La religiosidad del hombre es un hecho palpable a través de las culturas, el hombre busca a Aquel que lo ha creado y esto adquiere diferentes manifestaciones. Lo que Pablo y Bernabé vivieron con los griegos y que nos narran los Hechos de los apóstoles en este día este testimonio de ellos, ante un milagro, signo de la acción de Dios en medio de los hombres, los oyentes de los apóstoles creen estar ante la presencia de la divinidad, e incluso están apunto de ofrecer un sacrificio en su honor, sin embargo Pablo sabe calmar los ánimos y aprovechar la situación para anunciar a Jesucristo.
Consideremos por un lado, como la evangelización no es una tarea sencilla, muchas veces requiere paciencia en la espera del bien que se busca, otras tantas requirará tolerancia ante las situaciones negativas mientras se van purificando ¡cuántas veces Pablo corregirá a las comunidades! A veces con tonos suaves y otras más enérgicos, sin embargo, siempre esperando en que profundicen más en la fe y la comunión con Cristo. San Agustín dirá unas palabras a este respecto comentando este pasaje de la Escritura:
“Una cosa es lo que enseñamos, y otra lo que soportamos; una cosa es lo que mandamos hacer, y otra lo que queremos corregir, y así, mientras vamos buscando la corrección más adecuada, tenemos que tolerar muchas cosas” (Contra Faustum, 20, 21)
Así en nuestra vida discipulos-misioneros también nosotros hemos de recordar tener paciencia y ser tolerantes en el momento de transmitir la fe, e incluso estas actitudes son oportunas con nosotros mismos, tenernos paciencia, cuando vemos que no avanzamos como quisieramos, o cuando parece que no alcanzamos nuestras metas, recordemos la santidad es un camino que dura toda la vida, no es de la noche a la mañana. Y ciertamente hay que evitar la pusilanimidad que nos lleva a la tibieza pero tampoco hemos de caer en el peligro de la precipitación que lleva a la desesperación.
Por otro lado podríamos hacer otra consideración sobre esta primera lectura, citando las palabras del salmo 113b “Non nobis Domine, sed nomine tuo da gloriam” No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da la gloria, las cuales resumen la actitud del creyente que reconoce que todo beneficio recibido o comunicado a otros, no viene de sí, sino que proviene del Señor, fuente de todo bien.
Los apóstoles, viendo que pudieron haberse llenado los oídos con las lisonjas de la gente, estuvieron muy atentos, y supieron responder a las inquietudes que se sucitaron en medio del pueblo, siempre presenta a Dios como el origen y el fin de todo cuanto hacían.
Y esta es otra característica del discípulo-misionero, siempre señalará a Cristo y buscará llevar a los demás hacia Él, no buscará quedarse con nada de lo que no es suyo. No es un mercenario sino un administrador de la gracia que le ha sido comunicada.
Esta palabra que se nos anunca hoy nos resulta muy sugerente en el combate espiritual contra el vicio de la vanagloria, el cual es tan sútil, que una vez ha sido vencido en una de sus manifestaciones rápidamente se transforma y busca atacar por otro lado. Por ello los maestros de vida espiritual nos invitan a estar siempre vigilantes a su aguijón. En este combate aconsejan:
“Ante todo no nos permitamos hacer nunca nada con propósito de ostentación o con ánimo de captarnos una gloria fugaz. Luego, lo que hemos comenzado bien, esforcémonos por conservarlo, manteniéndonos firmes hasta el fin, no sea que la vanagloria se infiltre en nosotros vaciándonos del fruto de nuestros desvelos.
Evitemos también con igual solicitud todo lo que se salga de la vida común y pueda ser indicio de pedantería. No debe tampoco inspirarnos confianza todo aquello que pueda destacarnos entre los demás, situándonos en un plan de superioridad, y granjearnos las alabanzas de los hombre, por ser los únicos en obrar de ese modo”
Juan Casiano
En el Evangelio continuamos a meditar el discurso de despedida de Cristo, resuenan particularmente en este momento algunos puntos:
Primero, cómo se corresponde al amor del Señor, ante la pregunta de Judas Tadeo acerca de porqué se manifestará a ellos y no a otros, Cristo responde de alguna manera haciéndole ver que sólo el que le ama es capaz de reconocerle, a la luz del amor Cristo se manifiesta al hombre, pero es un amor concreto, que se traduce en actitudes y comportamientos de obediencia a la palabra del Amado.
Segundo, esta manifestación de Dios se lleva a cabo en el interior de cada persona, el Señor esta presente en cada uno de nosotros, es más en estos momentos podemos deternos y pensar por unos segundos, haciendo una pausa en el camino, “me encuentro en la Presencia de Dios”, puesto que Dios habita en mí interior.
El Señor camina con nosotros, es más, camina en nosotros, lo llevamos en lo más íntimo de nuestro corazón, el habita en nosotros, esta realidad llenaba a los santos de los más profundos sentimientos de amor y confianza. Santa Isabel de la Trinidad escribía en una carta:
“Ha sido el hermos sueño que ha iluminado toda mi vida convirtiéndola en un paraíso anticipado”
Tercero, Cristo, en este momento del discurso de despedida, anuncia también la llegada del Espíritu Santo, su rol iluminador y consolador en la vida de la Iglesia, la palabra que se traduce por “recordar” también quiere transmitir la idea de “sugerir” por ello escribiría un autor de la antigüedad cristiana:
“En efecto, el Espíritu Santo enseñó y recordó: enseñó todo aquello que Cristo no había dicho por superar nuestras fuerzas, y recordó lo que el Señor habái enseñado y que, bien por la oscuridad de las cosas, bien por la torpeza de su entendimiento, ellos (los apóstoles) no había podido conservar en la memoria”
Teofiláctico.
Recapitulando, la vida del cristiano que busca ser fiel a su compromiso bautismal de ir y anunciar la Buena nueva, se ve enfrentado a diversos combates, hoy particularmente veíamos el del aprender a ser pacientes con la obra de Dios y vigilantes ante los vicios que se pueden presentar como la vanagloria, pero también resuena la palabra de Cristo en nuestro interior de que no vamos sólos, el Espíritu Santo continúa a actuar y a recordarnos todo lo que necesitamos para salir triunfadores en el combate espiritual, hoy particularmente nos habla de cómo el amor es el modo de corresponder a la invitación divina a una vida de santidad en su presencia.
“Así como Jesucristo predicaba, así ahora el Espíritu Santo predica; así como enseñaba, así el Espíritu Santo enseña; así como Cristo consolaba, el Espíritu Santo consuela y alegra. ¿Qué pides? ¿Qué buscas? ¿Qué quieres más?
¡Que tengas tú dentro de ti un consejero, un administrador, uno que te guíe, que te aconseje, que te esfuerce, que te encamine, que te acompañe en todo y por todo!
Finalmente, si no pierdes la gracia, andará tan a tu lado, que nada puedas hacer, ni decir, ni pensar que no pase por su mano y santo consejo. Será tu amigo fiel y verdadero; jamás te dejará si tú no le dejas”.
San Juan de Ávila
Que el Señor nos conceda la gracia en este día de saber corresponder a su amor en cada una de las circunstancias que se nos presenten en nuestro caminar, para que todo lo que hagamos y digamos sea sólo para gloria y honra de Dios.
IMG: «Pablo y Bernabé en Listra» pintura del Vecchio