1 S 24,3-21; Sal 56; +Mc 3,13-19
Con la primera lectura de hoy hemos dado un salto a través de varios capítulos del libro de Samuel, luego de la batalla contra Goliat el Pueblo comienza a ver y elogiar a David, esto provoca la envidia de Saúl, y poco a poco le comienza a odiar hasta el punto que busca su muerte y le persigue.
Estamos ante l creciente corrupción del corazón de Saúl y la nobleza del corazón de David. Teniendo la opotunidad de acabar con su perseguidor el futuro rey de Israel opta por no hacerlo puesto que veía aún en Saúl al ungido del Señor.
¡Cuán grande es la humildad de David! No obstante todas las situaciones contrarias que padece no pierde la mirada sobrenatural, la mirada de fe, no significa que no vea las cosas negativas que Saúl hace, sino que no deja que esas cosas ensombrezcan lo que Dios ha querido hacer con Saúl, es decir, hacerlo el Rey de su Pueblo, su ungido.
Así David, hombre en quien habitaba el Espíritu de Dios, no quiere actuar en contra de aquel al que Dios he elegido, y busca vencer el mal a fuerza de bien, ¿y cuál es este bien? Abandonarse en las manos de Dios.
Una vez obtenida una prueba de su inocencia, se presenta ante Saúl, y se desarrolla un diálogo en el que brilla la acción del Espíritu de Dios en boca de David, pues es capaz de conmover a su perseguidor al punto de las lágrimas y el conocimiento de la verdad de las cosas.
Que gran enseñanza nos vuelve a dar David, no vencer al mal con el mal, sino como dirá más tarde san Pablo «vence el mal a fuerza de bien» (Rm 12, 21) y no sólo eso sino también el gran respeto que hemos de tener por los consagrados del Señor, que no significa llamar al mal, bien, sino que ante sus flaquezas no olvidar que estamos ante uno que ha sido ungido por el Señor. Y aunque es cierto que el Sacerdote o los religiosos son lo que habitualmente llamamos consagrados, no son los únicos todos hemos sido consagrados como hijos de Dios por el Bautismo ¿no sería muy diferente la realidad si viviéramos viendo al otro así como David vio a Saúl? ¿no sería muy diferente si vieramos al otro desde la perspectiva de Dios?
«Tú Saúl, gozas de dinero, ciudades , armas, caballos, soldados, en resumen, todo lo que constituye el aparato real; éste (David) en cambio, está vacío y desnudo, sin ciudades, sin casa y sin familia. ¿Por qué entonces le hablas así? (…) Está claro, quien goza del favor divino es el más poderoso de todos»
San Juan Crisóstomo, Homiliae de Davide et Saule 3,8
El evangelio nos presenta la llamada de los 12 apóstoles, de entre la muchedumbre Jesús elige a estos para cumplir una función muy importante, la de ser sus testigos, no obstante uno lo traicionaría.
Los apóstoles son las columnas de la Iglesia, porque fueron los primeros anunciadores del Señor, y ellos han dejado a sus sucesores en los obispos y sus colaboradores para continuar la misión de llevar la redención de Cristo a todos los hombres.
«Aquellos bienaventurados discípulos fueron columnas y fundamento de la verdad; de ellos afirma el Señor que los envía como el Padre lo ha enviado a Él. Con esas palabras, al mismo tiempo que muestra la dignidad del apostolado y la gloria incomparable de la potestad que les ha sido conferida, insinúa también, según parece, cuál ha de ser su estilo de obrar. (…) Su misión consiste en invitar a los pecadores a que se arrepientan y curar a los enfermos de cuerpo y de alma, y que en el ejercicio de su ministerio no han de buscar su voluntad sino la de Aquel que los ha enviado, y que han de salvar al mundo con la doctrina que de Él han recibido » (S. Cirilo de Alejandría, Commentarium in Ioannem 12,1).
No obstante lo anterior,podamosde decir, que todo bautizado participa, según su vocación particular, en la misión de estos primeros testigos, por ello nos conviene a todos recordar que el apóstol de Cristo antes de ser enviado, es llamado por su nombre, llamado de entre los hombres, es decir tiene una identidad y pertenece a un pueblo en concreto, y ha sido llamado no sólo para predicar sino también «para estar con Él» aqui hemos de ver la importancia de tener una vida de intimidad con Cristo, que se expresa de modo especial en la oración.
Roguemos al Señor nos conceda la gracia de vivir siempre cerca de Él, conociéndole y amándole cada día de más para que configurados con Él, podamos ir por el mundo las maravillas que ha obrado
Nota: la imagen presenta el bautismo de san Agustín, se encuentra en su sepulcro en Pavía.