Desde el inicio de la devoción los sucesores de san Pedro han velado por una recta comprensión y han aprobado la devoción al Corazón de Jesús, veamos algunas pinceladas sobre que nos dicen acerca sobre este misterio de amor.
“Clemente XIII el 6 de febrero del mismo año, concedió a los Obispos de Polonia y a la Archicofradía Romana del Sagrado Corazón de Jesús la facultad de celebrar la fiesta litúrgica. Con este acto quiso la Santa Sede que tomase nuevo incremento un culto, ya en vigor y floreciente, cuyo fin era «reavivar simbólicamente el recuerdo del amor divino» , que había llevado al Salvador a hacerse víctima para expiar los pecados de los hombres.” (HA 27)
En 1856 el Papa Pío IX hizo que la celebración del Sagrado Corazón fuera una fiesta celebrada en la Iglesia en todo el mundo.
León XIII en la carta encíclica Annum Sacrum dirá sobre la consagración al Corazón de Jesús: “el acto de piedad que aconsejamos a todos, será útil a todos. Después de haberlo realizado, los que conocen y aman a Cristo Jesús, sentirán crecer su fe y su amor hacia El. Los que conociéndole, son remisos a seguir su ley y sus preceptos, podrán obtener y avivar en su Sagrado Corazón la llama de la caridad.” Será él quien hará el acto de consagración de la humanidad en 1899
San Pío X, que en 1906 dispuso renovar la consagración todos los años.
Pio XI en 1925 establecerá la fiesta de Cristo Rey y pedirá que se renueve la consagración al Corazón de Jesús, de hecho escribirá una encíclica la Misserentissiumus Redemptor y dirá que: “en este faustísimo signo y en esta forma de devoción ¿no es verdad que se contiene la suma de toda la religión y aun la norma de vida más perfecta, como que más expeditamente conduce los ánimos a conocer íntimamente a Cristo Señor Nuestro, y los impulsa a amarlo más vehementemente, y a imitarlo con más eficacia?”
Pio XII escribirá en 1956 la gran carta encíclicaen la Haurietis Acquas, que obtiene su nombre de las palabras del profeta Isaías cuando dice en el capítulo XII “Beberán con gozo de las fuentes del salvador” Documento precioso que todo aquel que se considere devoto debería meditar para adentrarse en el Corazón de nuestro Señor y contemplar los grandes tesoros que nos ofrece, en esta encíclica el Papa nos enseña en qué consiste verdaderamente el culto al Corazón de Jesús.
San Juan XXIII afirma que «es una nueva luz, una llama de vida suscitada por el Señor para romper providencialmente la tibieza de los tiempos» y de hecho en su diario espiritual hará numerosas referencias al Sagrado Corazón perteneciendo el mismo a una asociación que llevaba su nombre.
El Concilio Vaticano II menciona en la Constitución Pastoral “Gozo y esperanza” que en Jesús Dios «amó con corazón de hombre» (GS.22); en la Constitución acerca de la Iglesia afirmará que «el nacimiento y desarrollo de la Iglesia, está simbolizados en la sangre y el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado» (LG.3).
San Pablo VI en la Investigabilis Divitias, diría que “el don más grande del Corazón de Jesús es la Eucaristía”
Hacia nuestros días san Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco han hablado de Él en diversas ocasiones a través de sus intervenciones en Cartas, Ángelus, Catequesis en Audiencia General y Homilías .
El Catecismo de la Iglesia nos enseña en n. 478 que «Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: «El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), «es considerado como el principal indicador y símbolo […] de aquel amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres»»
San Juan Pablo II un siglo después de que León XIII afirmará sobre el Corazón de Jesús «La contemplación del Corazón de Jesús en la Eucaristía estimulará al creyente a buscar en ese Corazón el misterio inagotable del sacerdocio de Cristo y de la Iglesia. Le permitirá saborear, en comunión con sus hermanos y hermanas, la dulzura espiritual de la fuente de la caridad. El ayudar a todos a redescubrir su propio Bautismo le hará más consciente de tener que vivir su dimensión apostólica al difundir amor y participar en la misión de evangelizar…El creyente, al encontrar en el Sagrado Corazón el símbolo y la imagen viva de la infinita caridad de Cristo, que por sí misma nos mueve a amarnos unos a otros, no puede menos de sentir la exigencia de participar personalmente en la obra de la salvación. Por eso, todo miembro de la Iglesia está invitado a ver en la consagración una entrega y una obligación con respecto a Jesucristo».
Benedicto XVI en 2011 en la Jornada Mundial de la Juventud consagró a los jóvenes al Sagrado Corazón, asimismo en una carta con ocasión del 50 aniversario de la encíclica Haurietis Aquas diría “El costado traspasado del Redentor es la fuente a la que nos invita a acudir la encíclica Haurietis aquas: debemos recurrir a esta fuente para alcanzar el verdadero conocimiento de Jesucristo y experimentar más a fondo su amor. Así podremos comprender mejor lo que significa conocer en Jesucristo el amor de Dios, experimentarlo teniendo puesta nuestra mirada en él, hasta vivir completamente de la experiencia de su amor, para poderlo testimoniar después a los demás.”
Por su parte el Papa Francisco diría el 9 de junio de 2013 “el Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que brotó la salvación para toda la humanidad… la misericordia de Jesús no es sólo un sentimiento, ¡es una fuerza que da vida, que resucita al hombre!»
El 27 de junio de 2014 dirá en un homilía preparada por él: «El amor fiel de Dios a su pueblo se manifestó y se realizó plenamente en Jesucristo, el cual, para honrar el vínculo de Dios con su pueblo, se hizo nuestro esclavo, se despojó de su gloria y asumió la forma de siervo. En su amor, no se rindió ante nuestra ingratitud y ni siquiera ante el rechazo. Nos lo recuerda san Pablo: «Si somos infieles, Él —Jesús— permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo» (2 Tm 2, 13). Jesús permanece fiel, no traiciona jamás: aun cuando nos equivocamos, Él nos espera siempre para perdonarnos: es el rostro del Padre misericordioso.
Este amor, esta fidelidad del Señor manifiesta la humildad de su corazón: Jesús no vino a conquistar a los hombres como los reyes y los poderosos de este mundo, sino que vino a ofrecer amor con mansedumbre y humildad. Así se definió a sí mismo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29). Y el sentido de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos hoy, es que descubramos cada vez más y nos envuelva la fidelidad humilde y la mansedumbre del amor de Cristo, revelación de la misericordia del Padre. Podemos experimentar y gustar la ternura de este amor en cada estación de la vida: en el tiempo de la alegría y en el de la tristeza, en el tiempo de la salud y en el de la enfermedad y la dificultad.»
El 7 de junio de 2020 nos decía que «El mes de junio está dedicado de manera especial al Sagrado Corazón de Cristo, una devoción que une a los grandes maestros espirituales y a la gente sencilla del pueblo de Dios. En efecto, el Corazón humano y divino de Jesús es la fuente de donde siempre podemos obtener misericordia, perdón y ternura de Dios. Podemos hacer esto reflexionando sobre un pasaje del Evangelio, sintiendo que en el centro de cada gesto, de cada palabra de Jesús, en el centro está el amor, el amor del Padre que ha enviado a su Hijo, el amor del Espíritu Santo que está dentro de nosotros. Y podemos hacerlo adorando la Eucaristía, donde este amor está presente en el Sacramento. De este modo, nuestro corazón también, poco a poco, se volverá más paciente, más generoso, más misericordioso, imitando el Corazón de Jesús. Hay una antigua oración —la aprendí de mi abuela— que decía: “Jesús, haz que mi corazón se parezca al tuyo”. Es una hermosa oración. “Haz mi corazón semejante al tuyo”. Una hermosa oración, pequeña, para rezar este mes. ¿La decimos juntos ahora? “Jesús, que mi corazón se parezca al tuyo”. Otra vez: “Jesús, que mi corazón se parezca al tuyo”.»
El 9 de junio de 2021 nos decía «Los invito a cada uno de ustedes a mirar con confianza al Sagrado Corazón de Jesús y a repetir con frecuencia, especialmente durante este mes de junio: Jesús, manso y humilde de corazón, transforma nuestros corazones y enséñanos a amar a Dios y al prójimo con generosidad”
Recientemente el 1 de junio de 2022 nos recordaba “Hoy comenzamos el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, fuente de amor y de paz. Ábranse a este amor y llévenlo hasta los confines de la tierra, testimoniando la bondad y misericordia del Corazón de Jesús”