Disipando las tinieblas

Miércoles – II semana del tiempo de Pascua

  • Hch 5, 17-26. Mirad, los hombres que metisteis en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo.
  • Sal 33. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
  • Jn 3, 16-21. Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él.

La comunidad cristiana al igual que su Señor sufrirá la persecución, no obstante la gente les guardaba gran estima a estos discípulos de la primera hora, no obstante los grandes actos de virtud, no obstante los milagros que hacían, no obstante el amor que se evidenciaba entre ellos, no obstante todo eso, la persecución se desata y son encarcelados, sin embargo el Señor los librará de aquella prisión por medio de su ángel, los hechos portentosos de la primera comunidad cristiana no supieron ser interpretados por los personajes religiosos de su época, y es que su testimonio no sólo anunciaba a Cristo Jesús y la verdad de su enseñanza, sino que denunciaba el embotamiento de la mente y la dureza de corazón de muchos otros.

“Fíjate como se va urdiendo toda la vida en los apóstoles de cosas entre sí contrarias. Así, en primer lugar les viene el desánimo por la separación del Señor; luego la alegría por el descenso del Espíritu; de nuevo desánimo por lo que les ponían en ridículo; y más tarde la alegría por los fieles y por el milagro; otra vez desánimo por el encarcelamiento y de nuevo alegría con la defensa. Nuevamente tristeza y alegría. Alegría, porque estaban radiantes y Dios se manifestaba en ellos; tristeza, porque mataban a los suyos. Nuevamente alegría, por la magnificencia; y otra vez tristeza, por causa de los príncipes de los sacerdotes. Y esto se ve en lo que se puede observar: tanto si uno mira a los antiguos como ahora”

San Juan Crisóstomo, Homilías a los Hechos de los Apóstoles 12, 1

La persecución ha estado siempre presente en la vida de la Iglesia de maneras diversas, la tinieblas quieren resistir a la luz pero no logran vencerla, el Reino se extiende en la vida de los hombres y mujeres que abrazan la fe y se comprometen a vivir con integridad aquello que han creído. Los hijos de la luz sufrirán el acoso de los hijos de las tinieblas, pero siempre resultarán vencedores.

Se dice que no importando que tan pequeña pueda ser una fuente de luz, siempre disipa tinieblas. Nuestra meditación de este día podría plantearse bajo esa perspectiva. Los ladrones, por lo general se esconden para poder cometer sus fechorías, los mentirosos crean sistemas complicados de argumentos con tal de no ser descubiertos, las personas que cometen asesinatos se hacen pasar por otras y se convierten en fugitivos sin que nadie sepa su destino, y podríamos poner una gran lista de ejemplos acerca de como aquellos que colaboran con el mal siempre buscan esconderse, buscan la “seguridad” en las tinieblas, de las cuales se convierten en prisioneros, pues viven encadenados por el temor de ser capturados.

Al final, todo pecado tiende a esto, limitar la libertad de los hombres por el miedo a la justicia, pero nuestro Padre celestial, nos ha querido liberar de eso enviándonos en su amor misericordioso a Nuestro Señor Jesucristo. Él es la luz del mundo, que quiere iluminar toda nuestra vida, y vino a salvarnos del pecado y sus consecuencias, por tanto podemos decir, vino a disipar las oscuridad que acecha a nuestras almas.

Pongamos bajo su luz, toda tentación que experimentamos hacia el mal, todas aquellas desviaciones que encontramos en nuestros corazones, como puede ser una afán desordenado por el dinero, por el placer o por la comodidad, que podrían derivar en avaricia, lujuria o pereza, dejemos que Él con su luz elimine las tinieblas y dé pureza a nuestro corazón haciendo todo por amor.

Habiendo hecho experiencia de esto, podremos convertirnos en testigos del Resucitado, así como los apóstoles, que anunciaron el Evangelio en pleno día, no importando las dificultades que encontraban en el camino, pues estaban movidos por la fuerza del amor.

Que Jesús, sol que nace de lo Alto, nos ilumine y disipe toda oscuridad de nuestro interior.

Nota: vitral en el que se presenta a Cristo luz del mundo, iglesia de San Brendan, el Navegador, Batry, Condado Cork, Irlanda

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