La libertad de la humildad

La Liturgia de la Palabra nos muestra en primer lugar hoy a san Pablo que ayer comenzó a hablar de la libertad que Jesucristo nos ha ganado, ahora continúa a hacerlo y lo pone en relación con las obras que el hombre realiza. La libertad verdadera hace que el hombre pueda caminar hacia Dios, su verdadero fin último. Vivir en libertad es vivir una vida animada por el Espíritu Santo, Él es quien da al hombre la fuerza para superar las inclinaciones de la carne que denuncia la Ley y para producir los frutos del Espíritu que están por encima de ella. El hombre que vive según la “carne” es el hombre que vive sólo para sí mismo, con un amor desordenado que le hace caer en la autorreferencialidad.

El hombre que vive según el Espíritu, vive realmente como hijo de Dios, pues está animada sobrenaturalmente, en él fluye la vida divina, y así se hace capaz de gozar y producir frutos abundantes en los que resplandece la gloria de Dios. Así un cristiano que vive según el Espíritu, es un cristiano que vive fiel a su compromiso bautismal, buscando hacer crecer esa luz que recibió el día en que sus padres le transmitieron la fe y le llevaron a la fuente donde ha nacido de nuevo.

En un segundo momento en este día, en el Evangelio se nos presentan los famosos “ayes” del Señor contra los fariseos, se llaman ayes porque se repite numerosas veces a expresión “¡ay!”. En ellos Jesús denuncia la exterioridad con que los fariseos practicaban sus obras.

“Según la Ley de Moisés había que pagar el diezmo de las cosechas para contribuir al sostenimiento del culto en el Templo; los productos insignificantes no estaban sujetos a esta Ley, pero los fariseos, llevados de una extrema meticulosidad, enseñaban que también de ellos debía pagarse. El Señor no condena esa práctica, pero pide sobre todo limosna, justicia y amor de Dios” (Comentario Biblia de Navarra)

Los fariseos se dejaban llenar de su propio orgullo, creyéndose buenos por cumplir sus rigorismos y despreciando a los demás, haciéndose esclavos de sus costumbres. Jesús con su testimonio opone frente a ellos la dulzura y suavidad que se aprecia en la humildad del que vive en la libertad del Espíritu Santo.

“La verdadera humildad de corazón es más sentida y vivida interiormente que al exterior. Cierto, es preciso mostrarse siempre humilde en presencia de Dios, pero no con esta falsa humildad que no conduce más que al desaliento, agotamiento y a la desesperación….Si es cierto que nos hace falta mucha paciencia para soportar las miserias de los demás, nos precisa aún mucha más para aprender a soportarnos a nosotros mismos. Ante tus cotidianas infidelidades, haz continuamente actos de humildad. Cuando el Señor te verá así arrepentido, extenderá su mano hacia ti y te atraerá hacia él. Nadie merece nada en este mundo; es sólo el Señor quien nos lo concede todo, por pura benevolencia y porque, en su infinita bondad, nos da todo.” (san Pio de Pietrelcina)

Esa es la confianza del cristiano que vive según la caridad, según la Ley Nueva, que radica en el amor, que radica en la entrega total de sí mismo a esa vida nueva, que es una vida en comunión con los Dios y en Él con sus hermanos, una vida en la libertad de los hijos de Dios, una vida que se mueve en la libertad del que con humildad se deja iluminar y guiar por el Espíritu Santo

“Una vez, en Scete, un hermano cometió una falta. Tuvieron consejo y decidieron convocar al ‘abba’ Moisés. Pero éste no quiso ir. Entonces el presbítero envió a alguno a decirle: «Ven, que todos te esperamos». Se levantó y se fue con una cesta agujereada que llenó de arena y se la cargó a su espalda, y la llevó así. Los demás, que habían salido a su encuentro, le dijeron: «¿Qué es esto, padre?» El anciano dijo: «Mis faltas se van cayendo detrás de mí y yo no las veo; y yo ¿he venido hoy a juzgar las faltas de otro?» Al escuchar estas palabras no dijeron nada al hermano, sino que lo perdonaron.” (Apotegmas de los Padres del Desierto)

Que el Señor nos conceda la gracia en este día de saber vivir en la Caridad, que sabe poner la vida de los hermanos antes que las propias costumbres; que sabe discernir a la luz del Espíritu Santo, lo que es verdadero, lo bueno, lo agradable, lo perfecto; que no se contenta sólo con cumplir sino que busca irradiar la gloria de la misericordia del Señor.

IMG: fotografía de la humildad coronada, que se encuentra en el Seminario Arzobispal de Milán