En nuestro lenguaje popular existen muchas personas de las cuales se dicen que “son muy devotas” de la Santísima Virgen o que nos motivan a consagrarnos a ella durante el mes de mayo o con ocasión de una fiesta grande en honor a nuestra Buena Madre. Pero ¿qué hemos de entender por estas prácticas?
En primer lugar podemos decir que la palabra devoción se utiliza para designar generalmente prácticas de piedad que tienen como objetivo el meditar sobre algún aspecto de la fe o suplicar a algún santo su intercesión, en este sentido se dicen devociones marianas diversas prácticas, entre ellas: los cinco primero sábados, el Ave María, el Angelus, el escapulario y la medalla de la Virgen, destacando de modo particular el Santísimo Rosario, decía un teólogo sobre esta práctica “Ningún devoto de María que se precie de tal omitirá un solo día el rezo del santísimo rosario-al menos una tercera parte [el autor escribe antes del pontificado de Juan Pablo II]-aunque por circunstancias inesperadas tenga que omitir cualquiera otra práctica de devoción mariana: el rosario las suple todas y a él no le suple ninguna”[1];
Sin embargo, aunque estas prácticas pueden manifestar exteriormente la devoción santa María, la palabra en sí tiene un acepción clara y distinta que no debe de confundirse con las anteriores, aunque aquellas pueden expresar y preparar para ésta. En sentido estricto devoción es una “prontitud de la voluntad, que debe permanecer firme, a pesar de las sequedades de la sensibilidad, nos inclina a dar a nuestro Señor y a su santa Madre el culto que les es debido”[2] y, en este sentido, consagrarse a la B.V. María no es simplemente una práctica de piedad entre otras, sino que es un auténtico modo de vivir la relación con María en la vida cristiana, podríamos decir que es el modo en que se vive la dimensión mariana de la espiritualidad de los cristianos.
Hay quien incluso describe la devoción a nuestra Buena Madre en tres grados, en primer lugar de aquel que realiza oraciones vocales con cierta frecuencia, luego la de aquellos que dirigen sus sentimientos hacia ella a través del rezo del santo rosario cotidiano y un tercero sería la consagración mariana a Jesucristo
A la base de la consagración está la doctrina sobre la comunicabilidad de las gracias y la comunión de los santos, así las buenas obras ofrecidas a la B.V. María hacen que los méritos obtenidos a través de ellas se conserven y fructifiquen, así como también se obtienen beneficios en favor de otros.
Por ello no se ha de proponer la consagración a quienes lo dejaran en mera exterioridad sin apreciar su peso o que la tomasen a la ligera, debe ser sugerida a personas que fervorosas y dispuestas a vivir en coherencia a lo que ella significa particularmente en fiestas dedicadas a la Virgen.[3] «La fórmula más completa de la devoción a la Virgen ha sido y será siempre a Jesús por María, o sea María como camino más corto y expedito para llegar a Jesús, así como Él es el único camino que conduce directamente al Padre»[4]
Consagrarse a María significa en el fondo vivir como ella vivió, siendo fiel a Dios, buscando en toda ocasión vivir según su voluntad. Significa tomarse en serio la vida nueva de la gracia a la cual nacimos en el Bautismo. Significa buscar no sólo evitar el pecado sino realizar obras de bien en las cuáles se glorifique al Padre, creciendo en el cultivo de todo tipo de virtudes. Significa buscar que en todo momento Jesús sea conocido, reverenciado, amado y servido.
Significa caminar junto con Él hasta el punto de acompañarlo en el calvario como lo hizo ella. Significa pasar nuestros días anhelando gozar un día de la felicidad eterna en el cielo junto con ella, como lo diría un canto popular francés “La iré a ver un día, al cielo patria mía, iré a ver a María, mi gozo y mi amor. Al cielo, al cielo, la iré a ver”[5]
Según san Luis María Grignon de Monfort[6], vivir de esta manera la espiritualidad mariana lleva a los cristianos a gozar de las siguientes características:
- “Permanecen siempre en casa con su madre, es decir aman el retiro, se aplican a la oración, a ejemplo y en compañía de su Madre, la Virgen María”
- “…Aman tiernamente y honran a la Virgen María como a su cariñosa Madre y Señora”
- “…viven sumisos y obedientes a la Virgen María…”
- “…tienen una gran confianza en la bondad y poder de María, su Madre. Reclaman sin cesar su socorro…”
- “La imitan, y por esto son verdaderamente dichosos y devotos”
La consagración a la B.V. María tiene una fuerte repercusión en la vida interior del cristiano, pues si se dispone a ella y se asume con todos sus empeños le hace avanzar, según el testimonio de S. Luis María Grignon de Monfort, de manera rápida y segura en la perfección cristiana.
Esto implica que en María comenzará a participar de sus virtudes y de su modo de vivir los dones, así se unirá a su fe (pura, viva, firme, inquebrantable, activa, penetrante, emprendedora y valiente) perfeccionada por los dones de sabiduría e inteligencia; tendrá una gran confianza en Dios por la participación en la esperanza de María, tendiendo y buscando siempre su fin. Vivirá la gracia del amor puro y la transformación de su alma por la perfección de la caridad, llevándola a vivir como ella en la libertad de hijos de Dios. Les lleva a vivir una piedad en base a sacrificios y desprendimientos que les llevan a entrar en el conocimiento de verdades sublimes como las contenidas el Magníficat[7].
Recordemos el principio de toda devoción y por ende consagración a nuestra Buena Madre, ella es el camino más breve al cielo porque es el que recorrió el mismo Jesucristo en la Encarnación.
Es más el camino más perfecto porque enriquece el valor de nuestras buenas obras, y es el más seguro porque nos fortalece para evitar caer en faltas graves y nos protege de las ilusiones iniciales que al ojo del principiante son imperceptibles[8] así como nos ayuda a mantener los pies sobre la tierra evitando caer en la vanidad, tentación frecuente en aquellos que comienzan a progresar en la vida espiritual, porque al ver su humildad, recordamos con ella que cualquier cosa que de bueno tengamos o hagamos lo hacemos tiene su origen en Dios, fuente de todo bien.
Y si, fieles y dóciles al Espíritu Santo, llegamos a las cumbres de la vida espiritual como lo hicieron tantos santos y santas, uniéndonos cada vez más perfectamente a Cristo, ella caminará junto con nosotros para no que nos separemos de tan grande amor, incluso si hubiésemos de ser probados en la fe atravesando la prueba el martirio, ella estará con nosotros así como lo estuvo al pie de la cruz de Jesús.
IMG: Fotografia que muestra al Papa Francisco tocando la imagen de María Santísima
[1] A. Royo Marín, Teología de la perfección cristiana, p. 95.
[2] R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior: Preludio de la del cielo, p. 833.
[3] Cf. R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior: Preludio de la del cielo, p. 834–836.
[4] A. Royo Marín, La Virgen María: Teología y espiritualidad marianas, p. 250.
[5] «J’irai la voir un jour ! Au ciel dans ma patrie. Oui j’irai voir Marie, Ma joie et mon amour. Au ciel, au ciel, au ciel, J’irai la voir un jour»
[6] San Luis Maria Grignon de Monfort, Tratado de la verdadera devoción, 196 -200.
[7] Cf. R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador y Nuestra Vida Interior, 276–283.
[8] Cf. R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior: Preludio de la del cielo, 838.