Martes – IV semana de Cuaresma
En este tiempo de cuaresma, la Iglesia a través de la Sagrada Liturgia nos va invitando a prepararnos para los acontecimientos de la Pascua de Cristo, y de las repercusiones que ésta ha tenido en nuestra vida, o lo que es lo mismo nos invita a meditar los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en el silencio de la oración y la penitencia, recordando la vida nueva de hijos de Dios que se nos dio por la gracia que brotó del costado abierto del Señor.
Es precioso contemplar la escena descrita por el profeta Ezequiel, un torrente de agua que brota del lado derecho del templo, de la puerta del oriente, y que transforma todo lo que toca. El oriente para el antiguo tiene un gran significado simbólico, incluso para los primeros cristianos, para quienes el oriente es simbolo de Jesucristo, pues Él es “el sol que nace de lo alto”.
Escribirá algun un autor antiguo “de oriente nos viene la propiciación, pues de allí procede el varón cuyo nombre es Oriente, el que ha sido constituído mediador entre Dios y los hombres. Ello te invita a que mires siempre hacia oriente de donde sale para ti el sol de justicia, de donde te nace continuamente la luz, para que no camines nunca en tinieblas, ni te sorprenda en tinieblas aquel día último; para que no se apodere de ti la noche y oscuridad de la ignorancia, sino que vivas siempre en la luz de la sabiduría, en el pleno día de la fe, bajo la luz de la caridad y la paz” (Orígenes)
Es interesante pensar en este sentido como nosotros a menudo que alguien esta yendo por el camino correcto le decimos que se encuentra “orientado” es decir se encuentra rumbo al oriente, quizás en nuestra vida de fe podríamos preguntarnos en esta cuaresma ¿estamos caminando hacia Cristo? ¿nos estamos dirigiendo hacia la luz que resplandece en el sol que nace de lo alto? ¿estamos siguiendo como fieles discípulos al Señor? O lo que es lo mismo ¿estamos “Orientados” en la vida de la fe?
También es curioso ver como la iconografía y el arte cristiano hacen concordar el lado derecho del Templo con el costado derecho de Jesús, el nuevo templo, el Evangelio nos testimonia como de Él ha brotado un torrente de agua y sangre en el momento de la crucifixión, en este hecho la Iglesia ha siempre visto un símbolo de la gracia que nos viene de los sacramentos. Incluso podemos ver como a menudo la llaga del costado de Cristo es habitualmente puesta en su costado derecho.
La Palabra de hoy nos invita a meditar como la gracia de Dios ha brotado de una fuente del corazón traspasado del redentor, de Él manan esos torrentes que nos transmiten la vida de la gracia, de el brotan los sacramentos que nos transmiten la misma vida divina, de Él surge esa bendición que el Padre ha pensado para sus hijos ¿cómo nos estamos acercando a esta fuente? Sus aguas son capaces de sanear y transformar todo lo que tocan ¿estoy dispuesto a entrar en este río? Quizás sólo estoy dispuesto a remojar los pies, a que me cubra hasta la cintura o estoy dispuesto ha dejarme invadir por él.
Ya no es el agua de la piscina de Betesda la que transforma la vida miserable de aquellos que viven sujetos a la opresión del pecado y sus consecuencias, sino que es Cristo que con su gracia sale a nuestro encuentro para transformar nuestra historia, como transformó la vida de aquel hombre que había estado enfermo por 38 años, su gracia la hemos comenzado a recibir el día de nuestro bautismo cuando sumergidos en las aguas de la pila bautismal hemos sido purificados del pecado original y continuamos a recibirla y hacerla crecer cada vez que acudimos al sacramento de la Reconciliación y a la Eucaristía, sacramentos a los que hemos de acercarnos con frecuencia.
Así nos volvemos como árboles frondosos que al borde del torrente dan fruto en abundancia, frutos de fe al anunciar a Jesucristo y su palabra en un mundo dominado por el relativismo y el pragmatismo; frutos de esperanza al poner la confianza en la providencia de un Dios que es Padre y que nos ama como hijos frente a un mundo que vive sumergido en la zozobra y el sin sentido; frutos de caridad que se traduce en una adoración en espíritu y verdad a nuestro Dios uno y Trino al cual muchas veces no le damos la debida reverencia y en obras de misericordia con el prójimo que muchas veces es descartado y tratado con indiferencia.
Esta fuente de agua de viva queridos hermanos se abrirá para colmarnos en pocos momentos: La corriente que nace de esta fuente, esta fuente que como decía san Juan de la Cruz “es tan capaz y omnipotente”, se encuentra escondida en la Sagrada Eucaristía “en este vivo pan por darnos vida” por eso exclamaba el santo del carmelo “ Aquesta viva fuente que deseo, en este pan de vida yo la veo” ¿quieres venir a beber de ella?
Que el Señor nos conceda en este día el poder acercarnos a la fuente de su Corazón santísimo, del cual ha brotado la gracia que transforma y sana el mundo entero.