Buscando un signo

Lunes – VI semana TO – Año par

• St 1, 1-11. La autenticidad de vuestra fe produce paciencia, para que seáis perfectos e íntegros.
• Sal 118. Cuando me alcance tu compasión, Señor, viviré.
• Mc 8, 11-13. ¿Por qué esta generación reclama un signo?

Nos encontramos meditando a lo largo de estos días el evangelio según san Marcos, siendo el más breve de los cuatro, nos presenta de un modo maravilloso la vida y obra de nuestro Señor Jesucristo. En esta ocasión Él reclama la actitud de algunos de los fariseos que se acercan para pedir una señal del cielo, su actitud les lleva a buscar fenómenos extraordinarios para poder dar crédito a la palabra de Cristo, buscan quien satisfaga su curiosidad, casi parece sarcástica la petición puesto que parecen pedirle algo que no puede hacer, sin embargo si nosotros volvemos páginas atrás sea al capítulo 7 y 6 podemos constatar los que las grandes multitudes que seguían al Señor iban admirando, las grandes obras que realizaba, en estos capítulos vemos diversos milagros de curación e incluso dos multiplicaciones de los panes.

Por tanto, venir ahora a pedir signos, es una necedad, bien lo dice el dicho popular “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. San Juan Crisóstomo por eso dirá que «no le preguntaban para creer, sino para apresarlo»

 

Con cada uno de los gestos que realiza Jesús anuncia una palabra, proclama la Buena Nueva, llama a la conversión del corazón. Jesús no es simplemente un taumaturgo, un hacedor de milagros o fenómenos grandiosos, es algo más, es el Mesías de Dios, el Redentor, el Ungido que ha venido al mundo para nuestro salvación. Cristo Jesús no sólo da “pan y circo”, comida y diversión, Jesús a venido para darnos vida y vida en abundancia. Aquellos que con un corazón sencillo y humilde le siguen saben descubrir quien camina con ellos, aquellos que van bajo la duda y la sospecha, que van como justicieros, que van como quien se encuentra alto en un pilar mientras los otros son una bola de ignorante y pecadores, viven bajo el sesgo de su soberbia y se cierran al amor que transforma la vida.

Nosotros hemos de guardarnos de no adquirir estas actitudes farisaicas, quizás no lo digamos explícitamente por los fariseos pero podemos hacerlo de otros modos, como cuando quizás andamos sólo de evento en evento católico, pero no hay un serio compromiso bautismal de conversión, no hay perseverancia en un plan de vida espiritual, por ej. podríamos ir del desayuno católico con fulano, al almuerzo con los hermanos de un grupo por el día del amor y la amistad (o navidad, o festejo de cumpleaños), luego vamos a la tarde de alabanza, o a la hora santa donde cantará “X” o “Y” grupo y frecuento la Misa sólo en “X” iglesia porque sólo ahí el padre predica como a mí me gusta, pero cuando se pregunta si esta persona está frecuentando su pequeña comunidad, se nos dice que tiene “tantos meses de no ir”, no se confiesa frecuentemente, falta a la Misa dominical por irse a la playa de paseo excusando diciendo “es que de algo me tuvo que valer haber ido al bingo”, su familia nunca ve a esta persona, en su trabajo vive peleado con todos, ve un templo donde está Jesús en el sagrario y no se detiene porque el silencio “le parece aburrido”, y resume su vida diciendo “es que ahí no siento la presencia de Dios” y reduce la experiencia de Dios al sentimiento y deja de vivir de la fe para vivir de su sensibilidad.

Se olvida que hay un signo de Cristo en el pobre que tiene al lado, en el padre o madre anciano que anhela su visita, en el esposo o esposa que experimenta su ausencia en el hogar, en los hijos que el Señor le ha dado para ejercer su vocación de servicio, en el trabajo cotidiano que desempeñado con diligencia es signo de la presencia de Dios en el mundo.

¿Sé vivir todavía de la fe operante o vivo buscando signos como aquellos escribas y fariseos?

El acto de fe más bello es el que brota de los labios en plena oscuridad, en medio de los sacrificios, los sufrimientos, en el supremo esfuerzo de una voluntad firme de hacer el bien. Como el rayo, este acto de fe rasga las tinieblas de tu alma; en medio de los relámpagos de la tormenta te levanta y te conduce a Dios.
La fe viva, la certeza inquebrantable y la adhesión incondicional a la voluntad del Señor es la luz que ilumina los pasos del pueblo de Dios en el desierto. Es esta misma luz la que brilla a cada instante en todo espíritu agradable al Padre. Es esta la luz que ha conducido a los magos y les ha hecho adorar al Mesías recién nacido. Es la estrella profetizada por Balaam (Nm 24,17), la antorcha que guía los pasos de todo hombre que busca a Dios.

Ahora bien, esta estrella, esta antorcha, son las que igualmente iluminan a tu alma, la que dirige tus pasos para evitar que vacilen, la que fortalece tu espíritu en el amor de Dios. Tú no la ves, no la comprendes, pero es que no es necesario. No verás más que tinieblas, pero, ciertamente, no las de los hijos de la perdición, sino las que envuelven al Sol eterno. Ten por seguro que este Sol resplandece en tu alma; el profeta del Señor ha cantado, refiriéndose a ella: «Tu luz nos hace ver la luz» (Sal 36,10).

 Pío de Pietrelcina, CE 57; Ep 3, 400 s

 

Que el Señor nos conceda la gracia en este día de saber discernir lo que hay en nuestro corazón para que purificándonos de la superficialidades del buscar sólo signos, podamos profundizar nuestra relación con Él por la fe en su palabra.

IMG: «Jesús en disputa con los fariseos» de Gustave Doré