Lunes – V semana de Pascua
Hch 15, 5-8; Sal 113; +Jn 14, 21-26
La religiosidad del hombre es un hecho palpable a través de las culturas, el hombre busca a Aquel que lo ha creado y esto adquiere diferentes manifestaciones. Lo que Pablo y Bernabé vivieron con los griegos y que nos narran los Hechos de los apóstoles en este día este testimonio de ellos, ante un milagro, signo de la acción de Dios en medio de los hombres, los oyentes de los apóstoles creen estar ante la presencia de la divinidad, e incluso están apunto de ofrecer un sacrificio en su honor, sin embargo Pablo sabe calmar los ánimos y aprovechar la situación para anunciar a Jesucristo.
La evangelización no es una tarea sencilla, muchas veces requiere paciencia en la espera del bien que se busca, otras tantas requirará tolerancia ante las situaciones negativas mientras se van purificando ¡cuántas veces Pablo corregirá a las comunidades! A veces con tonos suaves y otras más enérgicos, sin embargo, siempre esperando en que profundicen más en la fe y la comunión con Cristo. San Agustín dirá unas palabras a este respecto comentando este pasaje de la Escritura:
“Una cosa es lo que enseñamos, y otra lo que soportamos; una cosa es lo que mandamos hacer, y otra lo que queremos corregir, y así, mientras vamos buscando la corrección más adecuada, tenemos que tolerar muchas cosas” (Contra Faustum, 20, 21)
Así en nuestra vida discipulos-misioneros también nosotros hemos de recordar tener paciencia y ser tolerantes en el momento de transmitir la fe, e incluso estas actitudes son oportunas con nosotros mismos, tenernos paciencia, cuando vemos que no avanzamos como quisieramos, o cuando parece que no alcanzamos nuestras metas, recordemos la santidad es un camino que dura toda la vida, no es de la noche a la mañana. Y ciertamente hay que evitar la pusilanimidad que nos lleva a la tibieza pero tampoco hemos de caer en el peligro de la precipitación que lleva a la desesperación.
Confiemos en el Señor que viendo nuestro corazón y nuestro amor por Él nos dará la gracia conforme nos vamos disponiendo a través de una vida virtuosa, a través del seguimientos de sus mandamientos, porque en la obediencia de la fe es donde se conoce el amor de Dios, tal y como nos dice el evangelio de san Juan en este día.
El Señor camina con nosotros, es más, camina en nosotros, lo llevamos en lo más íntimo de nuestro corazón, el habita en nosotros, esta realidad llenaba a los santos de los más profundos sentimientos de amor y confianza. Santa Isabel de la Trinidad escribía en una carta:
“Ha sido el hermos sueño que ha iluminado toda mi vida convirtiéndola en un paraíso anticipado”
Un gran teologo y maestro espiritual, el p. Antonio Royo Marín, una vez le respondió a una persona que le preguntaba si no se sentía solo a veces, que el nunca se sentía así, pues sabía que en su celda estaban al menos 5 personas, él, su ángel de la guarda, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Roguemos al Señor nos conceda esta gracia de la perseverancia en el camino de santidad, en este crecimiento en caridad, confiando en que su amor nos penetra en lo más profundo de nuestro ser purificándo, sanando y elevando nuestra naturaleza humana al punto de llegar a unirnos cada vez más profundamente con Él, nuestro Dios y Señor, Uno y Trino.
Nota: Pablo y Bernabé en Listra en una pintura de Jacob Symonsz Pynas (1583-1631)