Sábado – XXVII semana del TO – Año par
San Pablo ha anunciado a los galátas la superioridad de la fe en Jesucristo sobre la ley mosaica, pero esto no quiere decir que la Ley fuese mala en sí, él dirá que era un pedagogo, es decir, había sido puesta para preparar el camino a la llegada del Señor, pues ella señalaba aquello que era pecado y el castigo que sufriría el que la transgrediera, la ley enseñó así que era lo malo a evitar y lo bueno por hacer, pero no concedía la gracia para poderlo hacer, esto vino por la fe en Cristo, por ello es superior, asimismo en la fe que justificó a Abrahán el apóstol ve una preparación que el Señor había realizado para que los no provenían del judaísmo pudiesen ser salvados.
Esto tiene consecuencias para nosotros porque por misericordia del Señor hemos recibido la fe el día de nuestro Bautismo, y por ende hemos comenzado a gozar de las primicias de la salvación, pues hemos renacido como hijos de Dios, nuestra alma ha sido transformada, y también nuestro cuerpo a entrado en la dulce espera de ser totalmente transformado en la resurrección al final de los tiempos. Mientras tantos nosotros estamos llamados a custodiar la hermosura de la vida nueva que se nos hadado, hemos sido revestidos dirá san Juan de Ávila “no de cualquier hermosura o de cualquier valor sino del mismo Jesucristo, que es la suma de toda hermosura, de todo el valor y de toda la riqueza” (Lecciones sobre Gálatas, ad loc.).
En el santo Evangelio contemplamos como Jesús acababa de expulsar a un demonio y estaba rebatiendo las falsas acusaciones de algunos escribas y fariseos presentando una verdadera doctrina acerca de la vigilancia ante los ataques del enemigo, cuando se escucha el elogio de esta mujer que se encontraba entre los presentes “Dichosos el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.” En principio un elogio para Él en primer lugar pues lo que ha dignificado, ensalzado, colmado de honor y dicha a la mujer que lo dio a luz es su presencia, lo que nos recuerda que la grandeza de María Santísima es haber sido elegida la Madre del Salvador, toda otra gracia o privilegio que se le concedió fue en atención a Él. Por eso la Iglesia nos enseña que todo amor auténtico a nuestra Buena Madre no puede sino conducirnos a Jesús. O como lo enseñaba aquella clásica jaculatoria, “Todo a Jesús por María”.
La pregunta de fondo aquí es, ¿estoy dispuesto a dar “todo” lo mío a Jesús? A dejar que el disponga como quiera de “todo” lo que yo tengo y soy, de mis pecados, de mis vicios, de mis virtudes, de las buenas obras que puedo hacer, de mis bienes materiales, de mis amistades, de mis relaciones familiares, de mis proyectos de futuro. ¿Sería capaz de darlo todo para que pasara por el fuego del amor que arde en el Corazón de Jesús para que sea purificado y elevado haciendo que mi vida suba como incienso de agradable aroma hasta la presencia del Padre?
Este ofrecimiento se hace de una manera concreta, amando a Jesús, y esto significa poner en práctica sus palabras por ello dijo “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan”. De ese modo eleva, por así decirlo, el elogio de aquella mujer, pues lo pone en un plano más alto, haciendo al mismo tiempo una descripción de la mayor virtud de nuestra Buena Madre, su fidelidad a la Palabra de Dios, ella “acogió las palabras con las que el Hijo, exaltando el Reino por encima de las condiciones y lazos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados a los que escuchan y guardan la palabra de Dios como Ella lo hacía fielmente” (LG 58)
Que el Señor nos conceda la gracia en este día de llamarnos “dichosos” viviendo como hijos de Dios, que saben seguir su voluntad por amor, a ejemplo de la Bienaventurada siempre Virgen María.
IMG: «La Sagrada familia bajo la encina» pintura de Rafaello