Iluminando con su luz

V Domingo – TO – Ciclo C

  • Is 58, 7-10. Surgirá tu luz como la aurora.
  • Sal 111. El justo brilla en las tinieblas como una luz.
  • 1Co 2, 1-5. Os anuncié el misterio de Cristo crucificado.
  • Mt 5, 13-16. Vosotros sois la luz del mundo.

Es un principio de antropología que el hombre conoce a través de sus cinco sentidos externos  por ello a lo largo de los siglos la luz siempre sido asociada con el tema del conocimiento, pues es gracias a la luz que el hombre ve cuanto le rodea y puede conocerlo. Luz y conocimiento parecen realidades que se unen, pues cuando uno tiene un conocimiento sobre algo se dice, que tiene luz sobre aquella realidad, incluso popularmente decimos cuando necesitamos ideas para resolver un problema “tengo que decirle a alguien que me dé luces sobre este punto”.

Ahora bien, nosotros hemos escuchado en el Evangelio que somos “luz del mundo”, el profeta Isaías nos recuerda que esa luz se manifiesta cuando partimos el pan con el hambriento, hospedamos al pobre sin techo y cubrimos al desnudo, y no nos desentendemos de los nuestros. Es decir la luz que brota del interior del hombre se manifiesta cuando realiza obras de misericordia.

Pero esta luz, no nos la damos a nosotros mismos, antes bien, nos viene de la comunión con Cristo, pues Él nos dijo “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12) y ¿de qué manera nos mantenemos en esa comunión con Él? escuchemos nuevamente su voz:  “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14, 23)

El cristiano, habiendo vivido un encuentro de amor con Cristo, descubre en Él la Verdad sobre sí, sobre el mundo y sobre Dios, su conocimiento se ve elevado por la luz de la fe que le hacer percibir el mundo de un modo nuevo, participa del mismo conocimiento de Dios, y por ende descubre el bien verdadero que debe querer. El conocimiento de la fe viene por la ciencia del amor de Cristo. Y por ende no puede quedarse indiferente a los demás. Quien se sabe amado por Jesús, no puede hacer otra cosa sino buscar que otros también conozcan ese amor.

“Los cristianos son para todos los hombres de la tierra como una luz. Si somos cristianos debemos parecernos a Cristo. Si queréis aprender el arte de la atención y delicadeza hacia los demás os pareceréis cada vez más a Cristo, porque su corazón era humilde y siempre estaba atento a las necesidades de los otros. Una gran santidad comienza por esta atención a los demás. Para que nuestra vocación sea bella tiene que estar llena de esta atención. Por doquier, Jesús pasaba haciendo el bien. Y la Virgen María, en Caná, no pensó más que en las necesidades de los otros y las comunicaba a Jesús.

Un cristiano es un tabernáculo viviente del Dios viviente. El me creó, me eligió, ha venido a habitar en mi vida porque me necesita. Ahora, que sabéis cómo Dios os ama ¿qué de más natural para vosotros que pasar el resto de vuestra vida irradiando este amor? Ser verdaderamente cristiano quiere decir acoger realmente a Cristo y llegar a ser otro Cristo. Amar como somos amados, como Cristo nos ha amado en la cruz.”

Santa Teresa de Calcuta, A gift for God

En este sentido se comprende la dimensión misionera del cristiano, en el fondo no buscamos transmitir un conjunto de prácticas morales, rituales ni siquiera meras formulaciones teóricas. Sino buscamos transmitir una vida que nos ha llegado en el amor de Cristo, buscamos darlo a conocer a los demás , y el mejor modo es al estilo que Él nos dejó en el Sermón de la Montaña. Siempre nos conviene meditar constantemente esos capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de San Mateo, ahí encontramos lo que Jesús espera de nosotros. ¿Quieres saber cómo llegar a ser santo? Medita este precioso itinerario de santidad y pon por obra sus palabras.

¡Qué precioso y que dicha el ser cristiano! ¡qué hermoso es haber hecho experiencia de la salvación que Cristo nos adquirió en el madero de la cruz! En medio de un mundo cuya catequesis siembra la confusión, la duda y el temor, la luz de Cristo quiere resplandecer en nosotros para atraer por la fuerza del amor a más hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, niños y niñas hacia Él, que es el amigo que nunca falla, el amor que no se extingue, la verdad que no pasa.

Que el Señor nos conceda la gracia de saber hacer obras de misericordia para que la luz de Cristo en este mundo.

IMG: Duomo di Monreale en Sicilia.


“Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su  lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.

Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.

Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad.

Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.

El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar!”

Carta a Diogneto