San Lucas

2 Tim 4, 9-17; Sal 144, 10-13.17-18; +Lc 10, 1-9

Hoy celebramos la fiesta de san Lucas, evangelista, quien pusiese por escrito el libro que lleva su nombre y el de los Hechos de los apóstoles. La Tradición nos dice que era un discípulo y compañero de san Pablo, cómo lo hemos visto en la primera lectura; es médico de profesión, el evangelio abunda en relatos de milagros de curación; es originario de Asia Menor, se ve que no es de origen israelita porque no es muy preciso en términos de geografía o costumbres de Palestina, de igual modo insiste mucho en la universalidad de la salvación; y es buen conocedor de la lengua griega. También manifiesta en sus textos ser un hombre culto, decoroso y delicado de espíritu.

Una tradición del siglo II, nos dice que sufrió el martirio a la edad de 84 años, que nunca se casó ni tuvo hijos, y que sirvió al Señor con total entrega. A partir de la lectura de los Hechos de los Apóstoles también se puede deducir que había sido un testigo del vigor y expansión del Evangelio en los primeros años de la Iglesia. Buscará ser muy fiel a sus fuentes a la hora de escribir el Evangelio, en atención a fomentar la firmeza en la fe de aquellos que leerán su obra, ello se ve en los primero versículos cuando dice: “Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos lo transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, ilustre Teófilo, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” (Lc 1, 1-4). A partir de ese texto también vemos, que es consciente que no escribe una mera cronología, una mera sucesión de hechos, sino que busca presentar los acontecimientos como historia de la salvación, esta historia que escribe la contempla a la luz de los misterios de la vida del Señor.

San Lucas nos presentará a Jesús como Profeta que, al ser verdadero Dios y verdadero hombre, es capaz de mostrarnos al Padre como ningún otro, está íntimamente ligado al Espíritu Santo que lo impulsa en toda su misión lo vemos presente desde la encarnación, y a lo largo de su vida pública, después del bautismo, hasta que se difunde sobre los apóstoles en pentecostés y anima toda la vida y misión de la Iglesia, cuya génesis nos contará en el libro de los Hechos de los apóstoles.

También nos presenta a Jesús como Salvador, pues en Él se cumplen las promesas realizadas por Dios a los Patriarcas y profetas; se referirá numerosas veces a Jesús como el Señor, ningún otro lo ha hecho tanto como él, desde su nacimiento hasta su resurrección, Jesús es el Señor de la historia de la salvación. San Lucas insistirá en la universalidad de la salvación, es decir que la salvación no sólo estaba reservada a los judíos, sino también a aquellos que como nosotros, no pertenecían al antiguo Pueblo de Israel.

A estos aspectos de doctrina también podríamos agregar otros aspectos prácticos de vida espiritual, como la noción del “hoy” en san Lucas, las promesas de Dios se han cumplido, Dios es fiel a su palabra “hoy”, el encuentro con el Señor es “ahora”: por ello la primera enseñanza en la que hemos de imitar a Cristo será en la “cruz” de cada día que hemos de llevar, en la práctica de la virtud de la paciencia;  hemos de imitarle también en el amor a los pobres (como hemos rezado en la oración colecta) y como nos muestra en la parábola del Buena Samaritano, así como también nos invitará a la vivencia de la pobreza evangélica, entregándonos a Jesús totalmente y sin temor, como Leví y no escapándonos como el joven rico.

Insistirá también en la perseverancia de la oración, la alegría cristiana en toda circunstancia, cuando el ángel anuncia la Encarnación de Jesús dice “alégrate” a María, el ángel anuncia a los pastorcitos “una gran alegría”, cuando Jesús anuncia las persecuciones dirá a sus discípulos “Alégrense aquel día”, cuando Jesús habla de la conversión dirá que en el cielo “hay más alegría por un pecador que se convierta” y cuando Jesús asciende al cielo los apóstoles regresan a Jerusalén “con gran alegría”.

Y no podríamos dejar de mencionar que san Lucas, será el primer mariólogo, pues nos presenta también de modo importante a María santísima como modelo de los que saben acoger las bendiciones del Señor y de los que saben corresponden a su amor

“María es la «llena de gracia»; el Señor está con ella; ha hallado gracia ante Dios; concibió por obra y gracia del Espíritu Santo, siendo Madre de Jesús, sin dejar de ser Virgen; íntimamente unida al misterio redentor de la Cruz, será bendecida por todas las generaciones, pues el Todopoderoso hizo en Ella grandes cosas.

A tan altos dones divinos Nuestra Señora correspondió con la más generosa fidelidad: Santa Isabel la llama bienaventurada porque ha creído; la Virgen recibe con humildad el anuncio del Arcángel acerca de su dignidad de Madre de Dios; pregunta con sencillez cómo comportarse para agradar en todo a Dios; se entrega rendidamente a los planes divinos; sabe agradecer gozosamente los dones recibidos; observa con fidelidad las leyes de Dios y las costumbres piadosas de su pueblo. Se apena por la pérdida del Niño y se queja a Él, pero acepta serenamente lo que en aquel momento no alcanza a entender. Santa María supo tener esa admiración contemplativa ante los misterios divinos, que conservó y meditó en su corazón.”

(Comentario Biblia de Navarra)

Roguemos al Señor, nos conceda la gracia de poder imitar a san Lucas, que con tanta diligencia se lanzó al anuncio del Evangelio bajo la guía de la Iglesia apóstolica, y que podamos nosotros ser también testigos de las obras de Jesucristo en el siglo en que vivimos.

IMG: San Lucas pintando el retrato de la Virgen, de Guercino