Fieles en la adversidad

Miércoles – IX semana del Tiempo Ordinario

  • 2Tm 1, 1-3.6-12. Reaviva el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.
  • Sal 122. A ti, Señor, levanto mis ojos.
  • Mc 12, 18-27. No es Dios de muertos, sino de vivos.

San Pablo invita a Timoteo a la confianza en Dios no importando las tribulaciones que puedan vivirse, es más le invita a “reavivar” el don que le ha sido conferido por la imposición de manos del apóstol, es impresionante que en medio de la cautividad no sólo le exhorta a buscar vivir cada vez más plenamente la fe, diríamos hoy en día lo motiva a una vida más santa, sino que con su testimonio le muestra el modo de vivirla hasta el heroísmo, no sólo lo invita a confiar sino que le muestra con actitudes y comportamientos concretos como se manifiesta su confianza, al grado de decir que “no que habrá de quedar defraudado” no obstante la adversidad que esta pasando, es más el salmo 122 que se proclama es una manifestación de esta esperanza “A ti levanto mis ojos…esperando su misericordia” . La perseverencia en medio de la tribulación es el modo en que el apóstol le manifiesta que se ha pasar esta prueba que alguno podría llamar “de las apariencias contrarias”.

Aparentemente san Pablo está preso, su misión ha fracasado, no puede continuar a realizar lo que Dios había mandado, sin embargo, esto no es así, por medio de sus cartas continúa a anunciar la Buena Nueva, su oración es una oración agradecida porque sabe que en sus sufrimientos, como diría en otra carta, también continúa su misión porque completa lo que “falta a la pasión de Cristo” puesto que todo cristiano es miembro de su Cuerpo místico, aún más podríamos decir que la misión del apóstol es continuada a través de Timoteo, pues sido hecho partícipe del don que Dios había depositado en Pablo.

La prueba que atraviesa de momento no es otra cosa sino la comprobación de que las cosas están siendo bien hechas, porque aquel que sigue el camino del Señor, no seguirá a Cristo sólo en el esplendor de la gloria que pudiera parecer provocar el hecho de agrupar multitudes para oír la palabra que se proclama sino que sobre todo se compartirá la hora de la gloria en la cruz, ahí donde ha estado Cristo, estará también todo cristiano.

Por ello es importante reavivar el don que se ha recibido, porque es la gracia de Dios que se actúa por sus dones la que nos hará capaces de afrontar toda adversidad de modo que salgamos triunfantes al estilo de Cristo, que muriendo en la cruz no fracasó, sino que al contrario, triunfó sobre el pecado y la muerte.

En el santo Evangelio contemplamos otra escena en la que se planea un trampa contra Jesús, es curioso, el día de ayer contemplábamos como san Marcos nos presentaba a los escribas y fariseos que se confabulaban con una pregunta capciosa, ahora vemos a los saduceos, la secta de oposición que traman algo similar.

La autoridades religiosas de la época no saben acoger al Señor, sin embargo el sale al paso, no simplemente con argumento ingenioso y llamativo, sino que responde con la verdad, pues Él mismo es la Verdad. Jesús no sólo responde a la pregunta sino que les afirma la verdad sobre la resurrección de los muertos.

Los saduceos traen a colación la “Ley de Levirato” (levir: cuñado) que mandaba en el caso que un hombre falleciese sin tener hijos, el hermano de este tomara por mujer a la viuda, y el hijo que naciese sería “hijo” del difunto, esto era para salvaguarda la descendencia. Poniendo casos hipotéticos buscaba ellos reducir la fe en la resurrección de los muertos al absurdo.

Detrás de la frase de Jesús de que “no comprenden el poder de Dios” se encontraba una pregunta a la que no podrían resistir “¿sería imposible para Dios resucitar un muerto?” y el con los milagros de resurrección de muertos que había realizado, particularmente con el que había realizado pocos días antes de este acontecimiento como la resurrección de Lázaro, les había demostrado que no era imposible.

Es más utilizará el pasaje de la zarza ardiente y la afirmación “Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob” para mostrar que Dios es fiel a su palabra, y ¿acaso sería fiel quien abandonara a los suyos a la muerte? ¿le abandonaría su protección y su bendición al encontrarse con este obstáculo? No.

La fidelidad de Dios va más allá pues superará incluso ese escollo, Dios no les abandonará, y no nos abandonará tampoco a nosotros, Él que nos prometió vivir aquel Domingo eterno en el que la humanidad entera entrará en su descanso (como dice un prefacio de la Misa) Él que nos hizo la promesa de la tierra prometida, , Él no nos abandonará a la muerte, dudar de ello es dudar de su fidelidad.

“… los saduceos tratan la cuestión de la resurrección como un tipo de teoría o de hipótesis, susceptible de superación. Jesús les demuestra primero un error de método: no conocen las Escrituras; y luego, un error de fondo: no aceptan lo que está revelado en las Escrituras —no conocen el poder de Dios—, no creen en Aquel que se reveló a Moisés en la zarza ardiente. Se trata de una respuesta muy significativa y muy precisa. Cristo se encuentra aquí con hombres que se consideran expertos y competentes intérpretes de las Escrituras. A estos hombres —esto es, a los saduceos— les responde Jesús que el solo conocimiento literal de la Escritura no basta. Efectivamente, la Escritura es, sobre todo, un medio para conocer el poder de Dios vivo, que se revela en ella a sí mismo, igual que se reveló a Moisés en la zarza. En esta revelación El se ha llamado a sí mismo «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y de Jacob», de aquellos, pues, que habían sido los padres de Moisés en la fe, que brota de la revelación del Dios viviente. Todos ellos han muerto ya hace mucho tiempo; sin embargo, Cristo completa la referencia a ellos con la afirmación de que Dios «no es Dios de muertos, sino de vivos». Esta afirmación-clave, en la que Cristo interpreta las palabras dirigidas a Moisés desde la zarza ardiente, sólo pueden ser comprendidas si se admite la realidad de una vida, a la que la muerte no pone fin. Los padres de Moisés en la fe, Abraham, Isaac y Jacob, para Dios son personas vivientes (cf. Lc 20, 38: «porque para El todos viven»), aunque, según los criterios humanos, haya que contarlos entre los muertos. Interpretar correctamente la Escritura, y en particular estas palabras de Dios, quiere decir conocer y acoger con la fe el poder del Dador de la vida, el cual no está atado por la ley de la muerte, dominadora en la historia terrena del hombre.”

San Juan Pablo II, 18 de noviembre de 1981

Roguemos al Señor nos conceda la gracia de saber acoger su Palabra para que fieles a la verdad podamos permanecer y perseverar confiadamente en que el lleva el destino de nuestras vidas, Él que nos creo para la vida, no habrá de abandonarnos en la última hora, puesto que será última en apariencia ya que es simplemente la antesala de la primera hora, de la hora más novedosa, de la hora donde comenzará de una manera más plena la nueva vida, será la aurora del Domingo sin ocaso.

IMG: «Zarza ardiente» de Sébastien Bourdon