Palabra y Eucaristía

Notas para una homilía del III Domingo de Pascua – Cicloa A

¿Cuántas veces hemos visto nuestros sueños fracasar? ¿quizás proyectos que se vienen abajo? ¿cuántas veces hemos puesto nuestra felicidad en nuestro diseños humanos y terrenos? ¿cuántas veces hemos pensado en esta novia, en este esposo, en esta pastoral, en este grupo, en esta comunidad encontraré la felicidad? Y por más que nos involucramos sólo sentimos que salimos heridos y lastimados porque no se cumplen nuestras expectativas por muy de parroquia que sean las cosas.

En casa siempre conflicto, reclamos a diestra y siniestras, se alza continuamente la voz, la enfermedades siguen llegando, los problemas económicos también, un hijo que se muestra cada vez más rebelde, o una madre neurótica siempre encolerizada, un padre indiferente o quizás violento, y por mi parte sigue siendo apático, violento, murmorador, timido, etc, por más que visito la Capilla del Santísimo las cosas no cambian.

O quizás sucede lo contrario, somos de los que no nos involucramos en nada más allá de la misa dominical porque sólo a salir heridos vamos a los grupos, para que casarme si miren como viven peleando los matrimonios, para qué tener hijos si miren cuanto dolor y sufrimiento se padece cuando ya crecen, igual se olvidan de uno, y en decisión de mantener distancia también veo que las cosas tampoco mejoran, la diferencia es que ni siquiera me ilusiono supuestamente, pero siempre experimento el anhelo de algo que no alcanzo a explicar en mi interior.

“Yo pensaba que cuando participara más de la Iglesia todo cambiaría” o “yo pensaba que con no participar en nada no me sentiría mal” y siempre de una u otra manera me veo desilusionado. Así estaban los discípulos de Emaús.

Cuando Jesús se les aparece de camino ellos van no sólo conversando, dice literalmente la palabra iban “discutiendo” y todo porque lo que tanto esperaban parece haber fracasado, consideremos en medio de nuestros sin sabores cuantas veces nos desgastamos en intercambio de palabras vanas, a veces disonantes, sólo queja y lamento, incluso con ciertos aires de violencia a causa de la frustración de no encontrar sosiego para el corazón, o incluso si quieren verlo de otro modo mujeres que por más que hablen de sus líos nunca encuentran desahogo u hombres que por más silencio que calle nunca logra acallar las voces de su cabeza.

Cristo pregunta ¿de qué van hablando? Y contesta uno de ellos casi indignado “eres el único forastero que no sabe?” e incluso proclama el contenido del kerygma sin su fuerza vital porque la falta fe, de hecho dice quien era Jesús, como fue traicionado y sufrió muerte en cruz, y como dicen “algunos” que ha resucitado y manifiestaban su tristeza “Nosotros esperábamos que él sería el liberador de Israel!” aquí se ve el meollo del asunto, se su esperanza fue defraudada, “yo esperaba que todo cambiaría” “yo esperaba que no habiendo problemas sería feliz” pero sucede lo contrario.

Es entonces que Cristo les explica las Escrituras mientras van de camino, y considere cuanto era el trayecto 11-12km como de aquí a Molsa según google maps, y al llegar le insisten que se quede, finalmente lo reconocen en la fracción del pan.

En medio de las desilusiones del camino, Jesús nos recuerda que la Pasión y Muerte, el sufrimiento, la cruz, es un paso necesario para la gloria, el proyecto de Dios no es el del hombre por eso es necesario para mantener la esperanza, la alegría y encontrar la verdadera paz, meditar las Escrituras, pero no basta con ello sino que es necesario hacer lo que ellas dicen, de ahí que por más que oyeron sus ojos sólo reconoceron a Jesús en la fracción del pan. Es eso lo que transforma a aquellos discípulos, la gloria no es el mesianismo político que ellos esperaban, la Gloria es mucho más que eso, es hacer la voluntad del Padre, les recuerdo el plan de salvación de cada uno, no nos lo fabricamos nosotros, sino que es recibido, la santidad es obra del Espíritu Santo en nuestra vida, nosotros simplemente correspondemos a su acción.

Jesús no engaña ni oculta que la cruz estará, no se nos ha dicho que seguirlo significará no sufrir, sino que su Resurrección nos anuncia que los sufrimientos no son vanos, Dios no permite un sufrimiento inútil, pero para saberlo llevar es necesario caminar con Él, meditar la Escritura y participar de la Eucaristía. Los santos no han sido los que no han sufrido, sino los que unieron sus sufrimientos en la cruz esperando la Glorificación del Señor.

En medio de las desilusiones que podamos encontrar recuerda, que hay que ponerse en camino, ir con Jesús, esto es meditación de la Escritura y Eucaristía, ahí lo encontraremos y renovará nuestra esperanza. Perseverar no es sólo “portarme bien” sino unión a Cristo en la comunidad eclesial, no olvidemos los discípulos de Emaús se volvieron a Jerusalén con los apóstoles para confesar al Señor. Hay un cambio, vemos como sus ojos se abren, su corazón arde, se proclama al Señor y se da un encuentro con la comunidad.