Corazones ardientes

III Domingo de Pascua

  • Hch 2, 14. 22-33. No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio.
  • Sal 15. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
  • 1P 1, 17-21. Fuisteis liberados con una sangre preciosa, como la di un cordero sin mancha, Cristo.
  • Lc 24, 13-35. Lo reconocieron al partir el pan.

San Pedro con valentía afirma desde aquella mañana de Pentecostés que Cristo está vivo, que las fuerzas de la muerte no han podido triunfar sobre Él, que su muerte ha sido el rescate por nuestra salvación. El pobre pescador del lago de Galilea se convirtió en la cabeza de este grupo de hombres que vendría a anunciar un verdad nunca antes contada, un muerto ha resucitado, y no sólo será eso sino que ellos mismos se declararán testigos de aquellos acontecimiento, y su testimonio es fundamental para nosotros hoy, pues a través del tiempo y el espacio aquel mismo mensaje continúa a anunciarse en nuestro días.

El Salmo que se ha entonado en este día, anunciaba ya lo que sucedería, en Jesús se ha cumplido, el no ha conocido la corrupción de la muerte, de hecho se decía en aquella época que un cuerpo se había corrompido al cuarto día, ejemplo de esto es Lázaro, de quien se dice que ya llevaba cuatro día en el sepulcro, Marta su hermana hacía la advertencia, “que ya huelía mal”. Cristo resucita al tercer día adelantándose a este fenómeno.

Pero no sólo eso este salmo es uno de los llamado “salmos de confianza” puesto que el salmista nos describe la situación de un hombre que está siendo acechado por sus enemigos, que se ve tentado a abandonar a Dios y cometer idolatría, que está siendo presionado como quien se dirige al abismo, y no obstante todo esto persevera en fidelidad a Dios, porque sabe que es mucho más grande y valioso que cualquier cosa que se le pueda ofrecer, el salmista tiene por más valioso al Señor, dice de hecho “Señor, Tú eres el lote de mi heredad y de mi copa: Tú sostienes mi parte. Me ha tocado en suerte un lote hermoso me agrada mi heredad” (Sal 15, 5-6)

Haciendo una lectura a partir de Cristo, descubrimos como el Hijo único no tiene por importante otra cosa sino hacer la voluntad del Padre, no obstante los peligros que se le presentasen, lo que importa es agradar al Padre, Jesús lo dice expresamente “mi alimento es hacer la voluntad del Padre” (Jn 4, 34), en el Gestemaní dice “Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42) y como modelo de santidad y filiación divina nos enseñará a entrar en esa dinámica diciendo al Padre eterno “hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo”

Es un salmo típicamente pascual, porque es Cristo resucitado quien ilumina la razón de ser de aquella confianza absoluta en el Padre, a partir de Él la muerte y el dolor no son un impedimento en la vida del hombre porque sabe que no tienen la última palabra, el cristiano tiene una mirada más larga, para el cristiano lo importante es entrar en la voluntad del Padre amado, que sabe que no le hará atravesar ningún sufrimiento inútil (como diría santa Teresita) sino que todo será de provecho para dar gloria a Dios y aumentar su gozo en el cielo, se lanza al buen combate de la fe con esa confianza por ello dice: “Pongo ante mí al Señor sin cesar; con Él a mi derecha, no vacilo. Por eso se alegra mi corazón, se goza mi alma, hasta mi carne descansa en la esperanza.” (Sal 15, 8-9)

La alegría y felicidad perpetua no están en cosas terrena y pasajeras sino en las del cielo, Cristo nos enseña ese camino y resucitado nos presenta el término de la meta, Él es el sendero de la vida que hemos de recorrer, pasar por la cruz en diferentes situaciones ciertamente, uniendo nuestros pequeños sacrificios al verdadero sacrificio pascual del Cordero de Dios que ha quitado el pecado del mundo. La única felicidad está en Dios. Como diría la famosa poesía de santa Teresa “Sólo Dios basta”.

La Cruz tiene sentido vistas a la luz de la Resurrección, el dolor que vivía aquellos discípulos camino de Emaús es el dolor de aquellos que han perdido la razón de su esperanza, quizás esperaban otro tipo de Mesías, no obstante las constantes enseñanzas de Jesús, era típico pensar en la gloria sin pensar en la cruz. Aún a nosotros puede sucedernos esta realidad, luego muchas veces de caminar en las vías del Señor por mucho tiempo a veces parece que nos olvidamos cual es nuestro verdadero fin, tendemos a hacer de nuestros proyectos un ideal a cumplir y quizás perdemos de vista el verdadero horizonte, y perdiendo el horizonte también terminamos perdiendo el camino verdadero, así nos olvidamos de la escalera que nos lleva al paraíso, nos olvidamos de la cruz, y cuando esta aparece la desconocemos y por tanto dejamos de subir por ella.

Jesús abre la mente de estos discípulos, no los deja abandonados a su tristeza, les explica las Escrituras y va con ellos por el camino, a simple vista podría parecer que ellos fueron muy hospitalarios dejando que un peregrino se les uniera acogiéndolo entre ellos, pero ¿no será al contrario? ¿no es Jesús el que de verdad les acogió a ellos y les colmó de beneficios?, los discípulos lo invitan a comer a su casa, pero es Jesús quien les terminará dando el verdadero alimento que da la vida.


“Conviene escuchar con atención todo lo que se lee tomado de la Sagrada Escritura, pues mira a nuestra instrucción y a nuestra salvación…Recordad que nuestro Señor y Salvador Jesucristo murió y resucitó por nosotros; es decir, murió por nuestros pecados y resucitó para hacernos justos1. Ya oísteis que, a dos de sus discípulos que encontró yendo de camino, se les ofuscaron los ojos de modo que no lo reconocieron. En consecuencia, los halló sin esperanza alguna de la redención realizada en Cristo. Juzgaban que él ya había sufrido la pasión y que había muerto como un hombre, sin que les pasase por la mente que vivía para siempre en cuanto Hijo de Dios; pensaban que había muerto en la carne de manera que ya no volvería a la vida, como cualquiera de los profetas. Así lo atestiguan sus palabras que, quienes estuvisteis atentos, oísteis hace poco.

Entonces les abrió las Escrituras. Comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les mostró que todo lo que había padecido estaba predicho…. les desentrañó las Escrituras y les mostró que convenía que Cristo padeciese y se cumpliese cuanto está escrito acerca de él en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Queda incluida la totalidad del texto de las Escrituras. Todo lo contenido en ellas emite el sonido de Cristo, pero a condición de que encuentre oídos que lo oigan. Y les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras. Por ello, también nosotros hemos de orar para que abra asimismo la nuestra.”

San Agustín, Homilías de la primera carta de san Juan a los Partos, Homilía 2, 1


 

Cuando atravesamos por momentos difíciles en la vida, en que vamos por la vereda del camino acongojados, nos haría bien orar con el salmo 15 teniendo presente el horizonte amplio de la Resurrección, para que así como los discípulos de Emaús también nuestro corazón se purificado al contacto con la Sagrada Escritura, se abran nuestros ojos y contemplemos con el Resucitado entreteje con el hilo de oro de la pascua toda nuestra historia personal haciéndola historia de salvación y así se cambie nuestra tristeza se cambie en una alegría que encienda nuestro interior en amor.

Que el Señor en este día nos conceda la gracia de saber abandonarnos a su voluntad, descubriendo en la cruz el camino que conduce al cielo, para que con toda confianza nosotros también no alberguemos otro anhelo en nuestro corazón sino hacer sólo lo que a Él le agrada, que también nosotros podamos hacer nuestras las palabras del salmista “Tú eres el lote de mi heredad y mi copa…tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré”.

IMG: «Los discípulos de Emaús» de Joseph von Führich

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