Sábado – IV semana TO – Año par
1R 3, 4-13. Concede a tu siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo.
Sal 118. Enséñame, Señor, tus decretos.
Mc 6, 30-34. Andaban como ovejas que no tienen pastor.
Continuamos la meditación de la historia de Israel y sus reyes, hoy comenzamos el ciclo de Salomón, hijo de David. Ciertamente el joven rey como cualquiera que se aproxima a cumplir con una labor nueva experimenta cierto temor, el encargo encomendado en grande, la responsabilidad es alta, la posibilidad de errar tiene serias consecuencias, sin embargo, a ejemplo de su padre David, Salomón ve su elección como rey desde una perspectiva sobrenatural, reconoce que el pueblo que habrá de dirigir no es cualquier pueblo, es el Pueblo de Dios, sabe que su función de gobernante no es fruto de sus méritos sino de la elección y fidelidad divina, que no se desdice sino que cumple la promesa hecha a David. En el fondo el temor que Salomón experimenta, es el temor del Señor, y bien lo dice un pasaje de la Sagrada Escritura, principio de la sabiduría es el temor del Señor, el sabio es el hombre que reconoce su realidad frente a la de su Creador, es el hombre que en la humildad aprende a ver las cosas de la tierra en vista a su fin último, es el hombre que se abre a la realización del plan de Dios en su vida, es el hombre que al observar el camino de la vida aprende a vivir bajo la óptica del Señor.
La oración de Salomón es escuchada, su corazón aún dormido medita en las obras del Señor, en este caso en particular en la obra que Dios quiere realizar en él, Salomón sólo tiene en su pensamiento el realizar la voluntad de Dios, gobernando a su Pueblo, de la mejor manera. Su oración es sencilla, su oración es sincera, su oración es humilde. Y el salmo no hará otra cosa sino poner en nuestro labios las mismas palabras y sentimientos de aquel que recurre a Dios de esta manera, uniéndonos al clamar de Salomón que descubre que Dios ha entrado en su historia y quiere construir con él esa historia, una historia de salvación que producirá frutos de vida eterna para aquellos que se encuentren en torno a él.
Esta oración confiada en el fondo, el clamor de la oveja que busca a su pastor, que si bien desconfiando de sí misma lo hace para abandonarse completamente en él. Jesús se compadece de las multitudes, es increíble contemplar como el corazón del hombre encuentra su sosiego en el Señor, acudir a Él en la oración, es acudir a esos pastizales verdes y frondosos en los que se encuentra el verdadero alimento, acudir a Él en la oración es encontrar el consuelo cuando todo parece derrumbarse, acudir a Él en la oración es encontrar respuestas donde el mundo solo genera duda y confusión, acudir a Él en la oración es encontrar fortaleza cuando sentimos que hemos de desfallecer, acudir a Él en la oración es encontrar defensa cuando todos parecen lanzarse en contra, acudir a Él en la oración es volver a escuchar la dulce voz de Aquel que viéndonos perdidos, nos tomo en sus brazos, curó nuestras heridas, y nos trae nuevamente a su redil.
«¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Toda la humanidad que cargaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja. Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo; llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz y tu voz me dé la vida eterna…»
San Gregorio de Nisa, Homilía 2 sobre el Cantar de los Cantares
Que el Señor nos conceda la gracia de un corazón noble que sepa abandonarse en la voluntad de Dios para que en ella descubramos la voz del buen pastor que se ha compadecido de nosotros.
IMG: «Jesús Buen Pastor» vitral de, St John the Baptist’s Anglican Church, Australia