Ríos de agua viva

Martes – IV semana de Cuaresma

• Ez 47, 1-9.12. Vi agua que manaba del templo, y habrá vida allí donde llegue el torrente.
• Sal 45. El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
• Jn 5, 1-16. Al momento aquel hombre quedó sano.

Al contemplar la visión de Ezequiel y el milagro realizado por Jesús, vemos como elemento común el agua, el profeta de hecho vió una corriente de agua que salía del lado oriental del Templo y que suscitaba la vida a su paso hasta el punto de llegar a transformar las aguas salobres del mar muerto, Jesús por su parte se acerca a curar a un paralítico que esperaba ser sanado por las aguas de la piscina de Betesdá en la que según una tradición un ángel descendía y agitaba las aguas, y si algún enfermo entraba en ella era curado.

Para los antiguos cristianos hablar del oriente, no era una mera ubicación geográfica, sino que veían en él un símbolo de Cristo, pues así como el sol nace desde esta dirección, así habría de regresar Jesús, el sol que nace de lo alto, de hecho la santa Eucaristía se celebraba mientras se veía hacia el este, hasta hace unos cincuenta años aún se celebraba así (en algunos lugares o ritos de la Iglesia aún se hace esto) de hecho a veces oímos que el sacerdote celebraba «de espaldas» es una expresión equivocada, en realidad es más preciso decir que dirigía las oraciones en la misma dirección de la asamblea para manifestar así esa antigua expectativa cristiana de la segunda venida del redentor.

Cuando vemos la figura del Templo, también hemos de verla a la luz de Cristo, Él es el nuevo templo, es en Él que Dios se hace presente en medio de su Pueblo, Él es el Emmanuel «Dios con nosotros». Los Padres de la Iglesia por tanto teniendo presente este doble sentido, la vida que viene del sol que nace de lo alto y la humanidad de Cristo como el Nuevo Templo, nos enseñan que es de Él que nace las aguas nuevas que dan vida al mundo, de su costado abierto fluyó sangre y agua, ¿y cuál es esta agua? la del Bautismo.

Así por el Bautismo hemos sido purificados del pecado original y hemos renacido a la nueva vida de hijos de Dios. Somos como esos árboles al lado del río que no obstante son de muchos tipos diversos, todos dan fruto abundante mientras se alimentan del agua viva, el primer salmo de la Biblia dice de hecho que el hombre justo «Será como un árbol
plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin» (Sal 1, 3) Y esos frutos son las obras virtuosas que realizamos movidos por el amor que Dios nos ha tenido y que se traduce en actos amor a Él.

Así perdonamos al que nos ofende por amor a Dios, procuramos hacer limosna por amor a Él que habita en el prójimo, buscamos vivir una vida honesta por amor a Él, buscamos perfeccionar nuestas habilidad profesionales y manuales no tanto para tener éxitos mundanos sino para dar gloria a Dios que nos ha dado tantos dones, y así todo lo que realizamos. Santa Teresa no cesaba de decir a sus monjas «obras quiere el Señor».

El Evangelio también hace alusión a esta idea, Jesús se compadece del paralítico y le preguntaba si quería quedar sano, el hombre con su respuesta revela que no hay nadie que se haya compadecido de él antes como para ayudarle a entrar en la piscina, y quizás ve que esta sería la intención del Señor, sin embargo, Cristo, no se deja ganar en generosidad y hace algo más grande, lo sana a pesar de ser sábado y la persecución que ya tenían contra Él los fariseos, Jesús lo libera de su enfermedad, así obra con nosotros, nos sale adelante, como solemos decir

«Jesús preguntó «¿Quieres quedar sano?» Mira su modestia; no dijo «quieres que te cure», porque no quiso aperantar algo grande ni siquiera al hacer los milagros. Y el cojo dice: «Quiero, pero no tengo un hombre [que me ayude]», porque donde no hay amor no hay hombre [que ayude]. Por eso, también pregunto yo, no para que sepas el plan [de Jesús] respecto a los enfermos, sino para que te des cuenta de la crueldad de los conciudadanos que estaban sanos, pues nadie te tiende la mano para que te acerques a la fuente, mientras que Él te antiende incluso frente al enemigo si se lo pides.»

San Anfiloquio de Iconio, Discursos, 9

¿Cuántas veces no nos da lo que pedimos, sino algo mucho mejor? ¿y qué mejor cosa que el perdón de nuestros pecados y la amistad bendita que busca establecer con nosotros? ¿qué mejor hay que su amor? ¿quién como Dios? por ello también deben resonar en nuestros corazones esas palabras que dice a este hombre «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.»

Vigilancia, oración, obras de misericordia, son la invitación de Jesús para nosotros todos los días, y de modo especial en este tiempo de cuaresma, que el Señor nos de la gracia de vivir a la altura de la vocación bautismal a la que nos ha llamado, de vivir como hijos del Padre Eterno encendidos por el fuego del amor de su Espíritu bendito.

IMG: es un vitral de la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Oakland, New Jersey