San Antonio, Abad

En este día celebramos la memoria de uno de los grandes monjes de la antigüedad cristiana, san Antonio abad, de él perduran abundantes datos biográficos gracias a un amigo suyo, san Atanasio, que puso por escrito su vida y sus enseñanzas en una obra que se llama “Vida de san Antonio” la cual fue muy popular en su época.

Luego de la muerte de sus padres cuando Antonio tenía unos veinte años, escucha una predicación en la que se pronuncian aquellas palabras del Evangelio “si quieres ser perfecto, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, luego ven y sígueme” estas palabras hicieron mella en el corazón del santo y se dispuso de inmediato a vivirlas, en esa época comenzaba a estar en boga el monacato, hombres y mujeres que se retiraban a la soledad huyendo del mundo en la famosa fuga mundi.

Pero, ojo, no se huía del mundo como quien cobardemente huía del campo de batalla, sino al contrario, abandonando las comodidades y bienes materiales los monjes se disponían al combate espiritual. Toda la vida de san Antonio será un continuo progresar en el combate, diríamos hoy, buscaba cada día vivir con mayor santidad.

Numerosas son las enseñanzas que recogerá a lo largo de su vida e instruirá a otros para el luchar el buen combate de la fe. A modo de síntesis podemos decir:

“Enseñaba como la meditación de los novísimos fortalece al alma contra las pasiones y el demonio, (y) contra la impureza….Para luchar contra el demonio son infalibles la fe, la oración, el ayuno y la señal de la cruz. El demonio teme los ayunos de los ascetas, sus vigilias y oraciones, la mansedumbre, la paz interior, el desprecio de las riquezas y de las glorias vanas del mundo, la humildad, el amor a los pobres, las limosnas, la suavidad de costumbres y sobre todo el ardiente amor a Cristo”

En todo ejercicio espiritual y penitencia, Antonio, jamás cayó en exageraciones “enseñó a valorar sobre las cosas exteriores la pureza del corazón y la confianza en Dios. De ordinario mostraba una faz tan resplandeciente de alegría, que por ella le conocían quienes no le habían visto nunca antes” Gozaba de un ardiente espíritu apostólico e integridad en la fe.

Es interesante ver como los antiguos monjes e incluso aquellos que viven en el silencio de los claustros hoy en día nos muestran como la soledad y el silencio son necesarios en la purificación del corazón y en el trato de amistad con Dios. “Los peores enemigos del hombre no son los externos.

En la soledad más estricta, el hombre lleva consigo su naturaleza caída, propensa al orgullo, a la soberbia interior, a la lujuria a la que es preciso vigilar y mortificar constantemente si el alma quiere verse libre de sus flaquezas y encontrar a Dios en la paz. Por otro lado el demonio se encarga de afligir con sus tentaciones (presunción, soberbia, desánimo, falta de fe y confianza) -incluso-al más retirado de los ermitaños. Es decir que la vida cristiana es esencialmente lucha”

La soledad interior es incluso más necesaria para aquellos que quieren entrar en profunda relación con el Señor “es menester que ninguna criatura ocupe indebidamente nuestro corazón, que sepamos tenerlo desprendido de todas, de forma que ninguna nos pueda ser impedimento a nuestra carrera hacia la unión con Dios. Espíritu de soledad que…no es sino una forma superior de caridad, porque solamente el hombre que se ha purificado en soledad, en mortificación, en oración, es capaz de sentir fielmente la caridad y de ejercitarla exponiendo su vida. El solitario- si es auténtico discípulo de Cristo- de ninguna manera se desentiende de los demás.”

Antonio por ejemplo “durante la persecución de Maximino descendió a Alejandría para animar a los mártires, esperando ser él uno de ellos. Otra vez volvió a Alejandría en el 338 para ver a Atanasio su amigo y antiguo discípulo, que regresaba de su primer destierro. Antonio fue un gran adversario del arrianismo y un gran defensor de san Atanasio”

De modo general los estudiosos de la espiritualidad cristiana ven en estos antiguos monjes constantemente la imagen de los atletas que se lanzan a una competencia, porque ellos, en su búsqueda por la santidad de vida, siempre iban animados por un espíritu de santa competición procurando siempre progresar más y más en la caridad. La fuga del mundo significaba:

1) huir de las pasiones mundanas, para ellos su modo de entender la lucha ascética era un continuo liberarse, despertar sus consciencia y reconocer su realidad humana, y sobre todo cristiana, lo cual implicaba un cambio de vida, la conversión en la cual lo que de verdad importa son lo bienes eternos;

2) huir de los pensamientos malvados ¿cuál sería la vía para ello? La oración continua, sobre todo la meditación asidua de la Sagrada Escritura;

3) huir el comercio inútil entre los hombres, para insertarse en la realidad superior de la familia de los hijos de Dios, junto a la oración se exaltará la amabilidad en el trato con los demás;

4) huir de la vanagloria, en la que se puede caer a causa de los fenómenos extraordinarios de la vida espiritual, como visiones, milagros, etc. recordando que la recompensa no nos ha sido prometida para esta vida terrena sino para la vida eterna.

En las diversas formas de vida, el Espíritu Santo se va manifestando a los hombres de toda época, la palabra que les inspira es ciertamente un camino hacia aquella comunión plena con Dios en en el amor, san Antonio abad, uno de los campeones de la fe, nos alienta aún hoy en día a espacio de tanto siglos.


“Nuestro esfuerzo común ha de ser éste: no relajarnos después de haber comenzado, ni desalentarnos en los momentos de fatiga, ni decir: ‘llevamos mucho tiempo practicando la ascesis’, antes bien hagamos crecer, día a día, como si comenzáramos, nuestra decisión…

Así pues hijos, no desfallezcamos ni creamos que tenemos que sufrir durante mucho tiempo ni que hacemos algo grande, pues los padecimientos del mundo presente no tienen parangón con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Ni mirando el mundo pensemos que hemos renunciado a grandes bienes pues toda la tierra es pequeñísima en comparación de todo el cielo…sobre todo debemos considerar que, si no dejamos los bienes por nuestra virtud, los dejaremos después al morir incluso a aquellos que no deseamos…¿por qué no abandonamos por amor a la virtud para recibir en heredad el Reino?…

Cada uno se decida a no ser negligente, especialmente pensando que es siervo del Señor que debe servir al Señor. Como el siervo no se atreve a decir: ‘porque ayer trabajé, hoy no trabajo’, sino que cada día…da muestras de su buena disposición para agradar a su señor y no corre riesgos, del mismo modo, nosotros cada día debemos perseverar en la ascesis….

Por tanto, hijos, dediquémonos a la ascesis y nos desfallezcamos. En esto tenemos al Señor como colaborador, como está escrito: Dios coopera para el bien con todo el que elige el bien”

Vida de san Antonio


Que al descubrir la profunda y rica enseñanza que el Señor nos brinda por su gracia en los santos, podamos también nosotros lanzarnos al buen combate de la fe, sabiendo que el que comenzó en nosotros la buen obra la llevará a termino.

Nota

Los textos entre comillas están tomados de: Antonio Royo Marín, «Los grandes maestros de vida espiritual

Img: «San Antonio abad y san Pablo el eremita», de Diego de Velásquez