Miércoles – XXIX semana TO – Año par
Ef 3, 2-12; Sal: Is 12, 2-6; +Lc 12, 39-48
Continuamos a meditar el capítulo 12 de san Lucas, en el que se nos hace nuevamente una llamada a la vigilancia, todo aquel que vigila está a custodiando algo, quizás un objeto que no debe de cuidar o quizás la llegada de alguien que ha de llegar. Como cristianos nosotros estamos en una custodia permanente de las buenas cosas que el Señor nos ha encargado de cuidar pues Él ha de venir a ver cómo hemos administrado aquello que nos confió. Podríamos decir, que en nuestra vida, el Señor a todos nos va dando ciertas gracias que sirven para el propio crecimiento personal y el crecimiento del Reino a través de su Iglesia.
De hecho toda vocación cristiana, sea al matrimonio, a la vida religiosa o al sacerdocio u otras, está puesta al servicio de la Iglesia, para que esta crezca y dé mucho fruto. Por ello todo bautizado es responsable de lo que hace con los dones que el Señor le ha otorgado, ¿cómo administro yo las gracias que Dios ha puesto bajo mi cuidado?
Tanto el niño, como el joven, el adulto como el anciano, han sido bendecidos por el Señor con abundantes dones, ciertamente cuando somos niños nuestros padres nos van encaminando a usar nuestros talentos y habilidades naturales, pero ¿cuántos se preocupan por hacerles ver a los niños que esas son gracias también que el Señor va poniendo en sus vidas? Y ¿qué podría decirse acerca de las gracias sobrenaturales que han recibido? ¿A cuántos se les enseña a crecer en la vida virtuosa, a progresar en la vida oración, a ser cada vez más conscientes de lo que se recibe a través de los sacramentos, o la importancia que tiene la comunidad cristiana en la vida de cada uno?
Aún cuando somos adultos ¿cuántos nos preocupamos por cultivar las gracias que el Señor nos va dando a través de la familia, los amigos, el trabajo, una profesión u oficio?¿si soy un jefe de algo cómo trato a mis subalternos? Si soy un empleado ¿cómo están mis relaciones con mis compañeros de trabajo? ¿nos preocupamos por formarnos en la fe? ¿por realizar obras de caridad? ¿por encender en el fuego de la oración nuestra esperanza? ¿por prepararnos diligentemente para vivir los sacramentos? ¿por involucrarnos en la vida de la Iglesia sabiendo que caminamos juntos como hermanos?
No debemos de olvidar que en todas estas cosas, lo que estamos custodiando de fondo es nuestra relación con Jesucristo, ¿estamos atentos y vigilantes a cultivar nuestro amor por Él?
“…el Señor exige a su servidor, dos cualidades: que sea fiel, a fin de que no se atribuya nada de lo que pertenece a su señor, y que sea sensato, para administrar convenientemente todo lo que se le ha confiado. Así pues, nos son necesarias estas dos cualidades para estar a punto a la llegada del Señor… Porque mirad lo que pasa por el hecho de no conocer el día de nuestro encuentro con él: uno se dice: “Mi amo tarda en llegar”. El servidor fiel y sensato no piensa así. Desdichado, bajo pretexto de que tu Amo tarda ¿piensas que no va a venir ya? Su llegada es totalmente cierta. ¿Por qué, pues, no permaneces en tu puesto? No, el Señor no tarda en venir; su retraso no está más que en la imaginación del mal servidor.”
San Juan Crisóstomo