Tercer Domingo – Tiempo Ordinario – Ciclo A
• Is 8, 23b-9, 3. En Galilea de los gentiles el pueblo vio una luz grande
• Sal 26. El Señor es mi luz y mi salvación.
• 1Co 1, 10-13.17. Decid todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros.
• Mt 4, 12-23. Se estableció en Cafarnaúm, para que se cumpliera lo dicho por Isaías.
Nuevamente la Iglesia nos enseña como en nuestro Señor Jesucristo las promesas hechas por los profetas se han cumplido, la luz que disipa las tinieblas de la ignorancia y del error acerca de la vida son disipadas por Aquel que es la palabra de Dios hecha carne, por Aquel que ha venido para rescatar a los que estaban perdidos, para transformar la historia de la humanidad caída en historia de la salvación, por ello el llamado que hace Jesús a la conversión.
El Padre eterno quiere reunir a todos sus hijos en su Hijo amado, quiere enseñarle la altura de la vocación para la cual nos pensó, la grandeza del haber sido llamados a participar de su gloria divina en el cielo viviendo en santidad, quiere invitarnos a gozar de esa vida divina ingresando en la gran familia de Dios por medio de su Iglesia.
«Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10, 5 – 7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8, 11; Mt 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:
«La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega» (LG 5).»
Catecismo de la Iglesia Católica 543
Jesús nos invita a todos a participar de ese Reino entrando en la pobreza de espíritu acogiendo con humildad su mensaje, nos llama a la conversión mostrándonos con sus palabras y obras el amor misericordioso de Dios, dándonos como la prueba suprema del amor su misma muerte en Cruz para remisión de los pecados. Acoger la invitación de Cristo a este Reino implica entrar en su seguimiento, implica tomar la actitud del discípulo que aprende del Maestro.
Que importante es tener presente esto en nuestra vida, somos discípulos, y el discípulo es aquel que no sólo escucha una palabra, sino que busca que esa palabra transforme su vida a fin de que pueda imitar a su Maestro. En el domingo en que el Papa Francisco ha denominado “domingo de la Palabra de Dios” reflexionemos si hemos estado meditando y escuchando la voz de nuestro Divino Maestro a través de la Sagrada Escritura, que es un modo privilegiado de hacerlo, teniendo presente aquella máxima de san Jerónimo “quien desconoce las Escritura desconoce a Cristo”.
Y es que toda la Biblia nos habla de Él, de su mensaje de salvación y de la vida nueva que vino a inaugurar, por ello su palabra es luz para nosotros, pero una luz que no sólo ilumina sino que transforma, que purifica, como la llama de una vela, el mismo Jesús lo dijo a sus discípulos hace siglos, “ustedes han sido purificados por la palabra que les he dado”.
Los antiguos monjes incluso armaron colecciones de versículos para pronunciar y meditar cuando los asaltara algún tipo particular de tentación. Ciertamente uno no es mejor cristiano que otro por haberse memorizado las palabras de la Biblia, pero cuánto ayuda tener un versículo al cual recurrir en momentos de dificultad, Ya lo dice un salmo “¿Cómo podrá un joven andar honestamente? Cumpliendo tus palabras” Sal 119, 9
Deja que la luz que ilumino a Zabulón y Neftalí te ilumine: cuando te encuentras asaltado por la tentación de la ira “más vale hombre paciente que valiente mejor dominarse a sí mismo que dominar ciudades” (Prov 16, 32), cuando asaltado por la tentación de mentir “Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mt 5, 37), cuanto te veas asaltado por la tentación de los pensamientos impuros “Dios mío ven en mi auxilio. Señor date prisa en socorrerme” (sal 69, 2-3),
Cuando te vas asaltado por la tentación de la tristeza a causa de la pobreza “Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura.” (Mt 6, 33); cuando te veas tentado a insultar a una persona “Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego.” (Mt 5, 21-22)
Cuando te veas tentado a entrar en grupos delictivos, que planean el mal o simplemente que tienen conversaciones deshonestas “Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.” (Sal 1, 1-2 )
Que el Señor nos conceda la gracia en este domingo de hacer experiencia del poder iluminador y purificador de su Palabra de modo que al meditar la Sagrada Escritura podamos crecer no sólo en conocimientos sino en santidad de vida para gloria y alabanza suya.