Seguros en Él

Viernes – II semana de Pascua

• Hch 5, 34-42. Salieron contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre.
• Sal 26. Una cosa pido al Señor: habitar en su casa.
• Jn 6, 1-15. Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

Los apóstoles, aquellos hombres elegidos y enviados por Jesús para dar testimonio de Él son los primeros, en una larga lista de discípulos, de cumplir su misión hasta el punto de sufrir por Cristo. El martirio por dar fe de Cristo ha marcado la vida de la Iglesia. Hoy nos encontramos ante el primer sufrimiento físico que se padecerá por Cristo, aquellos que conviveron más íntimamente con Él serán los elegidos.

El tribunal se reunió con saña, cuidando defender ideologías, como la de los saduceos partido del Sumo Sacedote en turno que negaba la resurrección de los muertos, como la de algunos de los fariseos que vivían presa de la vanidad de ser aplaudidos y del rigorismo de la Ley, parece que el grupo de ancianos estaba corrompido, sin embargo se levanta una voz de razón, una voz sabia, una voz que propone una alternativa en base a la experiencia de la vida y animada verdaderamente por la Palabra pues busca sobre todo aquello que sea la voluntad de Dios, Gamaliel alza su voz y propone una solución llena de mansedumbre, dejarles en libertad, dejar que el tiempo muestre los frutos de los apóstoles. De tal manera habló que todos asintieron a su palabra.

Casi parece que nos dice que se recurra dos grandes combatientes que han vencido las más implicables de las batallas, el tiempo y la paciencia. Y ciertamente estos combatientes nos mostrará que aquellos hombres no eran movidos por otro distinto de Dios, porque su palabra fue tal que a tantos siglos de distancia se sigue hablando de ellos, y de la doctrina que predicaban, a diferencia de otros personajes que han pasado a la historia, estos no eran grandes científicos, ni los más grandes versados en letras, no provenían de grandes dinastías reales, no, era simplemente hombres elegidos por Jesús para dar testimonio, esa era su fuerza, de ahí el haber sido bendecidos con el don del Espíritu Santo quien fue el que obró grandes prodigios.

Es sumamente precioso como termina el episodio, luego de ser azotados dice el texto, ellos se fueron con gran alegría por haber sufrido aquel ultraje por Cristo, comienzan a ver que la Palabra de Cristo obre ellos se cumple, y se sienten alegres porque aquel sufrimiento es simplemente una ocasión para mostrar su amor.

“De igual manera que quienes poseen una alta magistratura, si les molesta una adversidad, no la sienten, sino que no pierden su alegría, así sucede con los apóstoles, pues con semejantes males es con lo que más se alegran. No, no se puede explicar el placer de quienes sufren por Cristo aluna cosa pesada, porque se deleitan en sus males como en sus bienes. Si alguien ha amado a Cristo, sabe lo que digo. Pues ¿qué? ¡por su seguridad tenían que huir de semejantes males? Dime, ¿qué persona tan abundante en riquezas hay que viva entre tanta gente y pueda huir de tantos peligros, aunque se trate de un solo cambio de política? Pero los apóstoles, como empujados por una orden del rey, todo lo llevaban a cabo, e incluso con mayor facilidad. Porque un mandato regio no es capaz de llevar a cabo lo que realizaba la predicación de los apóstoles; ciertamente el mandato regio obliga por necesidad, mientras que los apóstoles llevaban a cabo la empresa voluntariamente y dando incontables gracias. ¿Que mandato regio habría podido persuadirles a dejar todas sus riquezas, incluso a exponer su vida y despreciar casa, patria, parientes y la salud misma? Sin embargo, lo lograron las palabras de unos pescadores y fabricantes de tiendas de campaña. Al estar alegres, eran más poderosos y fuerte que todos.

San Juan Crisóstomo, Homilías de los Hechos de los apóstoles, 13, 3

Los apóstoles sufrieron por amor a Jesús, pues quien ama al Señor observa su  palabra. A tanto llega el amor por Él que lleva a muchos a olvidarse de sí mismos con tal de estar a su lado, el mismo texto del Evangelio de hoy nos cuenta como las multitudes al ir tras de Jesús no les importa otra cosa sino escuchar su palabra incluso cuando ya se hace tarde, pudiera parecer que el amor de esta gente es muy grande, pero recordemos es más grande el Cristo, las ovejas siguen fielmente al Pastor, pero es porque el pastor cuida primero de ellas.

Jesús no desampara incluso en las necesidades más humanas que puedan haber, el se compadece, su amor llega al punto de realizar estos gesto inauditos, alimentó aquella multitud. Este es queridos hermanos el inicio del capítulo seis de san Juan, el cual nos hablará de un modo hermoso de la Eucaristía, por hoy miremos el punto de partida Jesús se compadece de la multitud.

“Contemplemos esa muchedumbre que sigue al Maestro hasta el monte; con qué paz y serenidad de espíritu van tras Él. Ninguno murmura ni se queja, aunque parecía que iban a exhalar el último aliento por el desfallecimiento y el hambre… Cuando nos faltan los apoyos humanos, Dios los sustituye y cuida de nosotros con especial providencia. Esas pobres gentes que siguen al Señor fueron socorridas por el Señor solamente cuando ya iban a desfallecer de hambre.

Jesús tuvo mucha compasión, pues por amor de Él se habían olvidado de sí mismas y ni siquiera habían llevado provisiones, excepto el pequeño Marcial, que tenía cinco panes de cebada y dos peces. Parece que el Salvador, enamorado del corazón de aquellas buenas gentes, se decía: no habéis tenido tiempo de pensar en vosotros, pero yo me encargaré de cuidaros. Y llamando a Felipe, le dijo: ¿Dónde podríamos encontrar comida para éstos?» y no preguntaba por no saber, sino para probarle.

 Nunca debemos pensar que Dios nos prueba para que caigamos, sino que prueba a sus servidores más amados para que demuestren su fidelidad y el amor que le tienen…Nuestro Señor probó a Felipe, y fue una buena ocasión, ya que había dado una respuesta llena de prudencia humana. Buena cosa es que, como Dios ama tanto la humildad, alguna vez nos pruebe, no para hacernos un mal, sino para enseñarnos por propia experiencia lo que somos, por eso permite que hagamos o digamos grandes locuras o cosas que nos dan materia para humillarnos”

 San Francisco de Sales, Sermón, 16 de marzo de 1622

 Que el Señor nos conceda la gracia de ser también testigos vivos de su amor en nuestros días, para que guíados por el Espíritu Santo podamos llevar la Buena Nueva de salvación por todo el mundo.

 Nota: Mosaico de la basilica de san Apolinar en Ravenna.

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