Viernes – III Semana de Pascua
- Hch 9, 1-20. Ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a los pueblos.
- Sal 116. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
- Jn 6, 52-59. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
En el meditar de estos días hemos venido observando los primeros pasos de la Iglesia naciente, como gozan de tantos beneficios del Señor, como son guíados por el Espíritu Santo, como se cumple Su palabra en ellos confirmando su predicación con grandes signos y prodigios, pero también se cumple en relación a las persecuciones crueles que habrían de sucederse.
En este marco vemos hoy la Conversión de san Pablo, que se podría comentar detalladamente, sin embargo si damos una visión general dentro de su contexto, es también muy aleccionador la realidad que obra el Señor, les propongo dos puntitos, en primer lugar ver cómo se identifica Él con su Cuerpo Místico, con su Iglesia, “¿por qué me persigues?” dice Cristo a Pablo, que profundo, lo hecho a su Iglesia es hecho a Él ¿qué hacemos o no hacemos nosotros por su Iglesia?, bueno o malo, sería buen tema para meditar. Segundo, la maravilla que obra el Señor al hacer de uno de los más acérrimos perseguidores de la Iglesia uno de los más grandes apóstoles, ¿cómo cerrarnos a la esperanza de la conversión de alguien cuando vemos el testimonio de la conversión de san Pablo? Mientras estemos en este mundo nadie debe perder la esperanza pero recordemos que ésta se apoya en que es Dios quien actúa, no según nuestros tiempos y medidas, sino según su infinita sabiduría.
Por otro lado en el Santo Evangelio vemos como el discurso de Jesús se va profundizando, sus interlocutores comienzan a cuestionarse sobre sus palabras, ciertamente no son fáciles vistas de modo natural y humano, para llegar a abrazarlas se requiere la fe, un modo sobrenatural de conocer. Jesús les ha venido preparando para abrazar este don, pasó de darles un alimento material a purificar su corazón para que se abrieran a “toda palabra que sale de la boca de Dios”, luego les da a conocer al Padre y cómo Él ha venido a hacerse su voluntad, se manifiesta a sí mismo como Dios venido de lo alto, les invita a tener confianza en Él puesto que ninguno de los que el Padre le dio habrá de perderse, y va insistiendo en la idea de que su Carnes y su Sangre son verdadero alimento y bebida.
«Estas invitaciones, estas promesas y estas amenazas nacen todas del gran deseo que tiene (Jesús) de unirse a nosotros en este Sacramento. Pero ¿por qué desea tanto Jesucristo que vayamos a recibirle en la sagrada Comunión? He aquí la razón: El amor…siempre aspira y tiende a la unión, como dice Santo Tomás ‘los amigos que se aman de corazón quisieran estar de tal modo unidos que no formaran más que uno solo’. esto ha pasado con el inmenso amor De Dios a los hombres, que no esperó a darse por completo en el Reino de los Cielos, sino que aún en esta tierra se dejó poseer por los hombres con las má síntoma posesión que se pueda imaginar, ocultándose bajo las apariencias de pan en el Santísimo Sacramento. Allí está como tras de un muro, y desde allí nos mira como a través de celosías (cf Ct 2, 9). Aun cuando nosotros no lo veamos, Él nos mira desde allí, y allí se encuentra realmente presente, para permitir que le poseamos, si bien se oculta para que le deseemos. Y hasta que no lleguemos a la patria celestial, Jesús quiere de este modo entregársenos completamente y vivir así unido con nosotros»
San Alfonso María de Ligorio, Práctica de amar a Jesucristo, cap.2)
El Señor nos trata con tanta bondad y dulzura que poco a poco nos va abriendo el corazón a sus misterios pero ciertamente llega un punto en el que toca a cada uno, fiarse de Él, y hacer un acto de fe, simplemente creer, decidirse por Él, sabiendo que no miente ni busca nuestro mal, recordemos el fundamento de la fe es la misma autoridad de Jesús, no son los grandes razonamientos y explicaciones, el punto de partida es aceptar su autoridad divina, y por tanto saber que el no engaña ni puede engañar, que dice la verdad porque Él mismo es la Verdad, luego de esto podemos meditar y reflexionar sobre sus Palabras, y ver lo razonable y hermoso de aquello que hemos creído. Pero el punto de partida es firme ¿nos decidimos por Él?
Que el Señor nos conceda en la gracia este día de maravillarnos en las grandes obras que realiza en la vida de los hombres, así como de los grandes misterios que les hace gozar, grandezas que se manifiestan de modo especial en su presencia real en la Santísima Eucaristía.
IMG: «Jesús y la Eucaristía» De Vicente Juan Masip