Fiesta de san Marcos, evangelista
- 1P 5, 5b-14. Os saluda Marcos, mi hijo.
- Sal 88. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
- Mc 16, 15-20. Proclamad el Evangelio a toda la creación.
Hoy celebramos la fiesta de san Marcos, evangelista. Él aunque no tenemos testimonio de que haya sido discípulo directo de Jesús, no recoge el testimonio no sólo de uno de ellos, sino de aquel que fue cabeza de la Iglesia, el Evangelio que lleva su nombre recoge el testimonio de san Pedro, apóstol. Y no sólo eso, sino que será uno de los acompañantes de san Pablo en su primer viaje misionero, aunque al inicio tendrán algún desacuerdo más tarde el apóstol lo recordará como aquel que le proporcionaba grandes consuelos y le ayudaba en la predicación del Evangelio. San Marcos según la Tradición habría predicado en Aquileia que hoy se encuentra al norte de Italia, ahí llevaría a la conversión al primer obispo de aquel antiguo patriarcado, más tarde iría Egipto, llevando la fe hasta ahí predicando con valentía hasta sufrir su martirio, por eso a la Iglesia en Alejandría se le conoce como la sede de san Marcos, siglos más tarde debido a las invasiones que se vivía en la zona su cuerpo sería transportado por mercaderes venecianos para ser custodiado en la Basílica que hoy lleva su nombre en Venecia.
«Robusteced las manos débiles y fortaleced las rodillas vacilantes » (Hb 12,12; Is 35,3)… Llevado por Bernabé y Pablo en su primer viaje apostólico, san Marcos les abandonó rápidamente para volver a Jerusalén (Hch. 15,38). A continuación, fue ayudante de san Pedro en Roma (1P 5,13). Es aquí dónde compuso su evangelio, principalmente después de encontrarse con este apóstol. Después, fue enviado por Pedro a Alejandría en Egipto, donde fundó una Iglesia, una de las más estrictas y de las más poderosas de estos tiempos de los principios… El que abandonó la causa del Evangelio frente a los primeros peligros, se mostró más tarde a un servidor muy resuelto y fiel a Dios, y el instrumento de este cambio parece ser que fue san Pedro, que supo restablecer admirablemente a este discípulo tímido y cobarde.
Se nos da una lección a través de esta historia: por la gracia de Dios, el más débil, puede llegar a ser fuerte. Pues, no hay que poner la confianza en nosotros mismos, ni jamás despreciar a un hermano que da pruebas de debilidad, ni jamás desesperar de nadie, sino llevar su carga (Ga 6,2) y ayudarle a ir adelante…
La historia de Moisés nos muestra el ejemplo de un temperamento orgulloso e impetuoso, que el Espíritu amaestró hasta el punto de hacerlo un hombre de dulzura excepcional…:» El hombre más humilde que ha habido jamás en la tierra » (Núm. 12,3)… La historia de Marcos demuestra un caso de cambio todavía más raro: el paso de la timidez a la insolencia… Admiremos pues, en el caso de san Marcos, una transformación más asombrosa que la de Moisés: «Gracias a la fe, de débil que era, se volvió vigoroso» (cf Hb 11,34).”
San John Henry Newman, Sermón sobre la Cobardía religiosa
La enseñanza que nos transmite san Marcos en su Evangelio se nos presenta de una manera sencilla y sumamente vivaz, es el más corto de los Evangelios a penas 16 capítulos y estaba pensado para ser anunciado originalmente a los cristianos de Roma.
Desde el inicio hasta el final san Marcos confiesa su fe en Jesús. Ya en el primer versículo le llama el Mesías, y según los biblistas aquí comienza la primera parte del Evangelio en la que los hombres se van maravillando del mensaje y obrar del Señor aunque no lo reconocen aún. El punto de inflexión será la confesión de fe de Pedro, “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios” a partir de la cual comenzará a purificar la imagen de mesianismo político que había en la época, ahí se explicará la el llamado “secreto mesiánico” que caracteriza este Evangelio, con ello se entiende el hecho de que Jesús habitualmente hacía callar a los demonios que lo identificaban como el Hijo de Dios o como pedía a aquellos a quienes había obrado un milagro que no dijeran nada, es decir Jesús los prepara para formarles en lo que de verdad implicaba su mesianismo y el modo en que habría de salvar a la humanidad, a través de su Pasión, Muerte y Resurrección. Hacia el final del Evangelio justo antes de la narración de lar resurrección, tendremos la confesión del centurión romano que contemplándolo en la cruz dirá “Verdaderamente este era Hijo de Dios”.
San Marcos afirmará sin titubeo la divinidad de Cristo, en dos ocasiones se escucha en su Evangelio una voz que viene del cielo y proclama Hijo de Dios, hay quien dice que esta expresión condesa su Buena Noticia. Pero también será uno de los que más vivamente nos presente la humanidad del Señor, es precioso contemplar como el describe sus sentimientos con gran cantidad de detalles, se dice que ocupa 14 expresiones diferentes para describirlas, Jesús se enfada en alguna ocasión con sus apóstoles porque no deja que los niños se le acerquen, luego dice el evangelista que “abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos”, se conmueve ante el sufrimiento humano, se angustia ante su propio sufrimiento en el Getsemaní, se asombra, suspira, etc. de un modo especial recordemos como recuerda san Marcos el episodio del joven rico donde no sólo dice que Jesús lo vio, sino que “lo vio y lo amó”.
Es hermoso ver el tesoro que nos ha dejado este hombre que después de tantos siglos continúa a cumplir el mandato misionero de Cristo, pues nos continúa a anunciar la Buena Nueva de la salvación. Concluyo citando unas hermosas palabras de san Pablo VI a los monaguillos reunidos un día como hoy en Roma.
“Hoy se celebra la fiesta de San Marcos. ¿Sabéis quién era San Marcos? Era un niño que vivía con su madre en Jerusalén, de buena familia. El será el que, precisamente aquí en Roma, se dice, escribirá el segundo Evangelio, el Evangelio de San Marcos. Precisamente en este Evangelio cuenta un episodio en el que hay que incluirlo a él también. La noche en que Cristo fue apresado, en el monte de los olivos, entregado por Judas, y abandonado por los discípulos, un muchacho, debía ser San Marcos, se unió al triste cortejo que, a la luz de las antorchas, conducía a Cristo a Jerusalén, donde sería procesado, insultado y condenado, como sabéis. Marcos seguía a Jesús.
Quizá le quería mucho. El hecho es que lo seguía, en aquella hora tremenda, mientras los demás habían huido. Pero sucedió que la tropa que llevaba preso a Jesús se dio cuenta de la presencia del muchacho; y entonces hubo alguno que trató de cogerlo, y lo cogió de hecho, agarrando la sábana con que el joven se había cubierto, que evidentemente se había levantado de la cama tapándose con aquella sábana. Y sucedió que Marcos, ágil y esbelto, se soltó y escapó, dejó la sábana en las manos de quien le había atrapado y también él huyó en la oscuridad de la noche, él también.
¿Sería, acaso, aquel muchacho animoso al principio y cobarde después, la imagen de algunos niños del pequeño clero, que primero siguen, buenos, muy buenos, a Cristo, pero cuando llega el día de serle fieles con constancia y sacrificio, abandonan la túnica en el camino —y no sólo la exterior— del niño puro, bueno y devoto, alumno del pequeño clero, y se van más lejos y son más cobardes, quizá, que los demás? ¿Seréis así también vosotros? Ciertamente que no, porque sois precisamente niños de una pieza, inteligentes y animosos.
También porque, como sabéis, aquel muchacho, Marcos, más tarde, después de la resurrección del Señor, volvió; más aún: fue uno de los más destacados de la primera comunidad cristiana; acompañó a San Pablo en la primera parte de su primer viaje misionero; luego siguió a San Pedro, y recogió las memorias de San Pedro y escribió, como decíamos, el segundo Evangelio, el Evangelio de San Marcos.
Que este santo evangelista os enseñe a querer bien siempre al Señor; y para ser siempre fieles, recordad: haced siempre como San Marcos, estad en la escuela y a la vera de San Pedro, y seréis también vosotros un poco evangelistas de Jesús (cf. 1 P 5, 13).”
San Pablo VI, 25 de abril de 1964
IMG: Detalle de la fachada de la Basílica de san Marcos en Venecia