Todo se pasa, Dios no se muda

Alabado sea Jesucristo. Por siempre sea alabado.

En su sabiduría de madre, la Iglesia, ha reconocido a lo largo de su historia una luz especial con la que el Espíritu Santo ha iluminado a algunos de sus hijos a la hora de exponer las verdades de la fe y la vida espiritual, haciéndoles capaces de presentar un “doctrina eminente”, y por ello les ha dado el título de “Doctores”, ellos han gozado no sólo de una inteligencia especial, sino que también con sus actitudes y comportamientos ha mostrado una verdadera santidad de vida, por ello se han convertido en verdaderos modelos y maestros en lo que se refiere al seguimiento de Cristo. Hoy recordamos a una de esas discípulas y misioneras del Señor, santa Teresa de Jesús.

Ella recordará como cuando niña sus padres le inculcaban la fe, y le daban libros sobre la vida de los mártires, más tarde dirá que abrá descubierto en esos años la verdad “que resume en dos principios fundamentales: por un lado «el hecho de que todo lo que pertenece al mundo de aquí, pasa»; y, por otro, que sólo Dios es «para siempre, siempre, siempre». Ella no fue teologa, pero buscó consultar con sus experiencias con sus confesores, con expertos teologos, literatos y otros maestros vida espiritual, lo cual nos llegará a nosotros a través de sus diferentes escritos.

“En primer lugar, santa Teresa propone las virtudes evangélicas como base de toda la vida cristiana y humana” desde el desapego a los bienes según la pobreza evangélica hasta las humana amabilidad y alegría.

En segundo lugar, en la vida del cristiano nos recordará cuan importante es el contacto con la Palabra de Dios y la meditación de la misma. “Ella se siente en consonancia sobre todo con la esposa del Cantar de los cantares y con el apóstol san Pablo, además del Cristo de la Pasión y del Jesús eucarístico”. De hecho, ella será la primera mujer en hacer un comentario escrito al Padre Nuestro.

“Asimismo, la santa subraya cuán esencial es la oración; rezar, dice, significa «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Vida 8, 5)…La oración es vida y se desarrolla gradualmente a la vez que crece la vida cristiana” Toda nuestra existencia es un continuo dialogo con Dios, una amistad orante.

Otro tema importante para la santa es la centralidad de la humanidad de Cristo. Para Teresa, de hecho, la vida cristiana es relación personal con Jesús, que culmina en la unión con él por gracia, por amor y por imitación. De aquí la importancia que ella atribuye a la meditación de la Pasión y a la Eucaristía, como presencia de Cristo, en la Iglesia, para la vida de cada creyente y como corazón de la liturgia.

Santa Teresa vive un amor incondicional a la Iglesia: manifiesta un vivo «sensus Ecclesiae» frente a los episodios de división y conflicto en la Iglesia de su tiempo. Reforma la Orden carmelita con la intención de servir y defender mejor a la «santa Iglesia católica romana», y está dispuesta a dar la vida por ella (cf. Vida 33, 5)” Incluso morirá diciendo “soy hija de la Iglesia”.

“Un último aspecto esencial de la doctrina teresiana, es (la idea) de perfección, como aspiración de toda la vida cristiana y meta final de la misma. La santa tiene una idea muy clara de la «plenitud» de Cristo, que el cristiano revive.” Se da cuenta como el cristiano está llamado a grandes cosas, esta llamado a una vida de santidad, lo cual es un ir conformandose cada vez más a Jesucristo.

“…En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, santa Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo de nuestro corazón, este deseo de ver a Dios, de buscar a Dios, de estar en diálogo con él y de ser sus amigos. Esta es la amistad que todos necesitamos y que debemos buscar de nuevo, día tras día. Que el ejemplo de esta santa, profundamente contemplativa y eficazmente activa, nos impulse también a nosotros a dedicar cada día el tiempo adecuado a la oración, a esta apertura hacia Dios, a este camino para buscar a Dios, para verlo, para encontrar su amistad y así la verdadera vida…Por esto, el tiempo de la oración no es tiempo perdido; es tiempo en el que se abre el camino de la vida, se abre el camino para aprender de Dios un amor ardiente a él, a su Iglesia, y una caridad concreta para con nuestros hermanos.”

Ojalá nosotros también podamos experimentar esa sed de Dios que animó a santa Teresa y otros santos a vivir con radicalidad su entrega al Señor.

Alabado sea Jesuscristo.

(Hecho en base a una catequesis de Benedicto XVI)

IMG: Santa Teresa, pintada por Fray Juan de la Miseria