Perseverando en la misión

Sábado – IV semana de Pascua

  • Hch 13, 44-52. Sabed que nos dedicamos a los gentiles.
  • Sal 97. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
  • Jn 14, 7-14. Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.

Continuamos con el discurso de san Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, el mensaje había calado en sus oyentes, aunque no en todos, la asamblea se disgregó y el sábado siguiente se volvió a reunir como habitualmente lo hacía. Fue tal la afluencia de gente que se había interesado en el mensaje de salvación y vida eterna que Pablo y Bernabé anunciaban que algunos de los judíos tuvieron envidia y comenzaron a responder de mala manera a sus palabras. Finalmente los apóstoles deciden marcharse. Este será un procedimiento recurrente, a donde llegan, anuncian en primer lugar la llegada del mesías a los judíos y luego se irán hacia los paganos, de entre los cuales muchos los recibirán con alegría y exultarán en alabanzas a Dios.

La persecución no tardará en continuar y así los apóstoles deberán cambiar de ciudad, pero siempre irán anunciando la Buena Nueva.

Podríamos preguntarnos, ¿cómo reacciono yo cuando experimento el rechazo a causa de mi fe? ¿qué hago cuando la palabra de Jesús que anunció es rechazada por otros? ¿me quedó de brazos cruzados? ¿me calló? Los apóstoles hoy nos dan ejemplo, ellos se dirigen a otro lugar a continuar la misión, podríamos decir, se pasa la página, y se prueba de nuevo quizás de una manera nueva, pero el mensaje no lo podemos callar, el cristiano a de misionar. Si quizás hoy con “x” grupo de amigos no fue acogido el mensaje, probaré con otros. Si quizás intente promover la fe con una devoción en particular y no tuve el resultado esperado, pues seguiré adelante probaré otra cosa. Cada audiencia es diferente, pero no hemos de temer llegar ahí a donde nadie ha llegado, porque nos podríamos llevar sorpresas, y encontrar personas que con generosidad acogerán el mensaje. O en nuestro medio particular, en el que muchos ya han oído hablar de Jesús, porque no promover un seguimiento más radical, porque no plantearnos nuevamente la santidad como nuestra meta, porque no retarnos a nosotros mismos a discernir junto a otros los caminos que el Señor nos está mostrando para ir al cielo en nuestros días, siempre de la mano de la Iglesia.

El santo Evangelio por su parte nos presenta la continuación del discurso de despedida, Jesús recuerda a sus apóstoles que ellos tienen una meta diferente a un triunfo terreno, y les habla de cómo Él iba a preparar las moradas eternas para acogerlos, les enseña que en Él han conocido al Padre todopoderoso, que tanto les ha amado. Sí, Jesús nos revela al Padre, en Jesús hemos conocido el amor de Dios, en Jesús conocemos a Dios.

Además dice a los apóstoles que realizaran grandes obras tal y como lo hizo Él, ¿cuáles son las obras de Jesús? ¿sólo los milagros? No, sabemos Jesús realizó muchísimas obras de misericordia hacia los más necesitados, Jesús movió a la conversión del corazón a tantos pecadores, ante el contacto con su humanidad santísima muchos experimentaron la fuerza de la gracia. Nosotros también estamos llamados a continuar esa misión, ese buen obrar de Cristo, cada vez que ayudamos al necesitado, cada vez que anunciamos que hay una vida diferente a nuestros hermanos que están andando por sendas desviadas, cada vez que nosotros mismo nos reencaminamos cuando nos desviamos, cada vez que acudimos a la oración y los sacramentos, cada vez que realizamos todas esas cosas, estamos realizando su obra en el mundo.

Que el Señor nos conceda la gracia en este día de ser auténticos misioneros que continúen su obra en el mundo para que todos aquellos con los que tenemos contacto puedan experimentar el paso de Dios en sus vidas.

IMG: Fotografía de san Damián de Molokai