VI- De una raíz muy ordinaria de la tristeza, que es, no andar uno como debe en el servicio de Dios; y de la alegría grande que causa la buena conciencia.

Tomado de “Ejercicios de perfección y virtudes cristianas” del P. Alfonso Rodríguez – De la Tristeza y la alegría – Cap. VI

Una de las causas y raíces principales de las tristezas y melancolías suele ser el no andar uno a ulas derechas con Dios[1] el no hacer lo que debe conforme a su estado y profesión. Por experiencia vemos, y cada uno lo experimenta en sí, que cuando anda con fervor y cuidado en su aprovechamiento, anda tan alegre y tan conento que no cabe de placer; y por el contrario cuando no hace lo que debe, anda trirste y desconsolado. Cor neqaum gravabitur in doloribus, dice el Sabio. *El corazón perverso se cargará de dolores, y ocasionará tristezas[2]*.

Es propiedad y condición natural del mal y del pecado causar tristeza y dolor en el alma. Esta propiedad del pecado intimó Dios a Caín en pecando, porque luego que tuvo envidia de su hermano Abel, dice la Sagrada Escritura: *Se irritó Caín sobremanera y decaryó su semblante[3]* Traía consigo una ira y una rabia interior que le hacía andar muy triste y cabizcaído, echábasele bien de ver en el rostro la amargura y tristeza interior de su alma. Y pregúntale Dios: ¿Qué es la causa que andas de esa manera turbado, triste y cabizcaído[4]? Y como no respondiese Caín, responde el mismo Dios, que es aquella la condición del pecado, diciendo: ¿Por ventura no es cierto que si hicieres bien, recibirá contento y alegría[5]?

Y dice otra letra: ¿Si bien hicieres, levantarás el rostro?[6], que es andar alegre. Pero si mal hicieres, luego a la puerta está tu pecado, dando golpes para entrar a te atormentar[7]. Y también luego se te echará de ver por defuera en el semblante del rostro. Así como la virtud, porque es conforme a razón, naturalmente causa grande alegría en el corazón, así el vicio y el pecado naturalmetne causa grande tristeza; porque pelea uno contra sí mismo y contra el dictamen natural de su razón; y luego el gusano de la conciencia le esta dando latidos allá dentro, remordiendo y royendo las entrañas.

Dice san Bernardo: Ninguna pena hay mayor ni más grave, que la mala conciencia; porque, aunque los otros no vean vuestras faltas, ni las sepan, basta que vos las sabéis: ese es el testigo que os está siempre acusando y atormentando, no os podeis esconder ni huir de vos mismo; por más que hagáis y por más entretenimientos y recreaciones que busquéis, no os podréis librar del remordimiento y latidos de la conciencia[8].

Y así decía el otro filósofo (Séneca) que la mayor pena que se puede dar a una culpa es haberla cometido, por el tormento grande con que la propia conciencia está atormentando al que hace el mal. Y Plutarco[9] compara esta pena y tormento al calor y frío de la calentura. Dice que, así como los enfermos reciben mucho mayor pena con el frío y calentura que nace de la enfermedad, que los sanos cuando acá por razón del tiempo tienen frío o calor; así las tristezas y melancolías que vienen de neustras propias culpas, de que no está remordiendo la conciencia, causan mucho mayor pena y tormento que las que vienen de casos fortuitos y desastrados, pero sin culpa nuestra.

Y particularmente tiene esto más lugar en el que comenzó y a gustar de Dios y en algún tiempo andaba bien, con fervor y diligencia, y después viene a desdecir a proceder con tibieza; porque venir uno a empobrecer después de haber sido rico, es vida más trabajosa y triste que la de los que nunca supieron que cosa era riquezas. Cuando uno se acuerda que en otro tiempo andaba con devoción y con cuidado de servir a Dios, y que le hacía el Señor merced, y ahora se ve tan diferente de entonces, no puede dejar de causarle aquello gran sentimiento y darle gran golpe en el corazón.

Pues si quereis desterrar de vos la tristeza y vivir siempre alegre y contento, el remedio es vivir bien y hacer lo que debeis conforme a vuestro estado. ¿Quereis nunca estar triste? Dice san Bernardo[10]: vivid bien. Entrad en cuenta con vos y quitad las faltas que causan esa tristeza, y de esa manera cesará ella y vendrá el alegría. La buena vida siempre anda acompañada de goz o y alegría; como la mala, de pena y tormento[11].

Así como no hay mayor pena y tormento que el remordimiento y latidos de la mala consciencia, así no hay mayor contento y alegría en esta vida que el testimonio de la buena conciencia. Non est oblectamentum super cordis gaudium[12], dice el Sabio: No hay alegría en la tierra que se le pueda comparar. Secura mens quasi juge convivium[13]: Es, dice, como un banquete perpetuo.

Así como el que está en un convite se alegra con la variedad de los manjares y con la presencia de los convidados; así el siervo de Dios, que hace lo que debe, se alegra con el testimonio de la buena conciencia y con el olor de la presencia divina, de la cual tiene grandes prendas y conjeturas en su ánima; conforme a aquello de san Juan: *Si nuestro corazón no nos reprende, podemos acercarnos a Dios con confianza[14].

El apóstol san Pablo dice que la buena conciencia es un paraíso y una gloria y bienaventuranza en la tierra: Gloria nostra haec est; testimonium conscientiae nostrae[15]. San Crisóstomo dice[16] que la buena conciencia, causada de la buena vida, quita y deshace todas las tiniebles y amarguras del corazón, como el sol cuando sale, quita y deshacetodos los nublados; de tal manera; que toda abundancia de tristeza cayendo en una buena conciencia, así se apaga como una centella de fuego cayendo en un lago muy profundo de agua.

San Agustín añade que así como la miel no solamente es dulce en sí, sino hace dulces las cosas desabridas con que se junta, así la buen aconciencia no sólo es alegre y dulce en sí, sino alegra en medio de los trabajos, y los hace dulces y sabrosos, conforme a aquello del Profeta: Los juicios de Dios, que son sus santos Mandamientos y el cumplimiento de su ley, son más dulces que el panal de miel[17]; no sólo es en sí dulce el servir a Dios, sino hace también dulces todos los trabajos y molestias de esta vida.

Leemos en las historias eclesiásticas[18] que los perseguidores de la fe hicieron una cosa muy nueva, que no hay memoria que otros hiciesen en tiempos pasados; y fue, que a todos aquellos que primero, siendo llamados o puestos a tormento, habían negado la fe, pusieron juntamento con los santos mártires en la carcel, y para que su casitgo fuese sin consuelo, no ya acusados por cristianos, sino por matadores de hombres y malhechores.

Y nótase allí la diferencia que había aún en lo exterior, en el gesto y en los ojos d elos unos a los otros; porque los Santos salían a la audiencia y al tormento regocijados, y en sus rostros parecía no sé qué de divinidad, y sus prisiones los hermoseaban como collares de perlas, y de la suciedad de la cárcel salían olorosísimos a Cristo y a sus ángeles y a sí mismos, como si no h ubieran estado en cárceles, mas en jardines; los otros salían tristes, la cabeza baja, y en sus acatamientos espantables, y sobre toda fealdad disformes.

A estos su propia conciencia les fatigaba y atormentaba más ásperamente que los grillos y cadenas y el hedor de la cárcel; pero a los otros su buena conciencia y la esperanza del descanso y de la gloria les aliviaba los dolores y los recreaba.

Y así lo experimentan comunmente los buenos; porque es tan grande la aelgría de la buena conciencia, que muchas veces, cuando el bueno se halla triste y atribulado, y volviendo los ojos a todas partes no ve cosa que le consuele, volviéndolos hacia dentro y mirando la paz de su consciencia y el testimonio de ella, se consuela y esfuerza; porque entiende bien que todo lo demás, como quiera que suceda, ni hace ni deshace a su negocio, sino solo esto.

De aquí se sigue una cosa de mucho consuelo; y es, que si la buena conciencia y el andar bien con Dios es causa de andar alegre, también esta alegría espiritual será señal e indicio muy grande que uno tiene buena conciencia y anda bien con Dios y está en gracia y amistad suya; porque por el efecto se conoce la causa.

Y así lo nota san Buenaventura: La alegría espritual dice [19], es gran señal de que mora Dios en un alma y que está en su gracia y amor. Paro los justos nació la luz; y para los rectos de corazón la alegría[20]; pero las tinieblas, la oscuridad y tristeza, esa es para los malos: *De quebrantamiento e infelicidad sus caminos están llenos, mas el cmaino de la paz, ese nunca le conocieron[21]*.

Y así, una de las causas principales por que el bienaventurado san Francisco deseaba ver en sus religiosos esta alegría espiritual, era por esto, porque era indicio de que moraba Dios en ellos, y que estaban en su gracia y amistad[22]. *Fruto del espíritu es el gozo* dice san Pablo[23]. Esa alegría espiritual, que proviene y nace como de fuente de la limpieza de corazón y de la pureza de vida es fruto del Espíritu Santo; y así es señal de que mora él allí.

Y holgábase tanto san Francisco de ver a sus religiosos con esta alegría, que decía él: si alguna vez me tienta el demonio a mí con acidia y tristeza de espíritu, póngome a mirar y considerar la alegría de mis frailes y compañeros, y luego con su vista quedo libre de la tentación como si viese ángeles. Ver la alegría de los siervos de Dios que están en gracia y amistad suya, es como ver ángeles en la tierra, conforme a aquello de la Escritura: *Te he visto como un ángel de Dios: Bueno eres en mis ojos como un ángel de Dios[24]*.

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*La imagen es un dibujo de Carlos Saenz de Tejada que muestra a san Ignacio convaleciente y leyendo.

** Los textos en negritas y espaciados son míos (para facilitar la lectura)

***Para las citaciones bíblicas el autor retoma la Vulgata Latina

[1] Trat. I, c. 10

[2] Cor pravum dabit tristitiam. Eccli., III, 29, XXXVI, 22

[3] Iratus est Cain vehementer, el concidit vultus ejus. Gen. IV, 5

[4] Quare iratus es, et cur concidit facies tua Gen IV, 5

[5] Nonne si bene egeris recipies ? Ib. 7

[6] Nonne si bene egeris, levabis caput tuum ?

[7] Sin autem male, statim in foribus peccatum aderit Gen, IV, 7

[8] Nulla poena gravior est prava conscientia. Mala conscientia propriis agitur stimulis; si publica fama te non damnat, propria conscientia te condemnat, quoniam nemo potest seipsum fugere. Bern. De inter domo. C. 45

[9] Plutarc. Epist. Ad Pacium

[10] Vis numquam esse tristis? Bene vive. Bern.

[11] Bona vita semper gaudium habet; conscientia rei semper in poena est. Bernard.

[12] Eccli., XXX, 16

[13] Prov. XV, 15

[14] Si cor nostrum non reprehenderit nos, fiduciam habemus

ad Deum. I Joan., III, 21

[15] 11 ad Cor., I, 12

[16] Chrisost. hora. 25 ad populum Ant.

[17] Judicia Domini vera justificata in seraetipsa; desiderabilia super aurum, et Iapidem pretiosum multum, et dulciora super niel, et favum. Ps XVill 10

[18]  Hist. Eccles. p. 1, lib. 4, cap. 3

[19] Maximum inhabitantis gratie signum est spiritualis laetitia. Bonav. In spec. Displin., p. 1 Cap. 3

[20] Lux orta est justo, et rectis corde laetitia Ps. XCVI, 11

[21] (Impii) in tenebris ambulant. Ps. LXXXI, 5

[22] P. I., lib. I, cap. 26, de la Crónica de San Francisco

[23] Fructus autem spiritus est faudium. Ad Gal., V, 22

[24] Bonus est tu in oculis meis sicut Angelus Dei. I Reg., XXIX, 9