Prueba del nueve

V Domingo de Pascua

Hecho 9, 26-31; Sal 21; 1Jn 3, 18-24; +Jn 15, 1-8

La Sagrada Liturgia en este día nos presenta aquello que podríamos llamar la «prueba del nueve» con la que se puede examinar la autenticidad de una vida espiritual sana y en desarrollo.

Cuando un niño se encuentra aprendiendo las operaciones básicas de las matemáticas a menudo le enseñan métodos de comprobación de sus resultados, entre ellos está la llamada prueba del nueve.

El apóstol San Juan nos revela en qué consiste está prueba del nueve de nuestra vida espiritual cuando dice «Hijos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y en su presencia tranquilizaremos nuestro corazón»(1 Jn 3, 18-19) y de nuevo dirá «El que guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él y por esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.» (1Jn 3, 24)

Así nuestra comunión íntima con Cristo se revela en actitudes y comportamientos concretos, un corazón encendido con el fuego del Espíritu Santo y que por ende late al ritmo del Corazón Sacratísimo de Cristo no puede quedarse indiferente ante sus hermanos.

Va y busca realizar acciones concretas, el amor por Jesús y por aquellos a los que Él ama le mueve, así como Pablo que luego de su encuentro con el Señor se confía a la Iglesia y comienza a anunciar el Evangelio, en él vemos cómo Dios se servía de lo que había aprendido en su juventud estudiando la Ley para dar testimonio de Cristo. La gracia que actúa en una materia bien dispuesta.

De ese modo la unión con Jesús lleva al cristiano a dar fruto, y entre más unido está a Él da más fruto. Poniéndose de manifiesto otra característica de la vida espiritual del cristiano, está siempre en crecimiento, es dinámica, busca difundir el bien que Dios ha hecho en su vida.

Así podemos concluir dos enseñanzas prácticas en las cuales nos podemos examinar hoy: por un lado la vida interior de comunión con Cristo se manifiesta en hechos concretos, por otro, es una vida que busca crecer y por tanto siempre tiende a dar más fruto.

Roguemos al Señor nos conceda la gracia en este día de poder entrar en nosotros mismos para descubrir con la luz del resucitado cómo estamos llevando nuestra vida, qué frutos estamos dando o cómo podemos disponernos mejor para dar más fruto.

Imagen: abside de la Basilica de San Clemente en Roma