Los santos de la puerta de al lado

Sábado – VI semana de Pascua

  • Hch 18, 23-28. Apolo demostraba con la Escritura que Jesús es el Mesías.
  • Sal 46. Dios es el rey del mundo.
  • Jn 16, 23b-28. El Padre os quiere porque vosotros me queréis y creéis.

En medio del viaje misionero de san Pablo encontramos hoy a otro discípulo de la primera hora, Apolo, un hombre elocuente y muy versado en las Escrituras, su nombre aparece citado en diversas ocasiones en las cartas del apóstol de los gentiles, será un hombre que pasará a la historia por haber sido un gran evangelizador, llevando la Buena Nueva del Señor a tantos lugares, ciertamente al inicio su conocimiento era imperfecto pero Dios se encargó de poner en su camino a personas que le ayudarán a llegar a la verdad plena, y ¡cuánto bien habrá hecho! Contemplar su figura ciertamente nos lleva a pensar en tantos cristianos que quizás no han pasado a la historia en los libros sagrados o incluso no son conocidos por la tradición oral sin embargo la difusión de la fe no fue tarea de una sola persona, hay muchos que serán de esos “santos de la puerta de al lado” que nos ha mencionado en alguna ocasión el Papa Francisco, hombres y mujeres que viven con fidelidad el evangelio y buscan darlo a conocer, pero que en sí mismo ellos pasan como desapercibidos, en aquel santo ocultamiento donde “el Padre que ve en lo secreto” llegará a recompensar un día.

Ayer decíamos que el éxito de la misión no son los números, sino la santidad de vida, en este caso podríamos decir los grandes misioneros no son solamente los que pasaron a la historia con su fama, existen tantos que serán anónimos para el mundo, incluso no serán canonizados oficialmente, pero cuyo impacto en la vida de otros será trascendental, cuántas abuelitas se preocupan por la educación en la fe de sus nietos, cuantas madres derraman lágrimas por las noches como santa Mónica pidiendo por la conversión de sus hijos, cuántos papás oraran por las noches pidiendo al Señor la gracia de que no falte lo necesario en el hogar, cuántas personas se dedican al bien sin andar pidiendo recibos de donación para deducirse impuestos, sino solamente por el hecho de que a Dios le agrada, cuántos hombres y mujeres será verdaderos cirineos para otros en medio de las situaciones difíciles del día a día.

La misión ciertamente es exigente y aunque no seamos reconocidos por todos como otros, recordemos que lo hacemos no por adquirir fama, sino porque no podemos callarnos la Buena Noticia de habernos encontrado con el amor que no defrauda, o más bien de que el Amor que no defrauda salió a nuestro encuentro.

Benedicto XVI en una catequesis en que hablaba de sobre Silas, Bernabé y Apolo dirá:

«Estos tres hombres brillan en el firmamento de los testigos del Evangelio por una característica común, además de por las características propias de cada uno. En común, además del origen judío, tienen la entrega a Jesucristo y al Evangelio, así como el hecho de que los tres fueron colaboradores del apóstol san Pablo. En esta misión evangelizadora original encontraron el sentido de su vida y de este modo se nos presentan como modelos luminosos de desinterés y generosidad.

Por último, pensemos una vez más en la frase de san Pablo:  tanto Apolo como yo somos ministros de Jesús, cada uno a su manera, pues es Dios quien da el crecimiento. Esto vale también hoy para todos, tanto para el Papa como para los cardenales, los obispos, los sacerdotes y los laicos. Todos somos humildes ministros de Jesús. Servimos al Evangelio en la medida en que podemos, según nuestros dones, y pedimos a Dios que él haga crecer hoy su Evangelio, su Iglesia.»

Audiencia General, 31 de enero de 2007

En el santo Evangelio encontramos con Jesús invita a la oración y a la confianza en el Padre, el fundamento de ambos será siempre el amor, sí, el amor de Dios hacia la humanidad. Jesús invita a considerar cuánto quiere Dios a los discípulos de su Hijo, Él los ama y busca siempre el bien para ellos. Jesús se nos presenta como la manifestación del amor del Padre en medio de un mundo que nos es contrario.

Pedir al Padre nos hace entrar en la humildad que se requiere para vivir como hijos, sabiendo que Él no desamparará, pedir en el nombre de Jesús algo, no es un acto que se realiza para satisfacer los propios gustos, es más profundo que eso, es unirme a Cristo como hijo, es asemejarme a Él, pedir en el nombre de Jesús, es purificar la intención, para pedir aquello que nos lleve a nuestro fin último, nuestro fin verdadero, el fin para el cual fuimos creados, la vida eterna.

Que el Señor nos conceda la gracia en este día de saber reconocer su paso en los santos de la puerta de al lado y que entrando en la humildad sepamos corresponder al profundo amor con el que nos ha amado

IMG: Representación de Epafrodito, Sóstenes, Apolos, Cefas de Iconio y César de Dirraquio