Jueves – V semana de Cuaresma
- Gn 17, 3-9. Serás padre de muchedumbre de pueblos.
- Sal 104. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
- Jn 8, 51-59. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día.
Jesucristo veíamos el día ayer nos invitaba a reconocerle como el Hijo enviado por el Padre y ser fieles en el seguimiento de su Palabra. La revelación del Señor se va haciendo cada vez más explicita, la historia de la salvación va llegando a su momento culmen, Cristo viene a establecer una Nueva Alianza entre Dios y los hombres.
La lectura del libro del Génesis nos recuerda el antiguo pacto hecho entre Dios y Abraham, el cambio de nombre junto con la promesa hecha al Patriarca marcan el comienzo de una nueva realidad. El Señor Dios se elige un hombre para formar con él un pueblo, Su Pueblo. Intervendrá en la historia de la humanidad será transformada, pues en esta nación habrá de nacer el Mesías, el Ungido del Señor, el Cordero de Dios que inmolado en el madero de la Cruz rescatará al hombre de las fauces del pecado y con su resurrección al tercer día le llamará a la vida nueva, la vida eterna. De la cual participamos si somos fieles a su Palabra.
En Cristo Jesús se han cumplido las promesas del Padre, desde entonces el Señor convocó a su nuevo Pueblo, del cual se pasa a formar parte no por linaje sanguíneo, sino por la transmisión de la fe. Así como Abraham creyó en Dios y fue bendecido por Él, así los cristianos creemos en Cristo y gozamos de la bendición de la Nueva Alianza, somos parte del Nuevo Pueblo de Dios, hemos sido congregados hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación en el seno de la Iglesia.
Como Abraham, también nosotros peregrinos, vamos de camino a la tierra que nos ha sido prometida fruto de la fidelidad a esta Nueva Alianza sella con la Preciosísima Sangre de Nuestro Redentor, vamos rumbo a la patria celeste, donde un día esperamos gozar en adoración a nuestro Dios, Uno y Trino, en compañía de los ángeles y los santos.
El antiguo Patriarca añoraba contemplar a Cristo, se regocijaba con el pensamiento de verle y al verlo se alegró por ello, según dice el mismo Jesús. Misterios profundos y santos que se nos revelan, puesto que con esta afirmación el Señor se nos revela como el eterno Hijo de Dios, se proclama con el nombre divino “Yo Soy”.
Grandeza sublime y hermosa, Dios camina entre nosotros, Dios ha asumido nuestra naturaleza mortal para hacernos participar de su naturaleza divina, ¿nos damos cuenta de esto? No somos cualquier cosa, por la fe en Cristo hemos renacido en la aguas del bautismo para formar parte de la gran familia de Dios, su Pueblo santo, en todo tu ser fluye la misma divina. Grande es, querido hermano, tu dignidad de hijo amado del Padre.
La Iglesia constantemente nos invita a no olvida que el Jesús se ha cumplido las promesas hechas desde la antigüedad a la humanidad, Dios no ha abandonado al hombre a vivir como esclavo del pecado y de la muerte.
“Todas las líneas del Antiguo Testamento convergen en Cristo; él es el « sí » definitivo a todas las promesas, el fundamento de nuestro « amén » último a Dios (cf. 2 Co 1,20). La historia de Jesús es la manifestación plena de la fiabilidad de Dios. Si Israel recordaba las grandes muestras de amor de Dios, que constituían el centro de su confesión y abrían la mirada de su fe, ahora la vida de Jesús se presenta como la intervención definitiva de Dios, la manifestación suprema de su amor por nosotros.
La Palabra que Dios nos dirige en Jesús no es una más entre otras, sino su Palabra eterna (cf. Hb 1,1-2). No hay garantía más grande que Dios nos pueda dar para asegurarnos su amor, como recuerda san Pablo (cf. Rm 8,31-39). La fe cristiana es, por tanto, fe en el Amor pleno, en su poder eficaz, en su capacidad de transformar el mundo e iluminar el tiempo. « Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él » (1 Jn 4,16). La fe reconoce el amor de Dios manifestado en Jesús como el fundamento sobre el que se asienta la realidad y su destino último.”
Papa Francisco, Lumen Fidei, n.15
Recordar que Dios hizo una alianza con Abraham nos tiene que llevar a recordar que también con cada uno de nosotros ha hecho una Alianza, la cual ha sido sellada el día de nuestro Bautismo, la cual profesamos en el Credo todos los domingos y que renovaremos en la noche santa de la solemne Vigilia Pascual a la cual nos vamos preparando.
En la liturgia bautismal de esa noche, renunciamos a Satanás, todas sus obras y seducciones, a la vez que renovamos las promesas que realizamos el día en fuimos bautizado, hacemos nuestra la fe que nuestros padres han custodiado y que nos han transmitido. Renovamos nuestro compromiso bautismal de vivir una vida de santidad, que es la vida de los ciudadanos del cielo, nuestra patria, hacia la cual nos dirigimos. No podría acaso Jesús decir de nosotros lo mismo que dijo de Abraham, ¿no nos regocijamos con el pensamiento de un día ver al Señor, ya no sólo bajo las especies del pan y vino -que es ya una gran don- sino el contemplarle cara a cara?
El Amor de nuestra vida salió a nuestro encuentro, asumió nuestra naturaleza humana, nos libero de la esclavitud del pecado y la muerte, nos ha hecho partícipes desde ya de la vida que no acaba, de un modo misterioso habita en nuestros corazones, de un modo misterioso lo encontramos en nuestro prójimo, de un modo misterioso lo encontramos en la asamblea litúrgica reunida para dar culto al Padre, de un modo misterioso se quedó bajo las especies del pan y del vino consagrados en la Santísima Eucaristía, y de un modo misterioso nos invita a prepararnos para el encuentro definitivo con Él una vez entremos en la morada santa que ha preparado.
Amado Jesús, cuando lleguen los períodos de crisis en mi vida, cuando las tentaciones se recrudezcan, cuando pase por momentos difíciles y adversos, enséñame a entrar en tu Corazón sacratísimo, y ahí en el contacto con los tesoros de tu Amor Misericordioso pueda yo aprender a hacer memoria como lo hacía el antiguo pueblo de Israel al cantar los salmos. Que contemple como Tú que cumpliste las promesas a Abraham en el pasado, también las sigues cumpliendo hoy.
Yo he escuchado tu palabra: “Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”.. Con una antigua oración de acción de gracias para la Misa yo también quiero decirte Amado mío: Jesús que yo creo, pero ayúdame a creer con más firmeza, Jesús yo espero en ti, pero ayúdame a esperar con más confianza. Jesús yo te amo, pero ayúdame a amarte con mayor ardor, quiero lo que Tú quieras, lo quiero cuando Tú lo quieras, lo quiero como Tú lo quieras. Amén
IMG: Una imagen de Abraham reuniendo a los justos en su regazo, se encuentra en el «Hortus deliciarum» de la abadesa Herrad von Landsberg.