1.2 Cooperación a la obra de la Redención

«Estén alegres cuando compartan los padecimientos de Cristo, para que cuando se manifiesta en su gloria, reboséis de gozo»
1 Pe 4, 13

La joven humilde Nazareth, se convierte en Madre de todos los hombres desde que dio su fiat en la anunciación[1], y por si eso fuera poco, presente en el Calvario es asociada de un modo especialísimo al sacrificio de Cristo en la Cruz perfeccionando así este vínculo de amor por su cooperación a la obra de la salvación, es común escuchar a los santos decir que en aquel momento ella misma ofrecía al Padre los sufrimientos de su hijo y los suyos en favor de la salvación de todos los hombres, fue en este momento que Jesús la proclama Madre nuestra al encomendarla al discípulo amado (cf. Jn 19, 26)

«María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres»[2]

Sólo el amor de una madre podría soportar el contemplar al hijo salido de sus entrañas pasar por la agonía de la flagelación, de los insultos, del pesado madero con cargó nuestro Señor a cuentas, sólo el amor de madre podría dotar de fortaleza para continuar a su lado y contemplar el rostro ensangrentado de aquel del cual se dijo en algún momento “todo lo había hecho bien” (Mc 7, 37) y que inocente sufre el suplicio de un delincuente condenado a muerte, sólo el amor de madre podría haber permanecido al lado del fruto de su vientre mientras es clavado y colgado de la Cruz, sólo el amor de una madre logra comprender que significa sufrir con los sufrimientos de un hijo, en María santísima encontramos realmente el amor de con-dolencia por el cual ella más tarde recibiría el título de Reina de los mártires.

«En el Calvario, y en unión con su Hijo, María satisfizo por nosotros, con una satisfacción fundada, no en la estricta justicia, sino en los derechos de la íntima amistad o caridad que la unía a Dios»[3] Sólo Jesús al ser verdadero Dios y verdadero hombre podía pagar la deuda que había contraído a causa del pecado, sin embargo, dado el profundo amor materno de la Santísima Virgen por Él, sus dolores en el Calvario también fueron asociados de un modo singular a los de Jesús, de modo que son tenidos en cuenta en la expiación de nuestros pecados.

El Papa Benedicto XVI meditando ese punto nos enseña que su fortaleza en estos momementos encuentra su fundamento en la oración pues ella entra en diálogo con la Palabra que le es dada por medio del ángel a la hora de llevar a cabo su misión como Madre del Salador “no la considera superficialmente, sino que se detiene, la deja penetrar en su mente y en su corazón para comprender lo que el Señor quiere de ella, el sentido del anuncio”[4] es más al conservar las cosas en su corazón ella reunía “todos los acontecimientos que le estaban sucediendo; situaba cada elemento, cada palabra, cada hecho, dentro del todo y lo confrontaba, lo conservaba, reconociendo que todo proviene de la voluntad de Dios.

María no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que acontece en su vida, sino que sabe mirar en profundidad, se deja interpelar por los acontecimientos, los elabora, los discierne, y adquiere aquella comprensión que sólo la fe puede garantizar. Es la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge en sí también aquello que no comprende del obrar de Dios, dejando que sea Dios quien le abra la mente y el corazón.”[5]

Su colaboración en la obra de la salvación por tanto tiene su fundamento en la fe que le hace entrar en la voluntad de Dios y desde ahí el corazón de la madre se une al Corazón del Hijo para secundar con todo su ser el plan de salvación sobre la humanidad al entrar en la obediencia al Padre.

San Juan Pablo II explica el misterio de la colaboración de María a la salvación del género humano tiene un significado específico:

«La cooperación de los cristianos en la salvación se realiza después del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a difundir mediante la oración y el sacrificio. Por el contrario, la participación de María se realizó durante el acontecimiento mismo y en calidad de madre; por tanto, se extiende a la totalidad de la obra salvífica de Cristo. Solamente ella fue asociada de ese modo al sacrificio redentor, que mereció la salvación de todos los hombres. En unión con Cristo y subordinada a él, cooperó para obtener la gracia de la salvación a toda la humanidad»[6]

Más aún, la colaboración de Nuestra Buena Madre al plan de salvación hace resplandecer el rol de la mujer como destinataria y colaboradora activa en la salvación de la humanidad, pues como nos dice el Génesis, tanto el hombre como la mujer son imagen y semejanza de Dios

«¿Cuál es el significado de esa singular cooperación de María en el plan de la salvación? Hay que buscarlo en una intención particular de Dios con respecto a la Madre del Redentor, a quien Jesús llama con el título de «mujer » en dos ocasiones solemnes, a saber, en Caná y al pie de la cruz (cf. Jn 2, 4; 19, 26).

María está asociada a la obra salvífica en cuanto mujer. El Señor, que creó al hombre «varón y mujer» (cf. Gn 1, 27), también en la Redención quiso poner al lado del nuevo Adán a la nueva Eva. La pareja de los primeros padres emprendió el camino del pecado; una nueva pareja, el Hijo de Dios con la colaboración de su Madre, devolvería al género humano su dignidad originaria.

María, nueva Eva, se convierte así en icono perfecto de la Iglesia. En el designio divino, representa al pie de la cruz a la humanidad redimida que, necesitada de salvación, puede dar una contribución al desarrollo de la obra salvífica.»[7]

Sin embargo, su intervención en la salvación de la humanidad no se limitó a un período breve de la historia luego de su Asunción “Como una madre bienaventurada conoce en el cielo las necesidades espirituales de los hombres todos. Y como es muy tierna madre, ruega por sus hijos; y como ejerce poder omnímodo sobre el corazón de su Hijo, nos obtiene todas las gracias que a nuestras almas llegan y las que se dan a los que no se obstinan en el mal.”[8]

En un Sermón sobre la Natividad de la Virgen María, san Bernardo la comparará a un acueducto que conduce agua por diferentes lugares. Siendo Cristo la fuente de la que dimana la gracia de Dios, su Madre es el canal por el que nos llega, distribuyendo así no sólo cada especie sino cada gracia en particular[9]. A través de ella llegan todo tipo de gracias, temporales, espirituales, la de la conversión, la de la fidelidad a la gracia, hasta la de la perseverancia final.

A modo de síntesis, la cooperación de María santísima en la obra de la redención se ve marcada así por su maternidad divina y su maternidad espiritual, unida a Dios por la elección divina como Madre del salvador, también está unida a nosotros no sólo por participar de la misma naturaleza humana sino porque Cristo le otorgó esa misión (cf. Jn 19,26). Es impresionante considerar como todo esto podemos encontrarlo resumido en la segunda parte del Ave María cuando decimos: Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

IMG: «Dolorosa» de Murillo

[1] Cf. Reginald Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador y Nuestra Vida Interior, p.165.

[2] Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 56

[3] Reginald Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior: Preludio de la del cielo, p. 140

[4] Benedicto XVI, Audiencia General, 19 de diciembre de 2012

[5] Ídem.

[6] San Juan Pablo II, Audiencia General, 9 de abril de 1997

[7] Idem.

[8]  Reginald Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior: Preludio de la del cielo, p.145.

[9] Cf. Reginald Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior: Preludio de la del cielo, p. 144.

.