La familia en tiempos de Pandemia

Introducción.

La realidad en la que nos encontramos en estos momentos ciertamente presenta numerosos desafíos particulares en la convivencia familiar, las relaciones humanas se ven afectadas por el modo en que cada uno de los miembros del hogar reacciona al tratar con la situación difícil. La cuarentena y el asilamiento social ha traído también la necesidad de aprender a estar juntos en grupos pequeños por períodos prolongados de tiempo. La soledad y el abrirse a grupos más amplios ciertamente es necesario en la vida de todo ser humano sin embargo los tiempos de crisis requieren medidas especiales. A esto sumemos la pérdida  del empleo, la sobrecarga laboral por la reducción de puestos, los conflictos en el trabajo, por la calle o en el hogar, la preocupación por la propia salud y la de nuestros seres queridos, las diferentes etapas de la vida de cada individuo sean adolescentes, niños, adultos o ancianos; la afluencia de noticias en un mundo hiperconectado, los temperamentos de cada uno, la muerte de seres queridos cuyo luto hemos tenido que vivir de un modo diferente, el temor al contagio, etc. 

Se presentan numerosos factores que se convierten en caldo de cultivo para hacer estallar a cualquiera. Todos hemos visto como los ataques de ira se han hecho cada vez más comunes, a esto sumemos los problemas de ansiedad y la tristeza que en mayor o menor medida ha ido haciendo mella en diferentes personas. Y aunque sabemos que muchas de estas situaciones pueden ser naturales en medio de la situación que vivimos no por eso las calificamos de deseables, es más hay quienes aprovechándose del contexto de la pandemia en que nos encontramos imbuidos comienzan a desentenderse de la responsabilidad que tienen en educar el manejo de sus emociones. 

Un buen cristiano sabe que no es de palo, se verá afectado por diferentes realidades a lo largo de su vida y, como en todo, deberá saber iluminar su realidad desde la fe, dando un enfoque particular a esas realidades tan naturales, para sobrenaturalizarlas buscando hacer de aquellas ocasiones de caída una ocasión de virtud, sabiendo que la santificación se realiza en un aquí y ahora históricos concretos. De ahí que muchas personas frecuentan más la Iglesia, los sacramentos y el diálogo con los sacerdotes para saber aprovechar esta situación como una ocasión para crecer en santidad.

A la Iglesia preguntamos como puedo glorificar al Señor viviendo en santidad cuando tengo que afrontar esta situación en donde todo me juega en contra, si ya parecía difícil vivir como cristiano hoy parece que es imposible. Y muchos al descubrir su debilidad se desaniman, caen en la desesperación y prefieren retirarse o alejarse de aquella actividad que les hacía participar como miembro vivo dentro de la Iglesia. Aprendemos a usar la pandemia como una “coronaexcusa” para tirar la toalla y resignarme a no luchar contra el pecado en vez de hacer de la crisis una ocasión para crecer en santidad. 

Conociendo nuestro mundo interior

En medio de este tiempo de pandemia muchos nos sentimos muy culpables porque “reaccioné de esta manera” “grité” “hice esto” o “no hice aquello”, “ya no valgo la pena” “para que perseverar” “soy mala madre” “soy un mal padre” “que hijo más desagradecido” y aunque buscamos mil y un razones para justificarnos “es que me presionaron” “es que no tuve de otra” “es que ya no aguantaba” al final sabemos que actuamos mal y han sido tantas las veces que ya no queremos luchar, no logramos hacer las cosas bien en el tiempo que nos lo propusimos entonces significa que no sirvo. Si tu te sientes así o te has sentido tentado a pensar de esa manera, querido hermano, querida hermana, quiero decirte respira, date lugar de ser humano, de no ser perfecto, sí reconoce tus fragilidades, no niegues tus errores ni tus debilidades, asúmelos, hazte responsable de ellos, no desfallezcas, no somos de palo, ni máquinas, ni robots, parte de nuestra constitución es la dimensión emocional con la que tenemos que tratar y en la que cada uno es diferente, las emociones pueden ser una fuerza que nos puede ayudar a alcanzar grandes objetivos.

Sin embargo, a lo largo de la historia, hay quienes las han visto como algo negativo, por ej. los filósofos estoicos las llamaban “perturbaciones del alma” dándoles un carácter negativo, buscaban extirparlas de sí mismos, en cambio, otras corrientes filosóficas de antropologías antiguas como la escuela aristotélica fueron más allá y descubrieron que podrían ayudar en la búsqueda del bien. Los cristianos al contemplar al Hijo de Dios, que asumió nuestra naturaleza humana, y por tanto también nuestra dimensión emocional descubrimos que son parte del plan de Dios para el hombre, (¿alguna vez has considerado las emociones en Jesús según la describen los evangelios?), por tanto, si Dios las ha querido ellas tendrán también un rol importante en nuestra vida. Los maestros antiguos de vida espirituales contemplaban las emociones dentro de nuestro mundo pasional, es decir es reacción anímica y fisiológica ante aquello que viene de fuera, clásicamente santo Tomás de Aquino llegado el medioevo enumeraba las siguientes: 

  • El bien simplemente aprehendido, reconocerlo como algo “que va” para nosotros, produce amor
  • El bien futuro, estando en camino de su consecución, produce el deseo
  • El bien presente produce el gozo
  • El bien arduo ausente en cuanto posible produce esperanza, en cuanto ausente, la desesperación
  • El mal simplemente aprehendido, reconocerlo como algo “que no va” con nosotros es contrario a mi, produce el odio. Como hay algo a lo que tiendo como bueno soy capaz de reconocer aquello que no va en ese sentido o que es contrario.
  • El mal futuro produce la aversión
  • El mal presente produce la tristeza
  • El mal arduo ausente en cuanto superable, la audacia, y en cuanto insuperable, el temor
  • El mal arduo presente, la ira

Esta clasificación nos da luces, ahora bien, independientemente enumeremos sólo estas o detallemos en mayor profundidad las cosas, lo que tenemos que recordar es que la esfera emocional es propia de nuestra naturaleza, no hemos de rechazarla, sino aprender a educar el uso y manifestación de esta dimensión de nuestro ser, hemos incorporar las emociones al todo de nuestra vida a través del ejercicio de las virtudes. Por ejemplo, una persona que tiende naturalmente a un ánimo iracundo asumiendo esa realidad y controlando sus manifestaciones puede descubrir que esa misma energía que mal encauzada la lleva incluso a deseos de violencia, puede ser la misma que le haga lanzarse con firmeza y constancia a tareas en las que otros quizás se desanimarían a la primera.

En este tiempo de pandemia muchos hemos hecho experiencia del descubrimiento de este mundo emocional del cual muchas veces no somos conscientes, las emociones muchas veces revelan algo de nosotros, pero no lo agotan todo, somos mucho más que eso. Entonces, ante los diferentes desafíos hemos de aprender a reconocer qué siento, de dónde viene, hacia donde me lleva, en qué circunstancias se manifiesta, cómo se manifiesta, etc. Para poder ordenarlas rectamente. No puedo controlar del todo lo que siento, pero si puedo educar lo que hago con ello. Es justamente ahí donde hemos de poner la atención, haré de aquel momento una ocasión para trabajar una virtud ganando un mérito o me dejaré llevar cayendo en el pecado.

La educación de nuestras emociones manifiesta mayores dificultades en determinadas etapas de la vida por ejemplo la adolescencia o en tiempos de crisis, como los que estamos viviendo, no hemos de perder la calma sino ante todo aprender a reconocer, asumir, y luego secundar acciones que conlleven a la vivencia adecuada de esta dimensión de nuestra vida. Puede pensarse hacia a la adultez que esto ya estaría formado en nosotros pero ante las nuevas realidades que hemos contemplado algunos quedan perplejos, se hacen preguntas como: ¿cuándo acabaré? ¿yo creía haber dominado esto ya? ¿qué sucede? No hay que perder la paz, antes bien situémonos no sólo en el aspecto particular de este mundo emotivo sino vamos más allá la santificación es un proceso que implica diferentes dimensiones de nuestra vida, la purificación de tantas realidades, en esto la palabra clave es: proceso, el camino de conversión está lleno de continuos procesos, nunca estamos del todo terminados, no aspiremos a resultados inmediatos pero poco duraderos, no apuntamos sólo a actos aislados sino que estamos forjando actitudes y comportamientos concretos habituales conforme a la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Tres problemas habituales que enfrentar: Ira, ansiedad y tristeza.

Yendo un poco más en concreto hay tres realidades que creo que en este tiempo hemos de aprender a enfrentar y a los cuales podemos dar alguna respuesta, siempre lo primero de todo es reconocer que hay un problema, asumirlo, para poder enfrentarlo. (Hemos de recalcar, aquí estamos hablando de estas situaciones en cuanto dificultades habituales, pero aclaro que el tratamiento de comportamientos patológicos que derivan de una situación prolongada y otras realidades deben ser acompañadas por profesionales de la salud mental. Habiendo hecho esta aclaración, continuemos):

  1. Ira

“Más vale hombre paciente que valiente” Pr 16, 32

Uno de los grandes problemas ha sido el manejo o control de la ira. Los enojos y conflictos no son ajenos a la convivencia familiar, pero en este tiempo se han acentuado, por ello quisiera darles algunos tips que nos pueden ayudar en este campo: En primer lugar hay que reconocer que a la base de todo está la percepción que uno tiene de un acontecimiento negativo, a veces no es la realidad objetiva, sino el modo en el que la percibo: “me está mirando a mí con desprecio” “siempre me critica” “es que me lo hace a propósito” (palabras clave “me” “mi” “conmigo”) y esto tiene también su correspondiente físico tensión, tono de voz elevado, respiración acelerada.

Mi examen de la realidad no corresponde con las cosas, a veces hace falta dar un paso atrás y observar las cosas desde otro punto de vista por ello, ante estas primeras manifestaciones hemos de ver si es posible alejarnos física y mentalmente, saber que no es momento de tomar decisiones ni de recurrir a las redes sociales, se recomienda por ejemplo hacer algún ejercicio de respiración “inhale y exhale profundamente 20 veces” el punto no es tanto el número sino descentrar la atención de aquellas emociones que se van acumulando. Cuando veo que en una discusión uno de los dos eleva el tono de la voz, buscar actuar por contrarios, no hacer lo mismo, el fuego no se apaga con fuego, recordémoslo. Evaluemos el medio que nos rodea ¿existen elementos que estén reforzando esta situación y que puedo evitar? ¿qué veo? ¿qué escucho? ¿qué hablo? No se trata de que seré impasible, que no debo de sentir nada, no, hemos dicho ya, se trata de aprender a controlar como lo manifiesto. ¿soy capaz de manifestar mi desacuerdo sin alterarme? ¿soy capaz de sacar las emociones negativas de alguna manera? ¿qué medios podría utilizar para no tragarme las cosas sino procesarlas adecuadamente?

  • La ansiedad

“A cada día le basta su afán” Mt 6, 34

Otro problema que se ha vivido es el de la ansiedad. Todos hemos experimentado el temor por la enfermedad, pero aquello que no debe llegar al punto de la parálisis de nuestra vida o la desesperación. En vez de pre-ocuparnos por futuros que no han llegado hemos de ocuparnos en aquello que podemos manejar, por eso hemos de procurar aprender a vivir un día a la vez, aprender a hacer uso de una agenda es importante para este fin. Hoy me veré de atender los asuntos que tocan a este día, ya mañana me ocupo de los de mañana. Podríamos hacer el ejercicio de establecer al inicio de la jornada un propósito a cumplir, una tarea a desarrollar, y al examinar la jornada al final de todo, revisar: ¿hice esto que tenía que hacer hoy? Y darme por satisfecho si lo hice. Esas pequeñas satisfacciones nos harán tanto bien. A veces conviene repasar los libros de historia y ver que no es la primera vez que la humanidad debe enfrentar dificultades, esto también pasará. Existen diferentes estrategias, el punto no es resolver el problema de la cuarentena o pandemia sino que puedo hacer yo en mi realidad concreta para vivir esta realidad.

Estos dos puntos se han visto potenciados sobre todo por el estrés que acumulamos en este tiempo, les comparto algunos consejos que la Arquidiócesis de Monterrey promovió para a los sacerdotes en un momento determinado y creo que nos puede ayudar a todos en estos tiempos.

  1. Ser realistas. No somos autosuficientes, creer que la gente espere o que nosotros esperemos poder hacerlo todo aumenta nuestro estrés, si necesitamos ayuda pidámoslo. La perfección y santidad cristianas no son tanto no equivocarse o ser autosuficientes cuanto dar lo mejor de sí mismo por amor a los demás, ahí está nuestra paz, puesto que si doy lo mejor de mí la conciencia no me reprocha nada. 
  2. Dormir bien. Algo tan básico puede ayudarnos mucho, se recargan baterías, si sabemos que hemos de tener un compromiso que abordar temprano no quedarnos hasta tarde despiertos, al final pagaran el precio de nuestras prisas la gente que nos encontremos por el camino porque estaremos más propensos a alterarnos y a ser poco tolerantes
  3. Aprender a relajarnos. Este es el antídoto natural del estrés, hacer ejercicio, técnicas de respiración, dedicarse al jardín, escuchar música agradable, ver un buen programa de televisión, darse un baño, etc.
  4. Cuidemos nuestro cuerpo. Mente sana en cuerpo sano decían los antiguos, hay que aprender a comer bien, sanamente, abstenerse del uso de drogas o sustancias adictivas que nos lleven a genera dependencias. Pueden aliviar momentáneamente pero no solucionan nada.
  5.  Cuidemos nuestros pensamientos: toda idea tiende a producir su acto correspondiente, si queremos evitar hacer algo hay que evitar pensarlo y si queremos hacer algo hay que pensarlo. Todo acto suscita un sentimiento que le corresponde, por lo que para educar un sentimiento y gobernarlo es necesario obrar como si se tuviera ya. A la vez los sentimientos refuerzan nuestra capacidad de obrar bien. 
  • Tristeza

“No te abandones a la tristeza, ni te atormentes con tus pensamientos. La alegría de corazón es vida para el hombre, y la felicidad le alarga los días. Distrae tu alma y consuela tu corazón, aparta de ti la tristeza; pues la tristeza ha perdido a muchos, de ella no se saca ningún provecho” Eclo 30, 21-23

Otro de los problemas que se han manifestado mucho en este tiempo sobre todo en los ancianos, aunque no es exclusivo de ellos, es la profunda tristeza que les embarga el corazón, se sienten desanimados, no quiere seguir adelante, aquello que posiblemente les alegraba como era la visita de familiares y amigos o participar en la vida comunitaria de la Iglesia o de la colonia ha tenido que venir a menos o detenerse del todo. Si hemos de tratar con alguien que en este contexto de pandemia ha caído en una gran tristeza ¿qué podemos hacer?

  1. Evitar toda crítica. Sea que se queje siempre o que se ponga malhumorado, ellos ya se sienten culpables por su situación, si nosotros reforzamos esto simplemente los sumimos más en la tristeza.
  2. Trasmítales apoyo. Una sonrisa, una palmada, pasar tiempo juntos, procurarle algo que le guste, echarle una mano con el trabajo. Que sienta la presencia de alguien que quiere apoyarse
  3. Hable con ellos. A veces uno se bloquea cree que no podrá salir adelante, es recomendable hablarle en términos positivos haciéndole ver que si sigue un camino adecuado sí es posible salir del escollo. Hablar se dice ayuda a organizar lo que se piensa y eso ya le ayuda a la persona, aunque repita lo mismo que ya dijo antes hay que escucharle.
  4. Hay que aprender a tener paciencia, recordemos hay una obra de misericordia que dice que hay que sufrir pacientemente los defectos del prójimo.
  5. Preguntémosle que es lo que necesita.
  6. Invitémosle a salir a hacer deporte en un espacio abierto o si no quiere ir afuera pues al menos dentro, si es un anciano podemos llevarlo a otro espacio de la casa quizás donde vea la calle o que tenga otro arreglo, si alguien que no puede moverse hay que mantener la habitación limpia y ordenada, cosas tan sencillas pero que no hay que menospreciar, no sólo digámosle a la gente que haga “x” o “y” cosas sino acompañémoslos. Busquemos actividades que le agraden.
  7. Valoremos las cosas que hace y hagámoselo saber. 

Conclusión.

Son muchos más los problemas que notamos y no podemos agotarlo todo, pero hemos de aprender a tratar las cosas, iluminar las cosas desde la fe que ilumina nuestra mente, claro en todo es preciso orar porque todo bien viene de Dios, pero también hemos de poner medios concretos que dependen de nuestra voluntad como algunas de las ideas anteriormente mencionadas, hemos de colaborar con la gracia que Dios nos va dando. Es muy necesario hacer espacios de silencio y oración para poder entrar dentro de nosotros y hacer un discernimiento de qué es lo que estamos viviendo, asimismo hemos de confrontarnos con la Palabra de Dios y en ella descubrir un auxilio divino sobre el como asumir las diferentes dimensiones de nuestra vida interior. Confiemos en el Señor que nos ayudará a aprovechar estos tiempos de crisis para purificar el corazón y crecer en el amor. No olvidemos lo que dice san Pablo en el capítulo 8 de la carta a los Romanos: “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de lo que le aman”

Alabado sea Jesucristo, por siempre sea alabado