El don de Dios se manifiesta

Solemnidad de la Epifanía del Señor

Is 60, 1-6; Sal 7; Ef 3, 2-3. 5-6; +Mt 2, 1-12

Si preguntásemos quién o quiénes son los personajes más importantes del relato que escuchamos en el Evangelio de hoy, quizás no pocos dirían los magos, pues ellos viajaron de lejos, se presentaron ante Herodes, siguieron la estrella en la noche, etc. Sin embargo la respuesta sería un tanto errada porque lo más importante no es quien camina ni cuanto camina sino el fin de su camino, hacia donde se dirige, qué es lo que busca, y ¿a quién buscan?

Y la respuesta es sencilla, al Rey que ha nacido en Belén. Así descubrimos que el verdadero protagonista de la historia es Jesús, por eso aunque popularmente este domingo se conoce como día de Reyes (en alusión a los reyes magos), nosotros realmente la llamamos con la Iglesia en la Sagrada Liturgia como la Solemnidad de la Epifanía del Señor, porque lo más importante no es que los “magos llegan del oriente” sino que el Señor se ha manifestado a ellos.

La palabra epifanía es de origen griego y quiere decir literalmente “manifestación” “revelación” “mostrar aquello que estaba oculto”. Así la fiesta de hoy es “la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo… nuestro Señor, se manifestó en diversas ocasiones, por ej.  En el Bautismo en el Jordán o en las Bodas de Caná, sin embargo la Epifanía que celebramos hoy es la primera, la cual tuvo lugar durante la infancia Jesús, ella ocurrió, según nos dice el Evangelio, con ocasión de unos «magos» venidos de Oriente (Mt 2, 1)

En estos «magos», representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación…”. La gran alegría de esta fiesta, no es tanto que los reyes llegan con regalos, sino que Dios nos ha dado el regalo más grande en Jesús, puesto que la salvación que nos ha traído Él es para todos los pueblos, a todos y cada uno de los hombres quiere Dios librar de las garras del pecado y la muerte, para esto nació este niño en Belén.


«La estrella vino a pararse encima de donde estaba el niño. Por lo cual, los magos, al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Recibamos también nosotros esa inmensa alegría en nuestros corazones. Es la alegría que los ángeles anuncian a los pastores. Adoremos con los Magos, demos gloria con los pastores, dancemos con los ángeles. Porque hoy ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. El Señor es Dios: él nos ilumina, pero no en la condición divina, para atemorizar nuestra debilidad, sino en la condición de esclavo, para gratificar con la libertad a quienes gemían bajo la esclavitud. ¿Quién es tan insensible, quién tan ingrato, que no se alegre, que no exulte, que no se recree con tales noticias? Esta es una fiesta común a toda la creación: se le otorgan al mundo dones celestiales, el arcángel es enviado a Zacarías y a María, se forma un coro de ángeles, que cantan: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama»

San Basilio Magno


Así se cumplen las promesas de la antigüedad que hemos escuchado en la primera lectura, “Mira: las tinieblas cubre la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria. Caminarán los pueblos a tu luz, y los reyes, al resplandor de tu aurora. Levanta los ojos y mira a tu alrededor: todos se reúnen y vienen a ti”. Estas promesas anunciaban la altísima vocación de Israel de reunir en sí a todas las naciones de la tierra ya que en él habría de nacer el Salvador del mundo. Israel fue el Pueblo que el Señor se formó y preparó para convocar a todos los pueblos e iluminarlos con la luz de Cristo«La Epifanía manifiesta que «la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas»(S. León Magno, serm. 23) y adquiere la «israelitica dignitas» (MR, Vigilia pascual 26: oración después de la tercera lectura)». (CEC 528)

Jesús se nos presenta como el sol que ha nacido de lo alto, la luz que ilumina toda la historia de la salvación. En el Divino Niño el hombre ha conocido a Dios, pues Él mismo se le ha revelado, por eso la Iglesia nos enseña que  “En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó toda entera. «Lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14), él es la «luz del mundo» (Jn 8, 12), la Verdad (cf Jn 14, 6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas (cf Jn 12, 46)….”  Pero también en Jesús el hombre encuentra la luz que ilumina la verdad de sí mismo, en Cristo el hombre se conoce, y conoce el plan para el que Dios le ha creado, el proyecto de amor para el que Dios lo pensó desde la eternidad, Cristo le revela al hombre, lo que el hombre realmente es.

En la fe cristiana, el hombre que ha entrado en relación con Jesucristo, entra en la mirada de Dios sobre la humanidad, el hombre contempla su vida como Dios la ve. La mirada del Señor purifica nuestros corazones “…nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres”  nos hace partícipes de su mirada de misericordia. Asimismo nos invita a un volvernos a Él, contemplarlo a Él, contemplarnos en Él; contemplación que se realiza a través de la oración y la frecuentación de la palabra de Dios. “…La contemplación dirige también su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende así el «conocimiento interno del Señor» para más amarle y seguirle” (CEC 2715)

El amor de Dios se nos ha manifestado en Cristo, el amor de Dios ha iluminado nuestra historia en este niño nacido en Belén, el amor de Dios quiso hacerse hombre para mostrarnos lo que Él había pensado para nosotros, el amor de Dios nos mueve a volvernos a Él.


“Hoy el mago discierne con profundo asombro lo que allí contempla: el cielo en la tierra, la tierra en el cielo; el hombre en Dios, y Dios en el hombre; y a aquel que no puede ser encerrado en todo el universo incluido en un cuerpo de niño. Y, viendo, cree y no duda; y lo proclama con sus dones místicos: el incienso para Dios, el oro para el Rey, y la mirra para el que morirá. Hoy el gentil, que era el último, ha pasado a ser el primero, pues entonces la fe de los magos consagró la creencia de las naciones”

San Pedro Crisólogo


 

Que la luz del Señor ilumine nuestros corazones para que podamos contemplarle como el don de Dios para nuestras vidas y así como los magos le ofrecieron regalos, también nosotros podamos corresponder a su amor ofreciéndole, desde el inicio de este año, el incienso de nuestras oraciones, el oro de nuestras virtudes y obras de misericordia, y la mirra de los sacrificios y pequeñas mortificaciones del día a día.

IMG: «Adoración de los magos» de Rubens