Unidos a la Vid

V Domingo de Pascua – Ciclo B

Hech 9, 26-31. Él les contó cómo había visto al Aseñor en el camino.
Sal 21. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.
1Jn 3, 18-24. Este es su mandamiento: que creamos y que nos amemos.
+Jn 15, 1-8. El que permanece en mí y Yo en él, ese da fruto abundante.

Al abrazar la fe en el Resucitado hemos sido incorporados a Él, es decir, hemos comenzado a formar parte de su Cuerpo Místico que es la Iglesia, así como los sarmientos están unidos al tronco principal que es la vid, así cada cristiano está unido a Cristo, de ese modo comparte los misterios de su vida al punto que los reproduce en sí, de igual modo guarda su Palabra, esto es, entra en su voluntad. La vida de la comunidad cristiana, la vida de la Iglesia, la vida de cada uno de los bautizados es una vida que sólo puede permanecer floreciente y fructificante si está unida a Jesús.

¿En qué modos concretizamos esta unión con Jesús? Podríamos decir de tres maneras:

  1. A través de la vida sacramental. En cada uno de los sacramentos el mismo Cristo sale a nuestro encuentro, y de modo especial en la Santísima Eucaristía al comulgar nos unimos a Él, realmente presente bajo las apariencias de pan y vino, por eso la Iglesia nos enseña que el primer fruto de la comunión es el crecimiento en la unión con Cristo y por ello nos ayuda a conservar, crecer y renovar en la vida de la gracia, como consecuencia también nos separa del pecado: borra los pecados veniales, nos previene de los pecados mortales; todavía más la Eucaristía edifica a la Iglesia, puesto que unifica más estrechamente el cuerpo de Cristo y por lo tanto nos hace conscientes de nuestro compromiso con los más pobres.
  • A través de la vida oración. Por medio de ella nos unimos al Corazón de Jesús para elevar una súplica al Padre en el amor del Espíritu Santo, quien ora lo hace en cuanto hijo de Dios por el Bautismo, y somos hijos en el Hijo. Hacer oración no es otra cosa sino estar tratando con nuestro Amado Jesús por eso santa Teresa hablando de la oración mental la definía como “un estar a solas con quien sabemos que nos ama” y ¡que no decir cuando nos reunimos en comunidad para elevar nuestras suplicas al Señor en la celebración de la Sagrada Liturgia! Momento sagrado y sublime en el que la Iglesia, esposa de Cristo, se une a su Esposo para elevar una plegaria a la Trinidad tres veces santa, así le alabamos, le bendecimos, le adoramos, le glorificamos, le damos gracias, le pedimos perdón por nuestros pecados y suplicamos su auxilio en nuestro día a día.
  • A través de una vida virtuosa, es decir una vida del que busca hacer siempre el bien como lo hizo Jesús del cual se decía que “todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7, 37), por eso una de las letanías al sagrado Corazón le llama: “abismo de toda virtud”. La obras buenas que realizamos nos unen más estrechamente a Jesús cuando las hacemos movidos por amor a Él.  El prudente, el justo, el fuerte que sabe resistir ante la tentación y perseverar en la búsqueda del bien, aquel que sabe dominar sus pasiones y educa sus sentimientos, aquel que camina en fe creyendo y secundando el plan del Padre, el que anhela el Reino de los cielos como su felicidad eterna, el que simplemente ama a Dios por sobre todas las cosas y a su prójimo incluso en la dimensión de la Cruz, ese hombre es uno que está unido radicalmente a Cristo, su corazón late al unísono con el suyo, esta tan compenetrado con Él, como el hierro que sometido al fuego ardiente se enciende de tal modo que parece que se hace una sola cosa con él. 

Si vivimos intensamente estos medios (sacramentos, oración y vida virtuosa) nos uniremos cada vez más al Señor y daremos frutos de vida eterna en actitudes y comportamientos concretos, ya que como por los sarmientos corre la savia que viene del tronco de la vid, por nosotros correrá el fuego del Espíritu Santo que nos hará producir los frutos de la vida eterna: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad, etc. (Cf. Ga 5, 22-23 vulg). Ese será el fruto maduro que agrada al Padre, tras haber vivido una vida según su voluntad. Ese será el mejor testimonio que podremos dar como testigos del Resucitado en tiempo de la pascua, que el Señor nos conceda esta gracia en este día. 

IMG: Abside de la Basílica de san Clemente en Roma