Viernes – VIII semana – Tiempo Ordinario – Año Par
1P 4, 7-13; Sal 95; +Mc 11, 11-25.
Se dice que una de las pruebas de una auténtica vida espiritual es su manifestación a través de hechos concretos, para poder garantizar esta lógica los que hemos conocido a Jesucristo, hemos de mantener una vida de oración fervorosa y ardiente, una oración que lejos de los vaivenes de las emociones y excesivas introspecciones, nos lleve al encuentro con el Señor que habita en nosotros, ya que nos invita a entrar en comunión de amor profunda con Él, para ello es preciso mantener las disposiciones adecuadas para poder estar «con Aquel que sabemos que nos ama» como decía santa Teresa.
El consejo de la primera carta de Pedro nos dice que hemos de tener en cuenta para garantizar este clima de la oración es ser «sensatos y sobrios», la primera nos recuerda que hemos de ser capaces de hacer una lectura adecuada de la realidad, cuidando de no vivir en los esquemas de las películas que nos inventamos, la oración, se realiza en un aquí y ahora concretos, y Dios habla a su Pueblo en la historia, no en la fantasía autofabricada; la segunda es la sobriedad, así como la embriaguez hace perder el conocimiento de sí y atonta los reflejos, el alma también puede verse turbada por una sobrecarga en nuestra sensibilidad, por ejemplo, un caso muy común hoy en día es la constante visualización del teléfono, para matar el tiempo se vive revisando cada cinco minutos las redes sociales y nuevos status, noticias, videos etc, y justo luego de todo ese bombardeo se quiere pasar de inmediato a la oración, el cerebro ha sido sometido a una exitación constante y lapsos de atención muy breves, y como consecuencia la capacidad de recogimiento sin duda se ve afectada, nuestra mente y corazón se embotan de pensamientos y sentimientos que nos dispersan.
Sensatez y sobriedad son dos consejos que nos ayudarán a mantener el Templo del Espíritu Santo en orden. Hemos de estar atentos a no dejar que se llene de todo tipo de vendedores que nos distraeran de dar el verdadero culto espiritual a Dios, recordemos las palabras de las que Jesús hace eco «mi casa será llamada casa de oración».
Así podemos purificarnos para este encuentro con Él y de sacaremos mucho fruto que se traducirá en actitudes y comportamientos concretos en la caridad, como el acoger a los demás con alegría o soportar pacientemente los defectos del prójimo, y de modo especial nuestro apostolado recibirá un nuevo vigor.
«El amor nos une a Dios; el amor cubre la muchedumbre de pecados; el amor todo lo soporta; tiene paciencia con todo. En el amor anda es vulgar, nada es soberbio. El amor no ocasiona cisma, el amor no se subleva, el amor todo lo hace en armonia. En el amor alcanzaron la perfección los elegidos de Dios; sin amor nada es agradable a Dios»
San Clemente Romano, Ad Corinthios 49, 5
Que el Corazón de Jesús, manso y humilde, sea para nosotros modelo de un corazón sensato y sobrio que supo hacer silencio para el encuentro con Dios y que transformó en frutos de amor para la Gloria del Padre y la Salvación de las almas.
Nota: la imagen, es una pintura de Carl Heinrich Bloch – 1872