Lunes – V semana de Cuaresma
- Dn 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62. Ahora tengo que morir, siendo inocente.
- Sal 22. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
- Jn 8, 1-11. El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.
Grande es la misericordia del Señor, su sabiduría inmensa y sus senderos son justos. La Liturgia de la Palabra en este día nos narran la maravillas del Amor de Dios que es fiel y no se dejar ganar en generosidad, meditemos atentamente su palabra y entremos en su Corazón.
En el relato del profeta Daniel consideremos en primer lugar a los dos hombres que se dejaron llevar por el mal. Sugestivas son las palabras con las que se describe a estos ancianos, que no obstante sus años no perseveraron en el camino del bien y se desviaron, dice la Escritura: “Los dos viejos la veían (a Susana) pasearse diariamente, y se encendieron de pasión por ella, pervirtieron su corazón y cerraron sus ojos para no ver al cielo ni acordarse de lo que es justo” (Dn 13, 8-9).
La caída no es repentina, comenzaron por olvidarse de la razón por la que estaban en la casa del padre de Susana, él les recibía en su huerta dándoles un lugar donde resolver los litigios puesto que habían sido nombrados jueces, de ellos se esperaba impartieran justicia, sin embargo desviaron su atención de aquello que era su razón de estar de ahí.
Distraídos no custodiaron su mirada dando rienda suelta a sus inclinaciones desordenadas, pues dice continúa el texto diciendo “se encendieron en pasión por ella” y aquello que experimentaron en su interior terminó por carcomer su corazón hasta llegar a la perversión, el mal fue sembrado y comenzó a germinar dando frutos de muerte espiritual, y lo peor vendría después “cerraron sus ojos para no ver al cielo”, los que habían sido nombrados para custodiar la rectitud en el Pueblo elegido dejaron de ver al autor de la Justicia, rechazaron voluntariamente al Señor y se convirtieron en instrumentos del mal.
Primera lección a valorar: cuán atentos hemos de estar de perseverar hasta el final en los caminos del Señor, por algo dice el apóstol “quien se cree seguro, cuide de no vacilar”, hemos de aprender a discernir las malas inclinaciones en sus comienzos cuando es más fácil vencerlas, hay que saber detener a la serpiente a penas muestra la cola, porque si esperamos a que muestre la cabeza muy difícilmente nos libraremos de su mordida.
Una de las mejores estrategias para perseverar es recordar el antiguo adagio latino Age quod agis, que significa, haz lo que haces, concéntrate en la labor y misión encomendadas, asume compromisos y mantente en ellos, cuando tenemos amplios tiempos libres hagámonos un horario de actividades, la perseverancia es una parte de la virtud de la fortaleza que nos ayuda a robustecernos para resistir al mal y a formarnos en la búsqueda del bien, sobre todo cuando es arduo de conseguir.
En segundo lugar contemplemos a Susana. Preciosas son las palabras que recogen su fidelidad a Dios “No tengo ninguna salida -dice a los ancianos perversos-; si me entrego a ustedes, será la muerte para mí; si resisto, no escaparé de sus manos. Pero es mejor para mi ser víctima de sus calumnias, que pecar contra el Señor” (Dn 8, 22-23). El amor de Susana por el Señor es más grande que su temor a lo que puedan hacerle los hombres. Esta es la actitud de los fieles del Señor preferir la muerte antes que ofender a su Amado. Es la consciencia del que sabe que su vida no está en las manos de los hombres, sino en las manos del Dios.
Susana reconoce su limitación para enfrentar a estos jueces inicuos, sabe que lleva las de perder ante los tribunales humanos, pero los que confían en el Señor saben que el combate no es contra ellos sino contra Dios, y por tanto esperan en su misericordia. De hecho Susana no le preocupa lo que toda la asamblea pueda pensar de ella sino solamente el hecho de presentarse en justicia al Señor pues dice “Dios eterno, conoces los secretos y lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que estos me han levantado un falso testimonio. Y voy a morir sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí” (Dn 8, 42-43).
Segunda lección a valorar: Susana nos viene a enseñar una vez más que la obediencia a Dios es un tesoro precioso a custodiar aún a costa de la propia vida, “Soy lo que soy delante de Dios” decía el libro de la Imitación de Cristo, “nada más ni nada menos”. Sabiduría espiritual y milenaria que consuela los corazones de aquellos que se disponen a seguir a Jesús. Su fundamente es sólido porque es lo mismo que vivió el Hijo de Dios en su vida terrena “Jesucristo fue obediente hasta la muerte” dirá san Pablo y por eso “Dios le concedió el nombre que está sobre todo nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se dobla en cielo y tierra”.
El bien siempre triunfa, porque el Bien viene de Dios, aunque las circunstancias parezcan muy oscuras, Él prevalece. La intervención de Daniel tiene ese sentido, Dios no se deja vencer, el sale en defensa de sus fieles. Dios es siempre más grande ¡esa es nuestra confianza! La muestra más grande la tenemos en el sepulcro vacío, Cristo ha vencido a la muerte.
En el santo Evangelio vemos la contraposición de la actitud de Cristo a la de los ancianos perversos, estos buscaron condenar a la inocente, mientras que Jesús busca justificar – hacer justa- a la que era culpable. Bien lo decía el versículo antes del Evangelio “No quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva, dice el Señor” (Ez 33,11).
Las acusaciones provocadoras y perversas de sus acusadores nada tienen que ver con celo por la ley, simplemente buscan poner en aprietos a Jesús, ¿aquel que predica el bien podrá dejar de cumplir lo mandado por Moisés? Y si accede a la ejecución ¿dónde quedó su misericordia?
Tercera lección a valorar: El Señor sabe desenmascarar esta falsedad, ve más allá, y con su sentencia “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Jn 8, 7) da un colirio a aquella multitud y a nosotros también para recordar que Uno solo es el Legislador y Juez, que no podemos andar como justicieros por este mundo condenando al que puede haber cometido un error, no dice que llamemos al mal, bien, ni tampoco que llamemos al bien, mal. Pero sí nos enseña el mejor remedio para la temeridad de nuestros juicios “observar primero el propio pecado”.
El Buen Pastor reconoce en aquella mujer a la oveja que se le había perdido, el no viene acusarnos sino a darnos otra oportunidad, el primero ama, luego perdona e invita a la conversión “yo tampoco te condeno, vete y no peques más” (Jn 8, 11) ¡Cuántas veces el Señor ha usado esta bondad con nosotros! ¡Cuántas veces arrastrados por nuestros pecados hemos regresado a la fe pidiendo perdón y hemos encontrado los brazos amorosos de Cristo que nos recibe! ¡Cuántas veces su voz resuena en nuestros corazones llamándonos a volver a la vida y abandonar esas situaciones de muerte en las que tantas veces caemos!
“Incorporándose Jesús, dijo a la mujer: ¿Dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha lapidado? Ella contestó: Ninguno, Señor. Y Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más. Observa los misterios de Dios y la clemencia de Cristo. Cuando la mujer es acusada, Jesús se inclina; y se incorpora cuando desaparece el acusador: y es que él no quiere condenar a nadie, sino absolver a todos. ¿Qué significa, pues: Anda, y en adelante no peques más? Esto: Desde el momento en que Cristo te ha redimido, que la gracia corrija a la que la pena no conseguiría enmendar, sino sólo castigar.”
San Ambrosio, Carta 2611-20: PL 16, 1088-1090
Conclusión
Hermanos Dios es fiel y no dejará que las fuerzas del mal venzan en ti si permaneces en su amor y no te cierras a Él, deja que Cristo triunfe en tu vida en cualquiera de las situaciones que sientes que te oprimen. Y si has caído o has estado alejado de Dios por mucho tiempo, ven, levanta la mirada al crucificado, implora su perdón y escucha su voz que te dice al corazón “¿Donde están los que te acusan?…Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”.
Dulce Jesús, amado de nuestras vidas, como olvidarnos de ti, como apartarnos de tu amor si con tanta misericordia y ternura nos atraes hacia ti. ¡Quien tendrá un corazón endurecido que no se conmueva ante palabras tan llenas de vida! ¡Ten compasión de nosotros! míranos en la aflicción, recíbenos en tu casa, defiéndenos de los enemigos que buscan nuestra perdición, escóndenos en la herida de tu costado abierto, para que descansando en tu Corazón santísimo adquiramos nuevas fuerzas para ser tus misioneros y compartir esa vida eterna que nos has dado.
IMG: «Susana y los ancianos» de Pinturicchio