La Novedad de la Pascua

V Domingo de Pascua

“Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas”, Estas palabras con las que concluía la segunda lectura de este día, nos revelan el profundo deseo del Corazón de Cristo resucitado de irradiar esa nueva vida que brotado de la Pascua a toda la creación, es como un hilo de oro que entreteje todo lo cruza, uniendo, transformando e iluminando con la fuerza del Amor.

Esta fuerza, es la fuerza del Espíritu Santo, que impulsó a san Pablo y Bernabé a misionar por Asia menor, anunciando en las sinagogas de los judíos el cumplimiento, en Jesús de Nazareth, de las promesas hechas a los Patriarcas, Reyes y Profetas del pueblo de Israel, y no sólo esto, sino también la universalidad de la salvación obtenida por el Señor y su infinita misericordia hacia todos los hombres, puesto que la gracia también fue dispuesta a derramarse sobre todos los pueblos, formandose así, un nuevo Pueblo, donde ya no habría distinción entre judío y pagano, sino todos son uno en Cristo.

Junto a este mensaje, los Apóstoles no ocultan las dificultades que las comunidades cristianas encontrarían por el camino, ya lo decía la primera lectura “animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”. Estas tribulaciones serán leídas por los primeros cristianos como una participación en la glorificación del Señor, glorificación que se lee a la luz del misterio de la Cruz, ahí donde Cristo nos enseñó lo que significa aquel mandamiento nuevo “Aménse los unos a los otros como yo los he amado”. Por ello la Iglesia nos enseña que “El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad” (CEC 459)

La fuerza de la Cruz de está en el amor o lo que es lo mismo, el amor en la dimensión d ela cruz es el motor de la comunidad cristiana. Una vida según esta ley nueva es el testimonio que todo cristiano da de la vida nueva del Resucitado. Este es el camino al cielo nuevo y la tierra nueva que hablaba el Apocalipsis.

Cristo quiere amar en nosotros al Padre y a nuestro hermanos, “Él mismo es la norma viva e interior de nuestro obrar”. Por ello nos dejó ese mandamiento nuevo que no es otra cosa que vivir en la caridad. Se trata de actos concretos de amor, y de un amor cada vez más intenso, que va desde el salir del propio egoísmo para alzar la mirada y ver al otro, pasando por la puesta en práctica de las obras de misericordia corporales y espirituales, hasta llegar el punto de la imitación de Cristo en el amor llevado hasta el extremo, entregando la propia vida como lo hiciése Él, el don total de sí.

Si hemos estado viviendo en modo egoísta, si nuestro amor hacia el Señor o hacia nuestros hermanos ha sido superficial, o incluso si buscando entregarnos cada día más a vivir según la caridad de Jesús nos experimentamos débiles o cansados, hoy, Cristo nuestra Pascua  que ha sido inmolado para librarnos de la esclavitud del pecado en el madero de la Cruz y ha resucitado venciendo las ataduras de la muerte, nos invita a entrar en la conversión y a vivir a una vida cada vez más semejante a la suya, con la conciencia cierta de que el ha triunfado ya sobre las fuerzas que podrían querer bloquear este camino del amor.

“La luz de Cristo es un día sin noche, un día que no tiene fin…con la venida de la luz de Cristo, se ahuyentan las tinieblas del demonio y no vuelve ya más la oscuridad del pecado…

El día celeste no cesa nunca de dar su luz y resplandor, ni hay oscuridad alguna capaz de ponerle fin; así también la luz de Cristo brilla, irradia, centellea siempre, y las tinieblas de los delitos no pueden vencerla…

Por tanto hermanos, todos debemos alegrarnos en este día santo. Nadie se retraiga de la común alegría aunque tenga concia de sus pecados; nadie se aparte de la oración común, aunque se sienta agravado por sus culpas.

En este día nadie, por más que se sienta pecador, debe desesperar del perdón, ya que se trata de un día sobremanera privilegiado. Si el ladrón obtuvo la gracia del paraíso, ¿por qué el cristiano no de obtener el perdón?”

San Máximo de Turin.

Que el Señor nos conceda la gracia en este día de abrir todo nuestro ser a su gracia, y ser transformados por la vida nueva de la Pascua para que su amor también lata en nuestro corazones y podamos dar testimonio de este Dios, vivo y presente, que camina en medio de su Pueblo. Así sea.

Imagen: Pintura de Duccio «El Discurso de despedida de Jesús» (1308-1311), parte del conjunto de la «Maestá», una pieza de altar, en la Catedral de Siena.

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