La B.V. María y Nuestra Santificación

“Si Ella te guía no te fatigaras”

Estas palabras de san Bernardo de Claraval[1] nos recuerdan como la figura de la Santa Madre de Dios ha sido siempre custodiada en la vida de la Iglesia. De generación en generación, se nos ha enseñado que hemos de amarla y tenerla siempre presente en todo momento. Ella camina junto a nosotros y continúa ejercer un rol importante de unión e intercesión como lo hacía en el cenáculo a la espera del envío del Espíritu Santo.

En nuestro peregrinar hacia la patria celeste ella es para nosotros no sólo compañera de viaje, sino también educadora en el amor y modelo de toda virtud. Ella no está al margen en ese itinerario de santidad en el cual el Espíritu Santo nos va configurando con Cristo, sino que alcanzándonos todo tipo de gracias colabora con Dios para que lleguemos a ser “santos e inmaculados ante Él por el amor” (Ef 1, 4)

Esto es lo que queremos meditar en esta primera parte de nuestra obra, el fundamento y el modo en que la Santísima Virgen colabora con Dios en la obra de nuestra santificación. Que el Señor abra nuestras mentes y nuestros corazones para acoger con alegría el don de la presencia de María en nuestras vidas.

A continuación los puntos a considerar:

1. María, nuestra Buena Madre

1.1 Maternidad divina y espiritual

1.2 Cooperación en la obra de la redención

2. María, mediadora de todas las gracias

3. María, modelo de santidad

3.1 Las virtudes en María

3.2 Dones del Espíritu Santo en María

4. Devoción y Consagración a María

“Nuestro recurso ordinario…”

Esas son las palabras con las que san Marcelino Champagnat invitaba a los hermanos maristas a acogerse a nuestra Buena Madre. Luego de haber recorrido y meditado las grandezas que nuestro Señor ha obrado en la santísima Virgen María, como no podríamos conmovernos y consolarnos en nuestro combate espiritual cuando sabemos que contamos con tan grande auxilio del cielo. Sabernos amados por la Madre del amor hermoso es para nosotros un impulso de la gracia para permanecer y perseverar en nuestro peregrinaje hacia la patria celeste.

Toda gracia que la Reina del Cielo ha venido a gozar en la tierra le proviene sin duda del haber sido elegida para ser la Madre de Dios hecho hombre. El amor misericordioso del Padre que se nos ha manifestado en Jesucristo, quiso dotarnos no sólo de un ejemplo de una mujer de fe, de una mujer que supo hacer vida la palabra, de una mujer que vivió plenamente la ley del amor, sino que quiso dotarnos en ella de un socorro celestial al cual nosotros podamos recurrir como los niños recurren con confianza y ternura a los brazos de su madre.

La intercesión, el ejemplo y la compañía de la B.V. Virgen María es para nosotros el mejor aliciente y la mejor ayuda para dejarnos transformar por la acción santificadora del Espíritu de Dios, a ella hemos de acudir con frecuencia encomendándole todo nuestro ser y quehacer, para marcados por la impronta de la gracia podamos dar frutos de vida eterna.

Bajo tu amparo nos acogemos santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestra necesidad, antes bien, líbranos de todo peligro oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

IMG: «María rezando» del Sassoferrato

Nota: Ver también la página Santa María