigos del Pueblo de Dios, sólo que estos son de otra naturaleza, él combatirá el pecado invitando a la conversión con vistas a preparar los corazones de los hombres a la llegada del Cordero de Dios que quitará el pecado del mundo.

Dios nunca abandona a su Pueblo, camina con él, suscitando hombres y mujeres (como Sansón, Manoj y su esposa, san Juan Bautista, santa Isabel y san Zacarías) que le ayuden a vencer los enemigos que buscan su muerte, victoria que quedó marcada en la Cruz de Cristo, donde las fuerzas del pecado fueron derrotadas con la muerte por Amor del Hijo de Dios.

Por último, consideremos también las palabras de santa Isabel, palabras que brotan de un corazón que se ha sabido amado, que se ha sabido redimido, que se sabido consolado, que no puede sino alabar por las obras que hace Dios en la vida de los hombres, cuanto gozo expresa la santa al decir: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mí para quitar mi oprobio ante la gente». (Lc 1, 25). ¿No hemos de conmovernos ante una expresión tan grande de felicidad? ¿No deberíamos decir nosotros las mismas palabras siempre que salimos del confesionario? ¿No deberíamos exultar con estas palabras cuando recordamos todos los beneficios recibidos por el Señor?

Que este día podamos dar gracias a Dios por todos los beneficios recibidos de su generosidad, y que el ejemplo de los hombres y mujeres del evangelio de hoy, sean un aliciente para nosotros, así igual que ellos podamos colaborar a la gracia que quiera derramar en nosotros, gracia que sabemos que es siempre fecunda pues su beneficio no queda sólo en nosotros sino que sobreabunda y llega a todos nuestros hermanos, puesto que formamos un solo Cuerpo en Jesucristo.

Nota: La imagen es la «Aparición del ángel a Zacarías», miniatura de Cristóforo de Predis (1476)

Apéndice:

Extracto de un sermón de fray Juan Taulero o. p. sobre la navidad (Siglo XIV)

«He aquí que deberás guardar silencio» (Lc 1,20).

Por Navidad celebramos un triple nacimiento… El primero y más sublime es el nacimiento del Hijo único engendrado por el Padre celestial en la esencia divina, en la distinción de las personas. El segundo nacimiento es el que tiene lugar a través de una madre, la cual, en su fecundidad ha conservado la pureza absoluta de su castidad virginal. El tercero es aquel a través del cual Dios, todos los días y a todas horas, nace en verdad, espiritualmente, por la gracia y el amor, en un alma buena…

Por este tercer nacimiento es por el que no debe quedar en nosotros más que una búsqueda simple y pura de Dios, sin ningún otro deseo que el de no tener nada propio…, con la única voluntad de ser de él, de darle cabida en nosotros de la manera más elevada, la más íntima con él, para que él pueda llevar a cabo su obra y nacer en nosotros sin que interpongamos ningún obstáculo… Por eso san Agustín nos dice: “Vacíate para que puedas ser llenado; sal para poder entrar”, y en otra parte: “Oh tú, alma noble, noble criatura, ¿por qué buscas fuera de ti al que está en ti, todo entero, de la manera más real y manifiesta? Y puesto que tú participas de la naturaleza divina, ¿qué te importan las cosas creadas y qué tienes que hacer con ellas?”. Si el hombre preparara así el lugar en el fondo de sí mismo, Dios, sin duda alguna, estaría obligado a llenarlo y completamente; si no fuera así, el cielo se rompería para llenar el vacío. Dios no puede dejar las cosas vacías; eso sería contrario a su naturaleza, a su justicia.

Por eso debes callarte; entonces, la Palabra de este nacimiento, podrá ser pronunciada en ti y tú podrás escucharla. Pero, debes estar seguro que, si quieres hablar, él debe callarse. No se puede servir mejor al Verbo que escuchándole y callándose. Si tú, pues, sales completamente de ti mismo, Dios entrará todo entero; tanto en cuanto tú sales, él entra, ni más ni menos.