La historia del hombre con el Señor, sin lugar a dudas es una historia de amor, en la cual, Él, infinitamente amoroso y lleno de misericordia, se compadece de todos y cada uno y con dulzura y bondad busca llamarnos hacia Sí.Al contemplar al antiguo Pueblo de Israel vemos como el Señor se eligió un hombre, y de él hizo brotar una descendencia con la que Dios se formó a su Pueblo, aunque amenazado por diferentes enemigos el Señor siempre salió en su defensa, en medio de la opresión de la dura esclavitud, Él fue su libertador, y cuando seducido por el mundo y engañado por el demonio murmuró contra Él y se alejó cayendo en el pecado, Dios una y otra vez ha buscado atraerlo hacia Sí.
El Pueblo elegido por Él, separado de entre todos los demás pueblos, el Pueblo que el consagró para Sí, nos muestra de alguna manera como los hombres muchas veces seguimos esta misma historia, pero más aún nos muestra como Dios sigue siendo siempre fiel, Él no desdice su alianza sino que, no obstante nuestras quebrantamientos al pacto de amor, Él siempre sale a nuestra búsqueda de modo que entremos en la conversión del corazón, una conversión que tiene por meta la conformación de nuestro corazón al Suyo, siguiendo sus mandatos y preceptos nosotros no anhelamos otra cosa sino hacer su voluntad.
En este sentido las palabras del Sermón de la Montaña cobran un mayor sentido, Jesús nos llama a la perfección, es decir su voluntad es que seamos perfectos como el Padre celestial, pero ¿qué es esta perfección? Habitualmente la asociamos con no cometer errores, que nuestros planes se cumplan sin problemas, que todo se haga súbitamente y sin mucho esfuerzo, queremos poderlo todo y saberlo todo de modo que no descubramos debilidades que nos hagan caer.
Sin embargo, estos aspectos propiamente hablando son un elementos que denotan muchas veces nuestra limitación en cuanto creaturas, si nos fijamos bien en el contexto que Jesús habla de la perfección nos daremos cuenta que está hablando sobre el perdón, la atención al necesitado y las relaciones con aquellos que nos procuran al mal, todo esto lo podríamos resumir en una palabra: amor.
Jesús nos está hablando de imitar la perfección de Dios en el amor, la voluntad de Dios para nosotros es vivir en el amor buscando hacer el bien a los demás. Por ello san Lucas en el texto paralelo a éste dirá “sean misericordiosos como su Padre celestial es misericordioso” (Lc 6, 36).
Y esta perfección es una meta que se consigue poco a poco, es por ello un deber de tendencia, no estoy llamado a ser perfecto en el amor de inmediato sino que es una tarea que durará toda la vida, y cuanto más obremos según la palabra de Dios, cuanto más perfectos en el amor iremos siendo.
La Iglesia cuando nos recuerda nuestro llamado a la santidad, que no es otra cosa sino el llamado a vivir en plenitud nuestra consagración bautismal, nos invita a participar de la santidad de Dios, nos enseña que nuestra búsqueda ha de ser de alcanzar la perfección de la caridad, la perfección en el amor.
La santidad es la meta, y a ella caminamos conforme nos vamos asemejando a Jesucristo, el itinerario de santidad es un continuo configurarnos con Él, parecernos a Él. “Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo, para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen, y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos” (LG 40).
Alcanzar el ideal de perfección cristiana en el amor es una tarea que nos llevará toda la vida, hasta que lleguemos a unirnos totalmente a Jesús en el amor, y ello implicará en ocasiones el sufrimiento
“El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cf 2Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas: El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce (S. Gregorio de Nisa, hom. in Cant. 8).” (Catecismo de la Iglesia 2015)
La santidad es nuestra meta en cuanto que es el modo en que se realiza el plan de Dios en nuestra vida, todo nuestro deseo en este mundo es que Dios sea glorificado, y glorificamos a Dios cuanto más santamente vivimos. Pero no hemos de olvidar un punto sumamente importante, en la perfección del amor, el punto de partida es que Dios nos amó primero, al buscar entrar en su voluntad nosotros lo que estamos haciendo es corresponder a su acción en nuestras vidas.
Roguemos al Señor nos conceda la gracia de saber descubrir su voluntad en medio de nuestro día, que nos conceda la gracia de saber descubrir su amor en nuestra historia y el modo en que quiere que amemos incluso si ello implica procurar el bien a aquellos que nos hacen el mal. Amén.
IMG: «Corazón de Jesús», iglesia de Todos los santos, en Saint Peters Missouri
Sábado – I semana de cuaresma – Año par
- Dt 26, 16-19. Serás el pueblo santo del Señor, tu Dios.
- Sal 118. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
- Mt 5, 43-48. Sed perfectos como vuestro Padre celestial.