Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

  • Hb 10, 4-10. Así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí: para hacer, ¡oh, Dios!, tu voluntad.
  • Sal 39. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
  • Mt 26, 36-42. Mi alma está triste hasta la muerte.

En este día celebramos la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno sacerdote, gran misterio de nuestra fe, en el que nuestro Dios y Señor ha querido hacerse hombre como nosotros para llevarnos a habitar consigo mismo en el amor de la Santísima Trinidad, el Hijo de Dios bajo a la tierra para llevar a los hombres al cielo, el Verbo de Dios se hizo hombre, para que los hombres comencemos a gozar de la vida de Dios.

¿Qué es un sacerdote? el beato Columbia Marmión nos dirá “El sacerdote es el mediador que ofrece a Dios oblaciones y sacrificios en nombre del pueblo. A cambio, Dios le elige para comunicar a los hombres sus dones de gracia, de misericordia y de perdón.” La función del sacerdote es una función de mediación, y esta mediación es tan excelente que nadie se la puede adjudicar a sí mismo, sino que es un don de Dios, bien lo dice san Pablo del sacerdocio de Jesucristo “Es el mismo Padre quien ha constituido a su Hijo como Sacerdote eterno. Él es quien le ha dicho: Tu eres mi Hijo, yo te engendrado hoy…Tu eres sacerdote para siempre” Hb 5, 4-6.

Jesucristo, por ser verdadero Dios y verdadero hombre, es el mediador perfecto, por eso no es sólo un sacerdote sino que es nuestro Sumo sacerdote. Él ofreciendo a sí mismo como víctima definitiva en el ara de la Cruz, purifica a la humanidad librándola del pecado, la santifica haciéndola participe de la santidad de Dios entablando la Nueva Alianza y así la conduce al seno de la comunión de amor que viven el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

“Cristo es ciertamente sacerdote, pero lo es para nosotros, no para sí mismo, ya que Él, en nombre de todo el género humano, presenta al Padre eterno las aspiraciones y sentimientos religiosos de los hombres. Es también víctima, pero lo es igualmente para nosotros, ya que se pone en lugar del hombre pecador.” Pio XII, Mediator Dei n.100

De ese sacerdocio todos los cristianos hemos sido hechos partícipes por el Bautismo, en virtud de Él también nosotros estamos llamados a tributar al Padre sacrificios de alabanza para gloria de su Nombre. Este sacrificio espiritual, según el papa Pío XII (Mediator Dei, n.101), exige de nosotros tres cosas para que podamos reproducir los sentimientos del Corazón sacerdotal de Cristo en nosotros:

  • “exige de todos los cristianos que, en la medida de las posibilidades humanas, reproduzcan en su interior las mismas disposiciones que tenía el divino Redentor cuando ofrecía el sacrificio de sí mismo: disposiciones de una humilde sumisión, de adoración a la suprema majestad divina, de honor, alabanza y acción de gracias.”
  • “Les exige asimismo que asuman en cierto modo la condición de víctimas, que se nieguen a sí mismos, conforme a las normas del Evangelio, que espontánea y libremente practiquen la penitencia, arrepintiéndose y expiando los pecados.”
  • “Exige finalmente que todos, unidos a Cristo, muramos místicamente en la cruz, de modo que podamos hacernos nuestra aquella sentencia de san Pablo: Estoy crucificado con Cristo.”

Los sacrificios espirituales se ofrecen siempre que como Jesús entramos en la voluntad del Padre, más allá de los propios pareceres y opiniones, más allá de la propia sensibilidad, más allá de los propios proyectos, el sacrificio espiritual lo ofrecemos cuando cada cosa que realizamos lo hacemos por amor a nuestro Padre eterno, parafraseando a san Juan de la Cruz, no moviéndonos a hacer las cosas por el gusto, ni dejándolas de hacer por el disgusto que probásemos sino que todo sea hecho con tal de que Dios sea conocido, amado y servido, todo para mayor gloria de su Nombre.

Pero al contemplar este misterio del sacerdocio de Cristo, no podemos evitar considerar también como aunque es cierto que Él hace partícipe de la dignidad sacerdotal a todo el pueblo, no es menos cierto que de entre ellos elige algunos para hacerlos “partícipes del ministerio de la salvación” y en este sentido también recordamos hoy el don del sacerdocio ministerial, por el cual algunos hombres son elegidos para ser consagrados para vivir este oficio santo, y ¿cómo lo hacen? La Sagrada Liturgia nos lo enseña en el prefacio de la Misa de este día:

  • “Renovando el sacrificio redentor”, recordemos la santa Misa es la actualización del sacrificio de la Cruz, estamos ante aquel misterio glorioso que se vivió en el Calvario, ahí son presentados los sacrificios espirituales de los fieles uniéndolos al sacrificio de Cristo en el madero.
  • “Preparando para los hijos de Dios el Banqueta Pascual”, Jesús en la Última Cena nos hace el don no sólo de la actualización del sacrificio, sino de su presencia real en el pan y vino consagrados, los cuales son la antesala del Banquete de Bodas del Cordero de Dios.
  • “Fomentando la caridad entre el Pueblo”, el sacerdote es signo de comunión entre Dios y los hombres, y entre los hombres entre sí, pues es aquel que ha de sembrar amor ahí donde muchas veces sólo hay aridez y espinas, pero cuando aquello se transforma en una vid que transmite la vida con sus frutos, será el viñador que habrá de podar la viña para que dé más fruto.
  • “Alimentando al Pueblo con la Palabra”, la predicación es fundamental en su ministerio, dándole a conocer los misterios que nos ha revelado Dios sobre sí mismo, sobre el hombre y sobre el mundo. Hay quien ha dicho que el sacerdote es el hombre que habla a Dios de los hombres y a los hombres de Dios. Y esto lo hace no sólo para conocer una doctrina sino para reconocer el amor con el que Dios nos ha amado, por eso el anuncio de la Palabra para Él no es sólo ocasión de difundir una idea, sino de llevar a la contemplación de Dios que tanto amó al hombre que entregó a su Hijo Único para salvarlo. Por eso con la Palabra, enseña, exhorta, consuela, corrige y anima.
  • “Fortificándolo con los sacramentos”, siendo un administrador de la gracia de Dios que santifica (hace santos) a los hermanos, comunicándoles la vida divina, por ello en la celebración de la Sagrada Liturgia busca llevar a los hermanos a la vivencia del misterio, de modo que sea el mismo misterio el que transforme sus vidas, porque cada vez que vivimos los sacramentos entramos en contacto con Dios.
  • “Consagrando su vida a Dios y a la salvación de las almas”, dedicándose totalmente, alma y cuerpo al servicio santo, en las diferentes formas en que es enviado en misión el sacerdote siempre tiene presente que es un hombre de Dios, con alegría dice con el salmo 15 “Él es el lote de mi herdedad”, consciente de que está al servicio del perdón de los pecados y la santificación de la humanidad.
  • Por ello se esmera en buscar reproducir la imagen de Cristo, para Él la imitación de Cristo es dar testimonio de Él.

Vemos, pues, hermanos, que la fiesta que celebramos hoy es sumamente importante porque contemplando en Cristo a nuestro Sumo y Eterno sacerdote, nuestra confianza se renueva, puesto que por la fe sabemos que Él esta sentado a la derecha del Padre cumpliendo este oficio santo, Él intercede por nosotros, en medio de la crisis del mundo actual, es reconfortánte saber que Él no es ajeno, no subió al cielo para alejarse de nosotros, sino para estar de alguna manera, aún más cerca, porque nos ha unido así para que nosotros también presentemos los sacrificios espirituales de alabanza al Padre, de modo especial cuando los ofrecemos a través de las manos que ha consagrado para ese servicio santo en sus sacerdotes.

Inflamados en el amor del Espíritu Santo, demos gloria al Padre en este día por la grandeza del don que nos ha dejado en el sacerdocio de Cristo.

IMG: «Cristo Eucarístico» de Raul Berzosa