Hch 3, 13-15.17-19. Ustedes dieron muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos
Sal 4. En ti, Señor, confío
1 Jn 2, 1-5. Cristo es la víctima de propiciación por nuestros pecados y por los del mundo entero
Lc 24, 35-48. Está escrito que Cristo tenía que padecer y tenía que resucitar de entre los muertos al tercer día
Las oraciones y los cantos de este tiempo de pascua nos hablan habitualmente de la alegría, el gozo, la exaltación y la novedad de la vida que brota de Cristo. Y parecería ser una hecho contrastante hablar de gozo y alegría cuando en la historia de la humanidad vemos tanta destrucción y guerra, cuando en la historia de nuestras naciones vemos tanta corrupción y desigualdad, cuando en la historia de la Iglesia vemos los estragos de la malicia de los hombres, cuando en nuestra propia historia personal encontramos tanto eventos de dolor y pena ocasionados por el mal cometido o por el que otros han cometido contra nosotros.
Es común vivir aquella tristeza y el temor que experimentaban en el corazón los discípulos reunidos luego de la crucifixión, habían visto morir a un inocente como criminal, el amigo fue cruelmente clavado en cruz, insultado, flagelado y vilmente asesinado, todas las esperanzas que habían puesto en Él se venían abajo porque no fue el mesías político que tanto anhelaban para la liberación de su pueblo. Y nosotros acaso no vivimos esa experiencia muchas veces ¿cómo no dolernos ante la violencia en forma física o verbal en el hogar? ¿cómo no dolernos al tener que tratar con las consecuencias de un adulterio en el matrimonio? ¿cómo no dolernos cuando vemos a niños que vimos y tratamos con tanto cariño crecer en jóvenes problemáticos o más aún en adultos indiferentes a todo discurso de vida sobrenatural? Y no pensemos sólo hacia afuera veamos lo que muchas veces pasa en nuestro interior ¿cómo no dolernos cuando vemos el espíritu de rebeldía, de rivalidad, de envidia, de lujuria, de vivacidad, de avaricia, que muchas veces se arraiga en lo profundo de nuestro corazón y nos hace entrar en una especie de ley de la selva en la que no solamente somos víctimas sino también victimarios? Porque lo que está adentro eventualmente se manifiesta al exterior, a la vez que nos hace entrar en la tristeza y aislamiento porque el que peca no sólo falta al amor sino que también sufre su pecado
Pero es precisamente en esos momentos de dolor que hemos de recordar, que la cruz es la antesala de la resurrección. Sí, Cristo murió por ti y por mí, para perdonar ese pecado, , para transformar los sentimientos de culpa y vergüenza en arrepentimiento y propósito de enmienda, el quiere sanar nuestros corazones heridos y que rompamos con el círculo vicioso que nos sume en la tristeza y nos conduce a la verdadera alegría del corazón. La luz del resucitado, la luz de la pascua que pasapor toda nuestra historia, la ilumina y le da forma, la convierte en una historia de salvación. Cristo es el Mesías que viene a liberar a la humanidad no de un mero dominio de un imperio terreno y temporal sino de algo mucho más grande, Cristo viene a dar la vida eterna y la patria celeste. La resurrección de Jesús nos recuerda que la muerte y el pecado no tienen la última palabra, que hay una esperanza, y como dice el catecismo de la Iglesia, nosotros también resucitaremos “como Él, con Él y por Él” y de hecho en virtud del Bautismo hemos comenzado a gozar ya de esa vida nueva y por si fuera poco, en caso que la hubiésemos perdido por el pecado mortal, se nos ofrece el sacramento de la Reconciliación para volvernos a Él, la pascua también brilla en el tribunal de la misericordia.
Es a la luz de la Pascua que los apóstoles comprendieron las Escrituras, es más, es en el encuentro con Jesucristo vivo y presente en medio de ellos, que experimentaron el ardor de los corazones que se encienden en la hoguera del Corazón de Jesús y que como una antorcha ardiente disipa la tiniebla de la tristeza y angustia y permite ver con claridad el plan de Dios. Es bajo esta luz como Pedro podrá ver que no obstante el mal cometido por los asesinos de Jesús, el Señor se valió de eso para transformar el mal a fuerza de bien, ofreciendo el perdón no sólo a los responsables de su muerte sino el perdón de todos los pecados de la humanidad entera. Y el jefe de los apóstoles nos invitará a abrazarlo através del arrepentimiento y la conversión.
Jesus resucitó y subió al cielo para interceder por nosotros, en modo que no temamos si caemos sino que enmendandonos, pidamos perdón y nos dejemos llenar de su gracia y así alcemos de nuevo la cabeza confiados en que el esté intercediendo por nosotros, ofreciendo el culto agradable al Padre en el amor del Espíritu Santo. Si uno se equivoca se corrige, y si va bien, pues que se empeñe en buscar el modo de hacerlo siempre mejor. ¡Que alegría encontrará el hombre el día en que el Padre eterno vea en él un corazón que late con el amor del Corazón de su Hijo Único!
La pascua ilumina como la luz en medio de tinieblas toda la historia de la humanidad, pero ella se realiza en personas concretas, que con una vida entregada por la fe e impulsada por la esperanza buscan transformar por el amor a Dios todo el orden temporal, de modo que sea una alabanza para la Santísima Trinidad.
Que el Señor nos conceda la gracia de dejarnos transformar por la fe en su Resurrección de modo que podamos llevar su amor a toda la humanidad, que lata en nosotros el Corazón de Cristo para que ame en nosotros el mismo Cristo.
IMG: «Cristo Resucitado» Catedral de Worms