Lunes – VI semana de Pascua
- Hch 19, 1-8. ¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?
- Sal 67. Reyes de la tierra, cantad a Dios.
- Jn 16, 29-33. Tened valor: yo he vencido al mundo.
Continuamos nuestro seguimiento de san Pablo mientras va evangelizando por las diferentes ciudades, en esta ocasión se encuentra en Éfeso la cual junto con Corinto, Alejandría y Antioquía era una de las grandes ciudades de la época, se ve como el apóstol se dirige particularmente a estas grandes urbes para ir y anunciar la Buena Nueva de Jesús, el mensaje se extendía del centro a las periferias de la ciudad. Sigue utilizando la misma dinámica de siempre, predica primero en la sinagoga para luego pasarse a predicar a los no judíos.
Vemos también que se encuentra con estos hombres que no conocían a Jesús, habían llegado a sus oídos las palabras de Juan Bautista, el camino había sido preparado, pero aún no había sido recorrido, san Pablo no tardará en explicarles y llevarles a la plenitud de la fe en el Señor, de hecho versículos más adelante se ve como el apóstol se queda en la comunidad para profundizar en su instrucción.
Es precioso ver como el Señor de buen pedagogo va llevando poco a poco a sus hijos hasta la verdad, o mejor dicho como los va atrayendo hacia sí, a lo largo del libro de los Hechos vamos presenciando como el Espíritu Santo, quien es el verdadero protagonista, va suscitando y conduciendo a todos a su plena manifestación. Estos hombres lo habrán de recibir y manifestarán su presencia a través de ciertos carismas particulares, lo más importante aquí no es que profetizaron o hablaron lenguas extrañas, sino que el Espíritu vino a habitar en ellos.
La fe y la vida de la gracia son un don de Dios que nos ha venido por medio de la Iglesia, meditar en estos pasajes de la Escritura santa nos lleva a considerar los diversos modos en que también a nosotros ha llegado, vemos que habían diferentes predicadores anunciando la Buena Nueva, Bernabé, Pablo, Apolo, Silas, etc. siempre caminando en comunión con los apóstoles y bajo la guía de Pedro, así en nuestra historia particular es interesante al paso de los año reconocer quienes han sido esos misioneros que me han transmitido la fe, qué es lo que he aprendido y hacer memoria, valorar, consolidar y dar gracias a Dios por ello.
En el fondo es siempre el Señor quien tiene la iniciativa y se apiada de nosotros para llevarnos hasta la plenitud como hizo con aquellos doce de los cuales nos habló la primera lectura.
Por otro lado en el santo Evangelio continuamos a meditar el discurso de despedida de Jesús, recordemos, en estos momentos somos como una familia que ante la partida de un ser querido medita sus últimas palabras, buscamos encontrar, a la luz de la Pascua, las enseñanzas que el Señor quizo dejarnos.
Vemos a los apóstoles que comienzan a sentirse seguros de haber entendido la palabra de Jesús, se llenan de admiración y quieren manifestar de alguna manera su adhesión al Señor, sin embargo Él es bueno y prudente, y nota quizás algún exceso de confianza, y les anuncia que le abandonaran, y la historia nos demuestra que así sucedió, en la hora más difícil se apartan de Él, al pie de la cruz estaban su madre, san Juan y algunas piadosas mujeres.
No obstante esto, Jesús les da ánimo, y les recuerda que Él ha triunfado sobre el mundo. Ciertamente, por su pasión, muerte y resurrección, el Señor restaura lo que había sido herido en el corazón del hombre, sana las heridas, perdona los pecados, purifica las intenciones, transforma la vida, si en un primer momento anuncia que habrán de abandonarlo con el segundo momento lo que les anuncia es que no se desanimen por ello, habrán de volver.
En lo ordinario de cada día pienso en cuantas veces abandonamos al Señor en los momentos de prueba, tristemente hay quienes lo hacen premeditadamente y con malicia, pero habrá muchas veces en que hemos caído por debilidad, nos alejamos de su camino, de aquel ideal de amor para el cual nos ha llamado.
Existen ocasiones también en que esto que se vive cotidianamente termina por hacer una profunda herida en el alma, cuántos buenos cristianos se terminan alejando de la fe al contacto con las corrientes de pensamientos de moda, la dictadura del relativismo termina por llevarles a abandonar a Jesús, comienzan a hacer excepciones en la fe como si se dijese “yo creo pero hasta este punto, de aquí para allá ya no” vamos haciendo una fe a nuestra medida, y estos sucede sobre todo en los momentos en que somos cuestionados, preferimos abandonar al Señor que sufrir la cruz con Él.
Es en estas ocasiones que hemos de recordar que Jesús vino a este mundo como decimos en el Credo “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”, no ha venido ciertamente a encontrar ángeles de luz sin defectos, sino que nos ha encontrado a hombres de carne y hueso, heridos por el pecado, débiles muchas veces, pero asumiendo esta realidad de nuestra pequeñez hemos de alzar la mirada, hemos de hacer memoria de sus palabras y recordar, que el Cordero de Dios ha triunfado ya, Él ha vencido el mundo, aunque pueda haber tropezado e incluso caído estrepitosamente, Él esta ahí ofreciendo volver a casa, volver a vivir aquella integridad de la fe, incluso vivir con aún mayor radicalidad el Evangelio, aunque ello implique ir contracorriente, aunque ello implique que seré perseguido, aunque ello implique renunciar a una vida cómoda sin problemas. “Ánimo yo he venido al mundo” dijo Jesús.
Que el Señor nos conceda la gracia en este día de renovar nuestro compromiso bautismal y ser fieles a Dios, confiando en que no nos faltarán los medios necesarios para entrar en su voluntad.