Entrando en el descanso del Señor

Habitualmente cuando pensamos en la palabra “descanso” muchos pensamos en primer lugar en “no hacer nada”, “ir de vacaciones”, “distraerse”, “perder el tiempo” y cosas similares. De hecho, la imagen común que ronda en la mente de aquel que descansa es estar reposando en una hamaca o una cama mientras se ve televisión o cosas por el estilo. Dirían los filósofos es nuestro princeps analogatum, nuestro criterio de comparación. Si embargo, en la espiritualidad bíblica, la concepción de descanso es diferente, porque el criterio de comparación varía, para profundizar a que se refiere al escritor sagrado cuando nos dice “a los que hemos creído hemos entrado en el descanso” hemos de recordar que el primero que descansa en la Sagrada Escritura es el mismo Dios, que al séptimo día, luego de haber creado todo cuanto existe descansó. 

El autor de la carta a lo Hebreos incluso nos ha venido haciendo una relectura de la historia del Pueblo de Israel peregrino por el desierto rumbo a la tierra prometida y lo ha hecho en clave cristiana, para mostrarnos como nosotros peregrinos por este mundo rumbo a la patria celestial hemos de buscar vivir en fidelidad al Señor que nos ha liberado por la obediencia de la fe hasta que alcancemos ese dichoso destino para el cual nos ha pensado, cuando finalmente entremos en el descanso del Señor, en su paz. Así el horizonte va más allá de una mera paz y tranquilidad terrena, la meta se pone en la eternidad junto a Dios, que llevando a plenitud la buena obra que un día comenzó, nos hará participes del bienaventuranza eterna. 

Esta perspectiva es hermosa porque el “hoy”, en el que meditábamos ayer como el tiempo en el que el Señor pasa por nuestra historia ofreciéndonos gozar de su amor misericordioso, se abre hacia el “descanso en el Señor” cuando eternamente gocemos por Él, con Él y en Él de la gloria del Nuevo día en la Nueva creación.

«Éste será realmente el gran sábado que no tendrá tarde, ese sábado encarecido por el Señor en las primeras obras de su creación (…). Allí, en quietud, veremos que Él es Dios, reparados por Él y consumados por una gracia más abundante, descansaremos eternamente viendo que Él es Dios y seremos llenos de Él cuando Él será todo en todas las cosas» (S. Agustín, De civitate Dei 22,30).

En el santo Evangelio vemos nuevamente a Jesús entre la multitud de los que acudían a escucharle y a buscar alivio a su dolor, sin embargo, a diferencia de las intervenciones anteriores hoy hará manifestación de que no sólo tiene poder sobre las fuerzas naturales que aquejan al hombre, sino también sobre el pecado, dando a conocer su divinidad. El Señor busca salvar al hombre, y al hombre completo, si el cuerpo se siente aliviado de la parálisis poniéndose en pie, el alma haría lo mismo superando la parálisis espiritual en la que puede encontrarse a causa del pecado. 

Pero la dimensión divina de Jesús no sólo se manifiesta en este hecho, sino que también podemos notar como conoce el interior de todos los hombres, sabe de qué estamos hecho y lo que albergamos en el corazón, así descubre los pensamientos de los escribas y fariseos como los de aquellos amigos del paralítico que hicieron hasta lo imposible por llevarlo a la presencia del Señor.

San Juan Crisóstomo también nos invita a tener siempre presente que «Cuando hay que castigar o premiar, o perdonar los pecados, o determinar una ley, o hacer cosas mucho más importantes, no encontrarás jamás al Señor llamando a su padre o suplicándole, sino que hace todas estas cosas con propia autonomía» (S. Juan Crisóstomo, De Christi precibus 10,165-171).

Roguemos al Señor nos conceda la gracia en este día de hacer experiencia de aquella fuerza liberadora de su gracia, para que libres de las ataduras del pecado y de la muerte, un día también podamos entre en el gozo de la eternidad junto a los ángeles y santos. 

Lecturas

Hb 4, 1-5.11. Empeñémonos en entrar en aquel descanso.
Sal 77. ¡No olviden las acciones de Dios!
Mc 2, 1-12. El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar los pecados

Viernes – I semana del TO – Año I

IMG: «Curación del Paralítico» de Giovanni Antonio Pellegrini